Los japoneses utilizan para identificar el término crisis una palabra compuesta por dos ideogramas diferentes; el primer ideograma se corresponde con la idea de peligro o temor, mientras que el segundo se puede traducir como oportunidad o surgir. Este concepto, unir los peligros o los temores con la idea de la oportunidad, es algo que cobra mucho sentido para cualquiera que tenga una relación habitual con los mercados financieros.
Siguiendo con el ejemplo de los ideogramas de la palabra crisis, si analizamos el primero (los peligros o temores), vemos como todos nuestros miedos tienen un denominador común, que no es otro que la inflación y el efecto que ha tenido sobre los tipos de interés. Los años de expansión cuantitativa y las políticas fiscales post pandemia habían llevado a los tipos de interés a unos niveles en los que situaban a los mercados de renta fija en una posición extremadamente vulnerable a cualquier tipo de shock. El resto es historia; una inflación superior a cualquiera de las expectativas más negativas, el retroceso de las fuerzas deflacionarias, y un mundo que sale de los tipos negativos para pasar a unos niveles de tasas mucho más normalizadas.
Todo proceso traumático viene acompañado de un peaje, y pasar de un mundo de tipos negativos a uno de tipos normalizados es un ejemplo claro de lo que podríamos definir como «proceso traumático» y el coste se lo han cobrado a los inversores de renta fija que partían de carteras con rentabilidades internas negativas o rozando el cero. Y no solo a los inversores de renta fija, puesto que alterar la tasa libre de riesgo lleva a reconsiderar los múltiplos que pagamos en el resto de las inversiones, como bien estamos viendo este año.
Dicho esto, si pasamos al segundo ideograma (la oportunidad o el resurgir) vemos que la tormenta que estamos pasando va a dejar grandes oportunidades a los inversores. Las más evidentes las podemos encontrar en renta fija; para empezar, el inversor conservador ya no tiene que pagar por prestar su dinero (algo que se había convertido en una aberración conceptual comúnmente aceptada), sino que puede hacer una cartera de alta calidad crediticia a tasas que, al menos, le permitirán compensar en parte la inflación. Por otro lado, los inversores a largo plazo ya pueden comprar renta fija a tipos reales positivos (si asumimos que la inflación se normalizará con el tiempo), mientras que los inversores en crédito se aprovecharán de unos diferenciales que se han situado en unos niveles desde los que siempre se ha ganado dinero a doce meses vista.
En un entorno así, los fondos de renta fija a corto plazo vuelven a tener el sentido que quizás habían perdido en los últimos años. La época de tipos negativos parece haber quedado atrás y estos fondos pueden capitalizar las rentabilidades que está dejando un año de volatilidad histórica. En Finaccess Value hemos experimentado en primera persona este año tan convulso a través del lanzamiento de Finaccess Renta Fija Corto Plazo; un fondo de renta fija corto plazo que nació en enero de este año y que originalmente contaba, ante la falta de oportunidades en crédito, con una elevada liquidez y una cartera de pagarés a muy corto plazo. En la medida en que el año ha ido avanzando y las rentabilidades subiendo, hemos ido adecuando la cartera del fondo a un entorno que se nos antoja cada vez más beneficioso para el inversor conservador que pueda convivir mínimamente con la volatilidad.
Este año ha sido una muestra, otra más, de la futilidad de intentar hacer previsiones certeras en los mercados financieros. Si a principios de ejercicio, cuando estábamos en plena creación de la cartera del fondo, nos hubieran dicho que podríamos tener una cartera de calidad media A-, duración 0,7 y rentabilidad interna del 3% nos hubiera parecido altamente improbable, pero como siempre sucede, la capacidad del mercado de sorprendernos es mucho mayor que nuestra habilidad para anticiparnos a él.
En relación con el futuro de los tipos y la inflación, quedan muchas incógnitas por despejar, por esto quizás es mejor aferrarse a las certezas que nos pueden ofrecer inversiones con un retorno y plazo definido, como las que se han generado después de uno de los peores años de renta fija de la historia. De nuevo, los riesgos y las oportunidades han ido de la mano.
Columna de David Ardura, director de Inversiones de Finaccess Value AV