Las tarifas del transporte marítimo mundial han vuelto a la normalidad después de haber subido durante la pandemia. Es una bendición para las empresas que se enfrentan a un 2024 difícil, pero el impacto en el ya difícil camino de la industria hacia el cero neto se dejará sentir durante más tiempo.
La historia está llena de advertencias sobre las subidas y bajadas. En nuestra sección Chart Room, el gráfico de esta semana trata de los costes mundiales del transporte marítimo desde el inicio de la pandemia y del daño potencial que su propio ascenso y caída pueden causar a los planes a largo plazo de flotas de contenedores más ecológicas.
El primer capítulo es bien conocido: el cierre efectivo de puertos en China, Europa y Estados Unidos provocó un atasco que tardó años en solucionarse. El consiguiente desajuste entre oferta y demanda disparó los precios. Como muestra el gráfico, el coste de reservar un contenedor marítimo de Shanghái a Rotterdam se multiplicó por diez en poco más de un año.
Esto colocó a los transportistas mundiales en una posición extraña: de repente se convirtieron en empresas espectacularmente rentables, con un enorme exceso de efectivo libre para gastar. Hubo voces que clamaron cautela, pero para la mayoría el desajuste de la oferta resultó demasiado difícil de resistir y los grandes del sector encargaron un montón de buques nuevos y más ecológicos, con la vista puesta en avanzar en su extremadamente difícil camino hacia la neutralidad.
Luego vino la caída. La capacidad de los nuevos buques encargados representa cerca del 30% del tamaño de la flota actual. El exceso de oferta resultante ha hecho que los precios por contenedor vuelvan a bajar a tasas que no se veían desde 2016. Mientras tanto, los costes han aumentado, y los cargadores están sintiendo la presión. También advierten de que los precios pueden estancarse en niveles similares durante un período prolongado.
El descenso de los costes del transporte marítimo es una buena noticia para los bancos centrales en la batalla contra la inflación y ayuda a las empresas de otros lugares que luchan contra sus propias presiones. A largo plazo, sin embargo, repercutirá en la capacidad de las navieras para pagar sus planes de transición medioambiental.
Los buques de gasóleo representan una parte sustancial del presupuesto de carbono de la humanidad. Reducir las emisiones a cero neto exigirá una renovación completa de las flotas y el desarrollo de fuentes de combustible alternativas, como el metano verde, el GNL y, con el tiempo, el hidrógeno y la tecnología eléctrica. Los analistas de Morgan Stanley estimaron recientemente que los costes del combustible podrían más que duplicarse y que las tarifas de flete tendrían que subir entre un 20% y un 40% para compensar.
Dicho más claramente, sin beneficios, o al menos sin flujo de caja libre, la tarea se hace extremadamente difícil. La caída de los precios parece algo positivo, pero tiene un coste.
Tribuna de Jonathan Neve, analista sénior de crédito y Patrick Graham, redactor financiero, de Fidelity International.