Todavía nos encontramos en las primeras etapas para comprender el impacto a largo plazo de la pandemia de COVID-19 en la economía real, pero el impacto inmediato en la vida de las personas y la dislocación de los mercados es evidente. Si bien la crisis ha puesto de relieve lo crítica que es ahora la capacidad de recuperación de los balances para las empresas y su viabilidad a largo plazo, también ha acelerado una serie de temas ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) que existían antes del brote.
Muchos inversores y ejecutivos sostienen que ha llegado el momento de «reconstruir mejor» y crear un mundo empresarial más sostenible. En este contexto, vemos tres implicaciones a corto plazo para los inversores que creemos que se mantendrán a largo plazo.
Enfoque en la administración: ¿lujo o necesidad?
La crisis ha subrayado e intensificado una serie de cuestiones sociales, como la creciente desigualdad y la fragilidad de los clientes y los empleados, especialmente en segmentos de la economía que han quedado desprotegidos. También ha puesto de relieve la interconexión de las personas, el planeta y los beneficios. Estos motores requerirán que reformulemos la noción de un negocio bien gestionado, al reflejar la presión a la que se enfrentan las empresas para gestionar un mayor número de partes interesadas.
En ese sentido, la crisis arroja luz sobre la creciente relevancia que tienen para las compañías los modelos más amplios -que proporcionan rendimientos equitativos no solo a los accionistas sino también a empleados, clientes y proveedores-, así como la gestión eficaz de las externalidades ambientales. Todas estas consideraciones se ganan en última instancia la licencia social de una empresa.
Esto implica un enfoque en la administración y en el compromiso activo de los inversores. Como inversores, somos administradores responsables del capital de nuestros clientes: cuidamos los activos que nos han confiado con el fin de devolverlos en mejores condiciones que en las que los adquirimos. La información ESG se convierte en una herramienta para distinguir mejor las empresas bien gestionadas de las rezagadas e identificar aquellas que están teniendo un impacto social positivo.
Somos conscientes de que hoy las compañías se enfrentan a importantes presiones de costes en lo que respecta a la asignación de capital para el bienestar del personal, los clientes y los proveedores. Las conversaciones que hemos mantenido con ellas durante este período incierto han girado en torno a la solidez de los balances, los flujos de caja y la liquidez, lo cual nos sirve para evaluar si pueden seguir operando a largo plazo. Hemos recomendado que la dirección revise la idoneidad de los programas de dividendos y recompras, examinando si estas políticas podrían debilitar la viabilidad operativa de la empresa.
El capital humano importa
La pandemia ha puesto el capital humano en el punto de mira: cuestiones como los contratos y los derechos de los empleados han pasado a un primer plano a medida que los inversores y la sociedad civil examinan la forma en que las empresas actúan durante la crisis, incluida la forma en la que tratan a sus trabajadores.
Se ha puesto de manifiesto la fragilidad de los trabajadores independientes dentro de la “gig economy” y de los que tienen contratos de cero horas en sectores muy afectados por la crisis, como el del entretenimiento. Muchos de ellos se han quedado con poca protección, tanto financiera como sanitaria. Después de la crisis del COVID-19, es razonable esperar una presión sobre las empresas para mejorar los derechos laborales y las remuneraciones. Esto representa mayores costes e implica que es poco probable que los niveles de distribución de flujos de caja a los accionistas vuelvan a los niveles anteriores, al menos a corto plazo.
La cultura corporativa también ha llegado a un punto de inflexión y percibimos un cambio de mentalidad. Las reuniones virtuales y los horarios de trabajo flexibles se hacen más aceptables a medida que los líderes empresariales consideran cómo crear un entorno propicio para las necesidades de los empleados. Hemos observado soluciones creativas en algunas compañías, incluyendo el uso de nuevas tecnologías.
La “S” no eclipsará a la “E”
El crecimiento sostenido de la demanda de los clientes de capacidades centradas en el medioambiente, junto con el impulso político y reglamentario en varios países, probablemente garantizará que las cuestiones ambientales no se vean eclipsadas por el enfoque a corto plazo en los factores sociales.
La creciente relevancia de las problemáticas medioambientales relacionadas con el cambio climático, la escasez de recursos naturales y la eficiencia está impulsando, sin duda, un mayor interés por las soluciones ESG. Las presiones regulatorias también están acelerando estos temas. Las conclusiones de un estudio que realizamos a principios de año muestran que los asesores están respondiendo a la mayor demanda de estrategias ESG por parte de los clientes, lo que debería ayudar a profundizar en la innovación de la industria en este espacio.
La pandemia ha reforzado nuestra convicción de que las empresas que consideran las cuestiones medioambientales y sociales y cuentan con buenas normas de gobernanza probablemente serán las más resistentes y mejor preparadas para afrontar los períodos de crisis. El tiempo invertido en la comprensión e integración de estos factores en el proceso de inversión, además de nuestro compromiso empresarial, nos hace estar mejor informados como inversores.
Tribuna de Julie Moret, responsable global de ESG en Franklin Templeton