Los habitantes de zonas costeras saben que las tormentas dan unas señales al inicio de su formación, pero el verdadero alcance de éstas no se conoce hasta que el huracán se acerca a tierra. A la luz de los datos, algo similar puede estar sucediendo con la economía europea para este 2023.
Desde nuestro punto de vista, no es atrevido afirmar que la esperada recesión económica para 2023 puede ser la más anticipada de la historia. Razones no han faltado para ello: la inflación, el cambio de sesgo radical de los bancos centrales, la inversión de la curva de tipos, las caídas de la renta variable en 2022… todo ello apuntaba a una rápida contracción económica para este año entrante.
El problema se encuentra en que, al igual que en las tormentas, en el camino desde su formación a la llegada a destino muchos factores pueden interactuar para cambiar el rumbo y el impacto de la crisis económica.
En el caso concreto de Europa, la evolución del precio de la energía parece ir drenando poco a la inflación y restando presión a un BCE decidido a subir los tipos lo que sea necesario. Adicionalmente, ese abaratamiento de la energía incidirá directamente sobre unas cifras de crecimiento que han venido revisándose sistemáticamente a la baja a lo largo de los últimos meses. La reapertura de China es otro factor que tiene un impacto significativo sobre las economías exportadoras europeas y que permitirá mejorar las perspectivas económicas del Viejo Continente.
Todo esto parece ser lo que están descontando los mercados europeos en este inicio del año, con subidas que alcanzan los dos dígitos en el Eurostoxx 50 o con un excelente comportamiento del espectro más arriesgado dentro de la renta fija. El comportamiento pendular de los mercados ha vuelto a aparecer para poner de manifiesto la inutilidad de intentar hacer previsiones certeras sobre eventos sobre los que no tenemos ningún control.
Tampoco nos haría bien ignorar ciertos factores que no han desaparecido y de los que todavía no conocemos el alcance concreto. Si miramos hacia Estados Unidos, seguimos encontrando signos preocupantes que parecen poco compatibles con una subida desmedida de los activos de riesgo. Una economía con una tasa de ahorro en mínimos desde 1959 y con el crédito al consumo en los máximos de los últimos veinte años parece muy vulnerable a cualquier empeoramiento de las condiciones económicas.
Este no es el único elemento para reflexionar: circunstancias como la continuada evolución negativa de los nuevos pedidos del ISM o el preocupante hecho de que la M2 americana haya mostrado un crecimiento negativo (año contra año) por primera vez en la historia, difícilmente encaja con este escenario de optimismo económico que parece estar descontando la renta variable.
Visto de esta manera no es descartable un desacoplamiento significativo entre las cifras de crecimiento de la economía europea y la estadounidense, algo que ya parece estar transmitiendo el comportamiento de los índices en este comienzo de año.
En términos de mercado, el arranque de año, con prácticamente todos los activos con rendimientos positivos, es bastante inusual. En algún momento los inversores tendrán que decidir si vamos a un escenario recesivo (lo que daría razón al comportamiento de la deuda en este enero de 2023) o, por el contrario, era la Bolsa la que estaba en lo cierto y la tormenta que esperábamos se ha transformado en una suerte de aterrizaje suave.
Mientras tanto, sin ningún ánimo de predecir, la prudencia nos sigue pareciendo el camino más lógico y la toma de beneficios en los activos de mayor riesgo nos parece adecuada a la espera de tener más información sobre esta tormenta que llevamos ya meses esperando.
Columna de David Ardura, director de Inversiones de Finaccess Value AV