Podría decirse que las intervenciones de los bancos centrales han sido el principal condicionante de la evolución de los mercados desde 2009. El cambio de ciclo fue catalizado por la aplicación de una política monetaria no convencional por parte de la Reserva Federal estadounidense, que dejó a su paso nuevos «abanderados» de los programas de relajación cuantitativa, a medida que otros bancos centrales se subían al carro. Desde el advenimiento de la primera ronda de relajación cuantitativa en noviembre de 2008, el MSCI World Index prácticamente se ha duplicado en términos de rentabilidad total en dólares estadounidenses y los rendimientos de los bonos del Tesoro estadounidense a 10 años llegaron a alcanzar un máximo de 3,98 % (abril de 2010) y un mínimo de 1,40 % (julio de 2012). No es de extrañar que los inversores estén en ascuas cuando los bancos centrales se disponen a tomar decisiones, ni que examinen minuciosamente sus declaraciones en busca de pruebas que arrojen algo de luz sobre sus intenciones futuras. En el caso de los mercados de bonos, los bancos centrales han aplicado una política explícita para impulsar las rentabilidades a la baja en todos los segmentos de la curva de rendimientos e incrementar implícitamente los precios con el objetivo de estimular la actividad económica. No obstante, en los mercados de renta variable las políticas han sido menos claras, aunque la Fed en particular ha señalado que los niveles de confianza y el efecto riqueza vienen determinados por los precios de los activos. Parece razonable deducir que ha apoyado la subida de precios.
Pero, inevitablemente, a medida que mejore la actividad económica, los bancos centrales tendrán que cerrar el grifo. He ahí la cuestión. Una estrategia radical no funcionará en un mercado que se ha encariñado mucho con un volumen de liquidez virtualmente ilimitado. En este sentido, la retirada progresiva del programa de compra de activos en Estados Unidos es una versión más moderada que una retirada brusca: en teoría, la reducción de las compras implica que los bancos centrales irán retirando su apoyo a los mercados poco a poco. Sin embargo, el comienzo de este periodo de retirada es algo temido por todo el mundo: no sólo por el riesgo de un error de política, sino porque será preciso volver a una inversión basada en fundamentales. Este hecho podría afectar en gran medida a zonas del mercado de capitales que han registrado unos volúmenes de inversión considerables, un efecto que hemos podido apreciar recientemente en la deuda de los mercados emergentes. El ritmo de la recuperación económica no será el mismo en todos los países o regiones, por lo que será preciso sopesar bien las decisiones en materia de asignación de activos. Tomar la decisión correcta en lo que respecta a la exposición a la renta fija podría ser una de las decisiones más importantes en caso de que las perspectivas sobre los tipos cambien radicalmente.
Articulo de opinion de Bill McQuaker, director del equipo Multi-Manager de Henderson Global Investors.