La gestión de la inversión en acciones debería estar reservada a patrimonios medios o altos, pues requiere de unos importes mínimos relevantes para ser eficiente. En cambio, los fondos democratizan la inversión y cualquier partícipe de un fondo, independientemente del importe invertido, disfruta de las mismas ventajas financieras y fiscales.
Ahorro de costes
Un problema de partida de las carteras de acciones en relación con los fondos es que el tamaño de la cartera importa, y mucho. Los costes operativos y de mantenimiento están normalmente vinculados a los importes y habitualmente cuentan con mínimos. Por ello el volumen de operaciones es especialmente crítico en carteras con importes bajos. Esta limitación no solo tiene un impacto a través de unos costes transaccionales proporcionalmente más dolorosos para carteras con importes bajos, sino que, además, incentiva carteras de inversión particulares mucho más concentradas de lo deseable.
En cambio, los fondos de inversión permiten al inversor disfrutar de las ventajas asociadas a una gestión profesional, con unos costes transaccionales (asumidos por el fondo) más favorables vinculados al patrimonio total del fondo.
Capitalización compuesta
El partícipe de un fondo de inversión se ve favorecido por el efecto de la capitalización compuesta. Cuando invertimos a través de una cartera de acciones, las ventas, si hay plusvalías, tienen un mayor impacto fiscal. En el caso de los fondos de inversión españoles la tributación por los beneficios es muy baja, de tan sólo un 1%, por lo que el partícipe se beneficia por la reinversión prácticamente íntegra de los beneficios de la operativa del fondo. No debemos confundir esta tributación interna del fondo con la del partícipe. Cuando el partícipe reembolsa su posición en un fondo se ve sujeto a una tributación similar a la de las acciones, sin embargo, todos los beneficios netos anuales de la operativa realizada internamente por el fondo han tributado a ese 1%.
Además, esto se suma a la ventaja añadida en España de la no tributación por traspasos entre fondos españoles armonizados y extranjeros UCITs registrados.
Mayor diversificación
La inversión directa en acciones está condicionada por el importe de la cartera y esto supone una menor diversificación para carteras que no son suficientemente grandes, mientras que la de un fondo de inversión tiene que contar con un mínimo de patrimonio de 3 millones de euros, lo que ofrece posibilidades de una mayor diversificación. Además, invertir en acciones directamente implica la necesidad de un conocimiento profundo, pues siempre existe la posibilidad de eventos imponderables que afecten a la evolución de los valores, por lo que la diversificación, en mayor o menor, medida es una necesidad.
Menores gastos en el cobro de dividendos
Además, a la hora de cobrar los dividendos que reparten las empresas extranjeras, los fondos de inversión lo hacen con una ventaja añadida. Las remuneraciones de acciones extranjeras, en muchos casos, están sujetas a una doble tributación -la del país de
origen y la española- y las gestiones para recuperar los impuestos en el país de origen son muy costosos, haciendo que sólo sea rentable dicha recuperación para importes elevados.