Cuenta una anécdota de Arthur Cashin (Director General de UBS Financial Services) durante la Crisis de Misiles en Cuba que reza más o menos así: Arthur, un joven aprendiz en Warthon, escuchó el rumor de que Rusia ya había empezado el ataque contra EE.UU. durante la Crisis de Misiles en 1962, lo cual hizo que el Dow cayera en picada. Al ver cómo reaccionaba el mercado, intentó vender sus posiciones, pero no lo logró. Así que, con los ánimos a flor de piel fue con su profesor “Jack” a contarle lo sucedido. Jack, un trader viejo y experimentado, le ordenó que le comprara un scotch y que se sentara. Le dijo: “Primero que nada, relájate chico. Ahora, cuando los misiles estén volando, tienes que comprar, no vender”. “¿Comprar?”, replicó Arthur. “Sí, comprar. Si te equivocas y el rumor es cierto, entonces no tendrás nada de qué preocuparte, ya que todos estaremos muertos”, remató Jack.
Si bien la respuesta de Jack tiene un grado de cinismo, también tiene cierta verdad. En cualquier decisión que tomamos, incluida una decisión de inversión, tenemos que partir de una base, por ejemplo, si vivimos, pensamos, soñamos y gastamos en pesos, entonces nuestra base debe ser que el peso seguirá existiendo más allá que el impacto que nuestras decisiones de inversión puedan tener en nuestro portafolio. Si el peso cae, y México desaparece, entonces las repercusiones de nuestra toma de decisión en nuestro portafolio son irrelevantes. Nuestros problemas se vuelven mucho más complejos y preocupantes que las minusvalías en nuestras inversiones. Si, por otro lado, tenemos una visión más global, entonces buscaremos diversificar nuestras inversiones fuera del peso, pero eso no nos exenta de tener una base, o un punto de referencia, el cual tenemos que interpretar como la condición mínima de existencia sobre la cual debemos basar nuestras decisiones.
La guerra (y otros eventos importantes, tanto globales como locales) hace que se nos olviden estos puntos de referencia, estas bases que utilizamos para tomar decisiones. ¿Por qué? Porque la guerra explota el pánico más animal del ser humano y, frente a esto, nuestro cerebro tiene mecanismos muy específicos para atemperar el pánico, y el más común es escapar. ¿Cómo se traduce esto a nuestra inversión? En el mundo financiero, escapar es sinónimo de vender. Vender sin importar las consecuencias.
Si bien nuestro cerebro es una maravilla de la naturaleza que funciona casi a la perfección, cuando se trata de tomar decisiones financieras, las herramientas con las que nos dotó la naturaleza se quedan bastante cortas. El pánico, la euforia y otras emociones extremas tienden a tomar el volante cuando están presentes y nos hacen olvidar que la realidad es multivariada, es decir, es bastante más compleja que lo que solemos imaginar y, dado que nuestra mente es bastante mala manejando varias variables, nos centramos en el evento que nos genera el estímulo más fuerte, en este caso particular, el pánico al conflicto.
Dado lo anterior, hay que recordar lo que ha pasado en otros episodios. La historia parece repetirse en cada conflicto bélico mayor: una caída de los mercados ante el escalamiento de las hostilidades (el miedo tomando el volante), y una recuperación paulatina (o a veces incluso rápida) ante la idea de que el mundo “siempre no se va a acabar”. También hay que recordar que Rusia y EE.UU. tienen más de 70 años de experiencia en evitar pelearse frontalmente el uno contra el otro. Esto no implica que no haya habido roces, pero dichos roces nunca han derivado en una guerra frontal. Y es altamente probable que esta ocasión no sea diferente.
Estamos en un momento complicado a nivel global. No solo estoy hablando sobre la guerra, sino también sobre inflación, crecimiento, normalización monetaria, y estoy seguro de que vendrán algunas otras sorpresas a lo largo del año. La volatilidad y la incertidumbre no solo es parte de invertir, es parte de la vida misma. Tratar de evitarla, o su contraparte, tratar de ignorarla, son errores igualmente graves. Hay que aprender a vivir con ella, y hay que educar a nuestro cerebro a actuar de la mejor manera posible cuando se presente (que será relativamente seguido).
Mientras escribo estas líneas, el mercado ya cayó, y ya se recuperó, pero esto aún no acaba. El 2022 viene cargado de riesgos que harán que nuestro cerebro entre en “modalidad supervivencia” y es fundamental entender cuando esto nos está ocurriendo para poder entender nuestra toma de decisiones, y buscar mejorarla.
Columna de Franklin Templeton México escrita por Luis Gonzali, CFA. VP/Co-Director de Inversiones