Desde que comencé a trabajar en este sector, allá por el año 2002, y mira que ha llovido, llevo escuchando una frase que ha acabado convirtiéndose en una ley física más: “El sector de la gestión de fondos de inversión en España está muy bancarizado”. Veinte años después seguimos básicamente igual.
En un excelente estudio de la CNMV del año 2012 titulado “Competencia y estructura de la industria de fondos de inversión en España: el papel de las entidades de crédito”, en el que se analizaba el periodo de 1995 a 2010, se determinaba que el patrimonio gestionado por entidades de crédito en España se situaba entre el 92% y el 95%. En la actualidad, el patrimonio gestionado por gestoras independientes (entendiendo como gestoras independientes a aquellas que no pertenecen ni a grupos bancarios ni a aseguradoras) apenas alcanza el 8,6% del total, mientras que la cuota que se le ha arañado al sector bancario (actualmente se encuentra en el 74%) ha ido a parar en gran medida a manos del sector asegurador y, sobre todo, a gestoras internacionales.
A pesar de que el número de “jugadores” dentro de la gestión independiente ha crecido mucho en los últimos años, creándose gestoras de una excelente calidad y aportando mucho valor a los inversores en diferentes activos (no solo renta variable) y áreas geográficas (no solo Europa), la sensación es que todas ellas se siguen repartiendo, prácticamente, el mismo pastel que hace dos décadas. Cuesta mucho ganar cuota de mercado a pesar de los excelentes resultados que, históricamente y en términos generales, han ofrecido este tipo de gestoras.
¿Y esto a qué es debido? ¿Qué nos hace ser tan diferentes al resto de países de nuestro entorno, en los que la cuota de mercado de las gestoras independientes supera ampliamente el 30%? No hay, bajo nuestro punto de vista, una única respuesta.
La primera reflexión que queremos hacer es que las gestoras que tienen mayor variedad de fondos (bancos, aseguradoras o grandes gestoras internacionales), llevan las de ganar con el inversor minorista. CNMV dice en su informe que los inversores minoristas prefieren a las gestoras que ofrecen una gran variedad de fondos. «El inversor debería conocer y analizar un gran número de fondos de distintas gestoras, por lo que prefiere no incurrir en este coste, aunque el fondo que compre de su gestora (normalmente perteneciente a la entidad de crédito donde tiene sus productos financieros) no sea el óptimo y exista otro en el mercado más adecuado para él en relación con su perfil inversor”. En esta última frase está la clave.
Pero también la comercialización de fondos de gestoras independientes nacionales es muy complicada entre inversores mayoristas/institucionales. En primer lugar, por el elevado patrimonio mínimo requerido por muchos institucionales para poder suscribir un fondo y en segundo lugar porque las famosas cuentas ómnibus que en teoría facilitan la entrada de clientes mayoristas tienen, por decirlo suavemente, una eficacia muy limitada, por lo que los fondos con ISIN español tienen poco que hacer. Esto ha obligado a muchas gestoras independientes a tener que deslocalizar sus productos en Luxemburgo, con unos elevados costes asociados y ante la pasividad de muchas instituciones nacionales.
Hemos de tener en cuenta que las gestoras de grandes bancos e instituciones son máquinas de marketing bien engrasadas y tienen una gran capacidad de adaptación de su oferta a las nuevas tendencias, sacando productos que se acoplan a las supuestas necesidades de cortísimo plazo de los clientes: garantizados, fondepósitos, fondos en dólares, fondos monetarios, fondos de horizonte temporal, fondos tecnológicos, biotecnológicos y un larguísimo etcétera. Por ejemplo, con la temática ESG, tan en boga en los últimos años, los bancos han logrado captar 9 de cada 10 euros que han entrado en este tipo de fondos.
A lo anterior hay que añadir que los bancos se han movido con agilidad, ampliando sensiblemente su gama de fondos a través de acuerdos con gestoras internacionales y a costa, en muchas ocasiones, de reducir su estructura de gestión y análisis propia.
Frente a esto, las gestoras independientes tienen una gama de productos más limitada y estable.
También, entre las gestoras de perfil independiente ha habido una sobreoferta, por no decir sobre-intoxicación, de gestión value de tal manera que, indefectiblemente, los inversores asocian la gestión independiente a este tipo de filosofía. Aquí, creemos que conviene hacer dos apreciaciones. En primer lugar, no es del todo cierto. Existe un buen puñado de gestoras independientes que llevan a cabo, y de manera razonablemente exitosa, otro tipo de gestión (tanto en renta fija como en variable) y, en segundo lugar, estos últimos años de excelente comportamiento bursátil no ha habido que romperse la cabeza y ha bastado con tener un ETF sobre el Standard&Poors o Nasdaq para sacar buenas rentabilidades. Este 2022, complicado donde los haya, la gestión activa vuelve a destacar positivamente.
En definitiva, vemos complicado romper la estructura actual de la industria de los fondos de inversión en España. Temas como la educación financiera de las nuevas generaciones, que creemos que es fundamental, no cuentan con apoyo institucional suficiente. Tampoco vemos que diferentes organismos del sector estén muy interesados en cambiar y empezar a dar más peso a las gestoras independientes. Frente a esto, nos quedamos con los excelentes resultados, el empuje y las iniciativas de muchas gestoras que siguen remando contracorriente.
Columna de Alfonso de Gregorio, director de Inversiones de Finaccess Value AV