El Gobierno francés ha decidido unilateralmente posponer la reducción de su déficit. Esto preserva la renta de los hogares franceses del impacto que podrían tener las reformas, ya que aunque tiene efectos positivos para el futuro, en el corto plazo tiene un coste inmediato. Pero esto apenas tranquiliza a las familias porque el déficit público debe financiarse de una manera u otra. Si es financiado con deuda, a los contribuyentes les esperan futuros aumentos de impuestos. Por lo tanto, el ahorro privado será el que compense el gasto público. Sería una historia diferente si tuviéramos un plan creíble real para racionalizar y reducir el gasto público.
La política económica del gobierno francés se caracteriza por la ambigüedad y ésta socava su credibilidad. En la práctica, esta nueva estrategia adoptada a principios de 2014 no ha logrado mejorar el clima de negocios. Y lo mismo puede decirse de los hogares. Desde el año 2007, la cuantía del impuesto sobre la renta pagado por hogares o, para ser más específicos, por menos de la mitad de los hogares franceses que deberían pagar el impuesto sobre la renta, ha aumentado en casi un 50%, una tendencia que no tiene ninguna relación con el crecimiento económico, ya que el número de desempleados se ha incrementado en más del 70%.
De hecho, los hogares se han visto atrapados entre las peores condiciones del empleo y una mayor presión fiscal y, como era de esperar, desde 2010 el consumo ha aumentado menos que el PIB real. Y mientras el consumo de los hogares siga debilitándose, Francia tenderá inexorablemente hacia la recesión. Para evitar este riesgo, es vital que los nuevos impuestos no erosionen el gasto de las familias.
Según el razonamiento del Gobierno, ésta es precisamente la causa de que posponga la reducción del déficit público, pero esta elección confundirá inevitablemente a los hogares. Para un determinado nivel de déficit, una reducción simultánea de los impuestos y el gasto público podría haber sido puesta en marcha. Pero nunca estuvo previsto este movimiento. Por otra parte, un déficit público elevado puede fomentar el ahorro privado para poder hacer frente a los impuestos futuros necesarios para pagar la deuda del gobierno.
Y las razones políticas se encuentran en la raíz de esta ambigüedad. François Hollande, elegido con la promesa de impulsar la demanda, está llevando a cabo una política de oferta. El partido socialista está a la vez dentro y fuera del gobierno. Sus representantes votan las medidas o se abstienen de votar en función de su humor y esta situación genera ansiedad, ya que la confianza en el sistema político y en las instituciones se ve socavada.
Bruno Cavalier es economista jefe de Oddo&Cie