Octubre, mes de la educación financiera, es siempre una buena excusa para poner en alza los conocimientos económicos, tan importantes actualmente. Con una recesión inminente y una situación global que no veíamos desde hace décadas es imprescindible ser conscientes de estos temas; inflación alcanzando dobles dígitos, subida de tipos de interés, reforma en las cotizaciones de los autónomos, etc. De hecho, según el Informe Europeo de Pagos de Consumidores de Intrum, más de la mitad de españoles asegura que una de sus prioridades ahora mismo es mejorar su educación financiera.
Ahora es más importante que nunca saber cómo ahorrar, qué productos financieros nos ayudarán a conseguir nuestros objetivos vitales, qué préstamos no hay que hacer y, lo más importante, aprender a planificar; gastos, ingresos, presentes y futuros, proyectos, etc. Por arrojar un poco de luz, según una encuesta de OAF de 2021, el 20% de los españoles cree tener buenos conocimientos financieros, aunque la realidad es muy diferente. Es una realidad que pecamos de pensar que sabemos más de lo que en realidad conocemos.
No solo hay incultura financiera en cuanto a los productos que contratar, o a saber si las condiciones de un crédito nos vienen bien o no. También existe un desconocimiento profundo de lo que significan los términos “inflación”, “tipos de interés”, “PIB”, cláusulas de contratos laborales, impuestos, etc. Esto juega una mala pasada a la hora de interpretar consecuentemente las oportunidades que tienen las personas y cómo les afecta una situación como la actual.
Por ponerlo en contexto, uno de los pilares más importantes de la educación financiera es el ahorro, y en España no se planifica de forma correcta. Se intenta economizar en épocas de crisis (cuando debería de ser al contrario) y estas reservas económicas están en metálico o en depósitos que nos dan una remuneración del 0% y que en tiempos como los actuales hacen perder mucho poder adquisitivo a las familias. Es evidente que no tenemos buenos hábitos, especialmente en este campo.
También hay varios estudios que atestiguan que cuanta más educación financiera tiene una persona, más consigue ahorrar, alcanzar sus objetivos vitales y tener una independencia financiera mayor. Además, un país con una buena educación financiera, puede evitar desastres económicos como la burbuja inmobiliaria, la estafa de las preferentes y otros problemas más recientes como las criptomonedas, ya que las personas no saben controlar bien el riesgo que suponen.
En definitiva, la formación en educación financiera es buena tanto para el individuo como para el colectivo. Además, debería convertirse en un asunto de Estado que el gobierno debería de plantearse en entrar de lleno para fomentar estos estudios y no dejarlo en manos de empresas financieras, como bancos o aseguradoras, que solo buscan clientes y su propio beneficio. Luego, por otro lado, la formación, las herramientas y la ayuda de un educador financiero para realizar nuestro plan financiero, implementarlo y seguirlo, siempre es bienvenida y potenciará los conocimientos que adquiramos en una educación obligatoria.