Estados Unidos, México y Canadá atraviesan una renegociación contenciosa del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés), un pacto erigido hace 24 años que eliminó la mayoría de las barreras comerciales entre los tres países. El NAFTA ha llevado a la integración de cadenas de suministro entre diferentes países y se considera por parte de los economistas que ha sido un contribuyente neto muy modesto al crecimiento de Estados Unidos. Sin embargo, el giro en la producción de Estados Unidos a México en los años siguientes ha hecho que el acuerdo político sirva de pararrayos político.
Dado que el NAFTA fue aplicado antes del amanecer de la era digital, una revisión del tratado tendría sentido, con el acuerdo del Tratado Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) ya archivado y sirviendo probablemente como modelo para la modernización. Pero, desde su comienzo de las renegociaciones, en agosto de 2017, no se ha avanzado especialmente. Sin embargo, como cualquier observador de negociaciones complejas e internacionales reconocería, los acuerdos suelen cerrarse en el último minuto, y algunas veces incluso después. Entre muy pocas señales tangibles de progreso, los responsables de las tres delegaciones han extendido sus negociaciones más allá del primer trimestre de 2018, y las indicaciones recientes muestran que podrían extenderse aún más. Con elecciones presidenciales en julio en México y elecciones de mitad de mandato en Estados Unidos en noviembre, los negociadores se están quedando sin tiempo. Con este telón de fondo, examinemos cuáles son los principales puntos de contención y cuál puede ser el resultado si estos tres países no consiguen llegar a un acuerdo.
¿Qué entra en juego?
La raíz del problema, desde la perspectiva de la administración de Trump, es una caída aproximadamente del 30% en la producción del empleo vinculado a la producción durante la existencia del NAFTA. Entre los temas que encabezan las negociaciones de la administración Trump figuran medidas para reducir los desequilibrios comerciales, en particular, el desequilibrio de bienes entre Estados Unidos y México.
Estados Unidos también busca detener la manipulación actual de la divisa llevada a cabo por los socios comerciales. Además, Estados Unidos busca eliminar un mecanismo de disputa comercial que sostiene que es una invasión de soberanía y un incentivo para las empresas para externalizar su producción en México garantizándoles un lugar para demandar por un tratamiento injusto. Las reglas de origen, que determinan la fuente nacional de cada producto, son una cuestión adicional, y especialmente afectan al sector del automóvil, conforme Estados Unidos intenta exigir un mayor contenido de fabricación estadounidense. La administración Trump ha pedido como requisitos que los vehículos, a fin de evadir los aranceles, se ensamblen a partir de partes que tengan al menos un 85% de origen en países del NAFTA, y un 50% del contenido debe proceder de Estados Unidos. Un umbral bastante alto. Tan alto que, si no se acuerda una renegociación del NAFTA, algunos observadores esperan que los fabricantes de automóviles opten por simplemente pagar el arancel del 2,5% sobre los automóviles construidos en México. Otros en cambio, temen que la producción se traslade de América del Norte a Asia o Europa del Este.
Entre las propuestas más controvertidas de Estados Unidos se encuentra que un acuerdo renegociado contiene una cláusula “transitoria” que exige que el pacto sea aprobado nuevamente por los tres signatarios cada cinco años. Los críticos dicen que una cláusula de extinción sería extremadamente contraproducente, ya que sería una grave fuente de incertidumbre para las empresas. Algunos incluso dicen que la propuesta es, en realidad, una “píldora venenosa” diseñada para provocar el fracaso de las conversaciones y permitir a los Estados Unidos afirmar que México y Canadá fueron socios de negociación inflexibles.
La única certeza es la incertidumbre
Si no se alcanza la renegociación de un nuevo acuerdo entre los tres países, ¿qué pasaría después? Según el texto del acuerdo de NAFTA, “una parte puede retirarse del acuerdo seis meses después de proporcionar un aviso por escrito a las otras partes. Si una parte se retira, el acuerdo permanece en pie para el resto de las partes”. Por lo que, en teoría, el presidente Trump podría retirar a Estados Unidos del acuerdo escribiendo una carta a sus contrapartes de NAFTA. En realidad, sin embargo, una cuestión constitucional mayor seguiría en pie. Desde que NAFTA fue aprobado en el congreso bajo una ley de implementación, algunos académicos constitucionales sugieren que el presidente necesitaría pedir al Congreso que vote para retirarse del acuerdo. Otros sostienen que bajo el Artículo 125 de la Ley de Comercio de 1974, el Congreso delegó en el presidente el poder de rescindir las obligaciones derivadas de los acuerdos de libre comercio. Dado que la Constitución de Estados Unidos le otorga al Congreso y al presidente facultades para regular el comercio exterior, cualquier intento de retirarse del acuerdo casi con certeza terminará en los tribunales. Aun así, algunos observadores creen que el presidente puede sacar a Estados Unidos del acuerdo simplemente como una táctica de negociación de gran importancia, utilizando el período de notificación de seis meses para presionar a México y Canadá para que hagan concesiones.
Pronosticar el impacto económico potencial de una retirada de los Estados Unidos del NAFTA es bastante difícil. De hecho, es difícil evaluar el impacto neto que el NAFTA ha tenido en la economía de los Estados Unidos durante sus 24 años de historia. Un estudio realizado en octubre de 2017 por el Consejo de Relaciones Exteriores atribuye el crecimiento adicional a la economía estadounidense, de 19,7 billones de dólares del NAFTA, en solo varios miles de millones de dólares anuales. Desde que se implementó el NAFTA durante un período de rápida globalización y cambio tecnológico, es casi imposible desentrañar el impacto directo del acuerdo en la economía de los Estados Unidos en su conjunto. Los críticos del acuerdo apuntan a la caída del número de empleos manufactureros en los Estados Unidos, particularmente en el sector automotriz, mientras que el empleo mexicano en ese sector se ha más que cuadruplicado. Pero, los partidarios del acuerdo apuntan a ganancias en la economía general de Estados Unidos debido a una mayor productividad y menores precios al consumidor. Además, señalan, Estados Unidos ha perdido empleos de manufactura en muchos otros países debido a que el empleo en la industria manufacturera ha caído en todos los mercados desarrollados, e incluso ha comenzado a caer en China, también.
Columna de Erik Weisman, economista jefe y gestor de carteras de renta fija en MFS Investment Management.