Tras su decisiva reelección el año pasado, Shinzo Abe está a punto de convertirse en el primer ministro que más ha durado en el cargo en la historia de Japón. Se esperaba que esta hazaña redimiera su corta vida como primer ministro hace una década y que contrarrestara la ola de renuncias que plagaron la oficina ejecutiva de Japón entre 2006 y 2011.
Pero ahora, los índices de aprobación de Abe han caído pronunciadamente y se enfrenta a desafíos dentro de su propio partido en un momento en el que el Partido Liberal Democrático (PLD) debe decidir en septiembre si Abe continúa siendo su líder o no.
¿Qué ha ocurrido?
Se han intensificado las noticias sobre supuestos escándalos que involucran transacciones financieras inapropiadas y acoso sexual en el Ministerio de Finanzas. En el frente internacional, el líder norcoreano, Kim Jong Un se ha comprometido públicamente a avanzar hacia la desnuclearización, un tema en el que las autoridades japonesas han tenido muy poca participación.
Abe tampoco ha logrado ningún triunfo diplomático con Estados Unidos después de su reciente reunión con el presidente estadounidense, Donald Trump. Y en definitiva, todo esto ha tenido una gran repercusión en la percepción que los ciudadanos japoneses tienen de su primer ministro.
¿Cómo sería un ‘Abexit’?
Abe deberá abandonar su puesto como primer ministro en caso de renuncia, pero también podría ser expulsado por su propio partido. En el primer caso, habría que estar atentos al 20 de junio, cuando termine el actual periodo parlamentario. Dado que el partido de Abe, el PLD, tiene una mayoría en la Dieta Nacional, los miembros podrían votar a un nuevo líder para su partido.
La otra alternativa de Abexit sería si alguno de sus rivales dentro del PLD obtiene suficientes votos durante las elecciones primarias que se llevarán a cabo en septiembre. Esto es cada vez más probable, ya que algunas encuestas muestran a Abe detrás de otros dos aspirantes.
¿Qué significa esto para Abenomics?
Aunque Abe puede ser ahora mismo muy impopular, muchos todavía creen en el conjunto homónimo de políticas económicas que ha defendido desde 2012. Estas iniciativas se centraron en una política monetaria laxa, reformas estructurales y una política fiscal expansiva. Sus esfuerzos han tenido cierto éxito: la economía japonesa se está moviendo y se encuentra por encima de su tasa potencial, mientras que el mercado bursátil se ha duplicado desde que comenzaron las políticas.
Esto es lo que podemos esperar en caso de unAbexit:
Desde PineBridge creemos que no habrá cambios inminentes a la política monetaria ultra flexible. Incluso si Abe renuncia, su sucesor trabajará con el aliado de Abe en el Banco de Japón. El actual gobernador, Haruhiko Kuroda, fue reelegido para un segundo mandato a principios de este año junto con una Junta de Gobernadores más moderada que la que tuvo durante su primer mandato.
Por lo tanto, esperamos que la política monetaria de tasas ultrabajas del Banco de Japón continúe probablemente hasta 2019. Factores como la inflación general, que todavía está lejos del objetivo del Banco de Japón «sosteniblemente por encima del 2%», y el fortalecimiento anual de la el yen japonés frente a tipos como el dólar estadounidense son factores clave que impiden que el Banco de Japón tome más medidas para normalizar la política.
Hay muy poco oxígeno político para las reformas estructurales. Aunque Abenomics ha tenido bastante éxito en alentar a más mujeres a ingresar a la fuerza de trabajo y cambiar las prácticas de gobierno corporativo, otros esfuerzos de reforma estructural duraderos siguen siendo difíciles de poner en marcha.
Cabe destacar que las iniciativas legislativas clave que aumentarían la movilidad del mercado laboral y eliminarían los incentivos fiscales que alientan a las mujeres a trabajar menos horas pueden ser el catalizador que la economía necesita para alcanzar la meta de inflación «sostenible por encima del 2%» del Banco de Japón.
De hecho, desde el inicio de Abenomics en diciembre de 2012, el cambio anual en el crecimiento de los salarios ha sido cercano al 0%. Sin embargo, hasta que el índice de aprobación de Abe rebote o sea nombrado un sucesor, parece que hay muy poca voluntad política para convertir estas ideas en una legislación factible.
No queda mucho margen de maniobra en el camino del estímulo fiscal. Esta puede ser la flecha más débil de Abenomics. Abe hizo campaña alentando paquetes de estímulos fiscales que totalizan billones de yenes japoneses, pero que han tenido muy poco efecto. Primero, el gobierno japonés ha infrautilizado la cantidad prometida. En segundo lugar, los números con los que Abe hizo campaña el año pasado contaron dos veces los proyectos existentes, por lo que el «nuevo gasto» fue mucho más bajo de lo que sugerían los números al principio.
Y por último, gran parte del gasto fiscal prometido se ha visto compensado por un ajuste fiscal en forma de impuestos al consumo. El aumento del impuesto al consumo de 2014 se aprobó en parte para ayudar a reducir el déficit fiscal del gobierno. La economía de Japón se contrajo inmediatamente en los trimestres siguientes a su puesta en marcha.
Debido a su impopularidad pública, peligra la puesta en marcha de un impuesto al consumo en 2019 si Abe deja el cargo. Finalmente, es probable que una de las cuestiones más destacadas de Abe, la de modificar la constitución de Japón para reforzar sus fuerzas armadas, se desestime en caso de su renuncia o derrota electoral.
Pero, no importa lo que le suceda a Abe, sus políticas económicas ya han tenido un impacto duradero en la economía japonesa. Y todavía hay espacio para que ese efecto crezca. En el mejor de los casos, un sucesor con un fuerte mandato público puede sacar provecho de los avances logrados hasta el momento y lograr un mayor progreso en reformas estructurales duraderas y proyectos de gasto público a favor del crecimiento. Ambos son escenarios optimistas para los activos de riesgo japoneses.
Paul Hsiao es analista económico de PineBridge Investments.