Veíamos este mes un gráfico en el que se comprobaba que el descuento, a nivel global, con el que cotizan las empresas de pequeña y mediana capitalización frente a las grandes, está en máximos de los últimos 20 años, coincidiendo con la fuerte subida de las empresas tecnológicas de gran capitalización, bancos, ocio y turismo o sector retail, entre otros. Solo hay que echar un vistazo a la evolución de los índices bursátiles que agrupan a las compañías de menor capitalización para darse cuenta de lo atrás que se han quedado desde hace trimestres.
Somos consciente de que las temáticas de inversión son cambiantes y que, en muchas ocasiones, muestran movimientos muy pendulares e imprevisibles, pero también hemos comprobado que, en la práctica totalidad de las ocasiones, moverse en dirección contraria al mercado tiene recompensa. Bajo nuestro punto de vista, nos encontramos ahora mismo en uno de esos momentos, y creemos que la inversión en empresas de menor capitalización es una gran oportunidad.
Sí es cierto que en un entorno como el actual, en el que las economías están presentando crecimientos anémicos en el mejor de los casos y con unos tipos de interés que han experimentado el mayor ritmo de subidas en las economías desarrolladas de los últimos 50 años, no es el más proclive para la inversión en empresas de este perfil. Pero también es cierto que, en nuestra opinión, gran parte de lo anterior ya está puesto en precio.
Con todo, centrándonos en las empresas españolas de menor capitalización, hay que comentar que existen en la actualidad una serie de hándicaps a los que tienen que hacer frente tanto los inversores como las compañías:
- Falta de demanda. Desde hace años, el patrimonio de los fondos de inversión que operan en el mercado español ha disminuido sensiblemente o, directamente, se han liquidado muchos vehículos.
- Necesidad de ser más paciente en las inversiones ya que, según nuestra percepción, tarda más en aflorar en cotización el valor las compañías. En los últimos años y por razones en las que no vamos a entrar, muchos equipos de análisis y algunos de gestión han desaparecido del mercado, con lo que la cobertura de las empresas cotizadas de menor tamaño ha caído en picado. En la actualidad, existen muchas empresas “huérfanas” de análisis y, por lo tanto, carecen de visibilidad.
- Lo anterior ha impacto en los volúmenes de negociación de las empresas cotizadas (ya de por sí escaso) y aquí entramos en un círculo de difícil salida, en tanto y en cuanto hay gestoras que se autoimponen no invertir en compañías que negocien menos de un millón de euros al día.
- Necesidad de cuidar más al accionista. Más allá de los requerimientos legales, bajo nuestro punto de vista una empresa que sale al mercado debe estar pendiente de los accionistas/socios de la empresa, deben ofrecer un mínimo de accesibilidad a los equipos de gestión de la compañía y, sobre todo, transparencia.
- El nuevo entorno ESG en el que nos movemos tampoco ha ayudado mucho a empresas de menor capitalización que, incluso cumpliendo con los criterios mínimos exigibles en esta materia, se encuentran fuera del radar de muchas de las empresas que han surgido en los últimos años y que se dedican a analizar y dar el visto bueno para que una compañía sea considerada “invertible” bajo los parámetros ESG.
Bajo nuestro punto de vista, las empresas deben tomar un papel más proactivo a la hora de buscar/mantener a los inversores. Como hemos comentado, la falta de la cobertura y demanda de la que sí disponían años atrás les obliga a ello.
También, se podría contemplar la posibilidad de aplicar beneficios fiscales, como ya se hace en países como Italia o Francia, para aquellos inversores que inviertan, durante un periodo determinado de tiempo, en empresas españolas.
Con todo, como ya dijo Camilo José Cela, “el que resiste, gana” y, sinceramente, creemos que nos encontramos ahora mismo en ese escenario, aunque haya que resistir algo más de lo normal. Hay un buen número de compañías que cotizan a precios de derribo, con altos potenciales de revalorización (en algunos casos el mayor en muchos años), en el que el capital riesgo, que cuenta con unos niveles elevados de fondos para invertir, está empezando a enseñar “la patita” e incluso algunas empresas están aprovechando para realizar OPAs parciales sobre sus propias acciones.
Columna de Alfonso de Gregorio, director de inversiones en Finaccess Value