El primer semestre del año ha dejado fuertes ganancias en las bolsas; así, el S&P 500 ha avanzado un 15,1% y el Nasdaq un 20,9%. Menos en abril, todos los meses se registraron sólidos incrementos, con un promedio del 3,6% en los cinco meses al alza.
La volatilidad se ha hundido y el VIX se mueve en torno a 13-14 puntos, llegando a descender hasta 12 el mes pasado. Sin embargo, el plácido ascenso del primer semestre tiene pocos visos de repetirse en la segunda parte del año.
Las elecciones estadounidenses son el hito más importante de los próximos meses. El primer debate presidencial a finales de junio elevó la incertidumbre sobre la nominación demócrata y, ante la convención del Partido Demócrata en agosto, los nuevos debates programados en septiembre y los nuevos detalles sobre las políticas que se conocerán a lo largo del tiempo, hay margen para las sorpresas, como el paso atrás de Joe Biden como candidato presidencial en favor de Kamala Harris.
En Europa, conocimos el resultado de las elecciones francesas, pero no está claro cómo se va a formar gobierno. En un plano más positivo, cabe señalar que las elecciones suelen provocar volatilidad pero rara vez desbaratan la trayectoria alcista a largo plazo de las bolsas.
La política monetaria es otra área impredecible. En enero, los mercados esperaban que la Fed recortara los tipos seis veces este año y ahora esta cifra se ha reducido a dos. Las acciones siguieron avanzando a pesar de esta decepción, aunque el principal ajuste se produjo en abril, cuando el S&P 500 se dejó un 4,2% y el VIX se disparó hasta 20.
La inflación está resultando ser pertinaz y el mercado podría reaccionar ante sorpresas al alza que amenacen el recorte de tipos de la Fed previsto en septiembre. Parece que estamos sumidos en la dinámica de que “los malos datos son buenos datos”, de tal modo que un deterioro de las lecturas de empleo, crecimiento o actividad se interpretan como factores que elevan la probabilidad de recortes de tipos por parte de la Fed. Sin embargo, si el crecimiento se frena de forma más acusada, las perspectivas de las bolsas podrían enturbiarse.
La estrecha participación en las alzas ha lastrado la rentabilidad en el primer semestre del año, de tal modo que el índice S&P 500 equiponderado ha subido tan solo el 4,1%. En todo caso, la falta de amplitud se ha agravado y el S&P 500 obtuvo una ganancia del 3,6% en junio frente al descenso del 0,5% de su versión equiponderada. Echar mano de los “Cuatro Fantásticos” (Alphabet, Amazon, Meta y Nvidia), que han batido al S&P 500 este año (Nvidia ha sido la que más ha tirado al alza del índice con sus mareantes ganancias del 160%), supone un riesgo para los inversores.
Varios indicadores de valoración se mueven muy por encima de sus promedios (el PER previsto del S&P 500 ronda las 21 veces, frente a una mediana histórica de 18), a lo que se añade un mercado concentrado, un clima político incierto y riesgos relativos a los datos macroeconómicos, por lo que optamos por un enfoque de calidad que pueda soportar mejor la volatilidad. El Reino Unido sigue estando muy barato desde una óptica relativa e histórica y, con un gobierno estable, podrían aplicarse políticas orientadas al crecimiento.
Tribuna de Ilga Haubelt, responsable de renta variable para Europa de Fidelity International.