En la década de 1930, en plena crisis económica, se desarrollaron las normas contables para ayudar a los Estados a regular un sistema de comercio fuera de control. No ha pasado ni un siglo y de nuevo una crisis, esta vez sanitaria, nos lleva a replantearnos el propio concepto de contabilidad, incluyendo en él un componente ¡ecológico!
Aunque todavía es poco conocida, la contabilidad ecológica parece poder ofrecer una respuesta a los interrogantes sobre el impacto del hombre y sus actividades en la sociedad y el medioambiente. La contabilidad de la riqueza de las naciones se encuentra en un nuevo punto de inflexión que esperamos que contribuya o incluso acelere la transición ecológica más necesaria que nunca para nuestras economías modernas.
Encontrar el equilibrio
Por su funcionamiento, sus productos y servicios, toda empresa genera múltiples externalidades. Estas pueden ser positivas (creación de empleo) o negativas (contaminación atmosférica, deterioro de la biodiversidad). Encontrar el equilibrio entre estas externalidades resulta difícil, lo que a menudo genera una deuda de la empresa con el medioambiente y la sociedad. Así, la industria del tabaco ahonda su deuda con los sistemas sanitarios públicos por el gasto que conlleva tratar a quienes sufren enfermedades ocasionadas por el tabaco.
Una deuda neta que, según cálculos, asciende a 120.000 millones de euros en Francia, lo que equivale a un impuesto indirecto anual de 1.846 euros por ciudadano, ya fume o no. ¡Imaginen si este sobrecoste se repercutiera sobre el precio de cada paquete de cigarrillos!
Internalizar las externalidades
La contabilidad ecológica tiene un doble objetivo. Al dar valor contable a la naturaleza, permite acelerar la concienciación de las empresas sobre la deuda medioambiental (y social) que acumulan año tras año. Aunque las políticas de responsabilidad social de las empresas, que generan diversas externalidades variadas, se consideraban principalmente hasta ahora una partida de gastos, esta nueva visión contable las legitima y les da un nuevo impulso.
Al integrar en su contabilidad estos costes ignorados, las empresas deberán replantearse en profundidad su modelo de negocio y sus inversiones. Así, si los agricultores convencionales repercutiesen en el precio de sus productos el coste que tiene para la naturaleza sus prácticas agrícolas, ¡los productos biológicos parecerían mucho menos caros!
Una visión integral de la rentabilidad
En La Financière de l’Echiquier, estamos convencidos de que la rentabilidad de la empresa no es solo la rentabilidad financiera, sino una rentabilidad integral que incluye los factores financieros, sociales y medioambientales. Para nosotros, se trata de un factor clave de rentabilidad perdurable, que crea valor para todos los interesados. Por ello, nuestra metodología de análisis de la contribución a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU propone una evaluación clara de la rentabilidad de las empresas.
Esto nos permite invertir únicamente en las empresas cuyo impacto positivo supera a las externalidades negativas que generan por sus productos y actividades. Es una filosofía que compartimos con las empresas en las que invertidos durante todo el año y estamos orgullosos de ver el compromiso de algunas de ellas, como LVMH, a favor de la contabilidad ecológica. Para nosotros, esa es la prueba de la madurez de su enfoque de responsabilidad social de empresa y de la concienciación de su papel y del impacto de la empresa en el ecosistema. Con esta nueva perspectiva, ¡es seguro que ustedes no volverán a ver las obras de Adam Smith de la misma manera!
Tribuna de Coline Pavot, directora de análisis de sostenibilidad de La Financière de l’Echiquier (LFDE).