Aunque la Fed mantuvo los tipos sin cambios en su reunión de junio, el mercado apenas se inmutó al conocerse que el nivel terminal del tipo objetivo de los fondos de la Fed subió 50 puntos básicos durante el mes. Los activos de riesgo siguieron escalando e incluso el amago de golpe de estado en Rusia a finales de mes apenas perturbó los precios de los activos. Entretanto, los tipos de los bonos estadounidenses a diez años siguieron subiendo y se aproximan ya al 4%.
La largamente esperada recesión no ha llegado todavía y los mercados podrían estar suspirando de alivio. Los operadores de bonos esperan otra subida de tipos completa de 25 pb en EE.UU. este año (en la reunión de julio) y asignan una probabilidad del 50% a una última subida en noviembre, para después describir un giro gradual a partir del segundo trimestre de 2024. Se trata de unas perspectivas bastante halagüeñas, suponiendo que, si hay recesión, esta será moderada. Sin embargo, lo que está ocurriendo en los mercados financieros podría estar desvinculándose de las señales que emite la economía real.
A pesar de los tipos de interés más altos, los créditos del sector financiero están creciendo mucho en realidad, aunque esta divergencia no es inhabitual en el sector, dado que la relación es más compleja. El importante volumen de bonos del Tesoro tras el acuerdo sobre el techo de la deuda está desplazando actividad de las repos inversas de la Fed hacia los préstamos dentro del sector financiero. Los bancos están prestando servicios similares a las repos a los fondos, que pueden utilizar el dinero para comprar activos financieros. Eso ayuda a explicar el buen comportamiento de los activos de riesgo, pero no ayuda necesariamente a la economía real.
La magnitud de la inversión de la curva de rendimientos también es una señal de alarma. La inversión que muestra el diferencial entre 3 meses y 10 años es el mayor que hemos visto, superando incluso la de diciembre de 1980, cuando el entonces presidente de la Fed, Paul Volcker, volvió a endurecer la política monetaria y los tipos de interés se acercaron al 20% después de que la inflación se situara en el 14,8%. Después, los rendimientos de los bonos del Tesoro estadounidense a 10 años superaron el 15% y el paro terminó subiendo hasta casi el 11%. Es improbable que se repitan unas condiciones económicas tan extremas, pero la magnitud de la inversión no debe desatenderse.
La inversión de la curva, que pasa por ser un indicador de recesión, también podría autoalimentarse. La inversión pone presión sobre el sector financiero al agravar el desajuste entre los activos y los pasivos, que fue lo que provocó el hundimiento de Silicon Valley Bank en marzo. A la vista de la magnitud de la inversión de la curva, sería una sorpresa si no hay consecuencias y ya han aparecido las primeras señales de tensiones en las empresas.
De acuerdo con la Fed, alrededor del 37% de las empresas no financieras estadounidenses sufre dificultades económicas, cifra que supera la mayoría de los episodios de endurecimiento monetario desde la década de 1970. Pero, de nuevo, esto no está reflejándose en los mercados financieros; por ejemplo, los diferenciales de la deuda corporativa high yield estadounidense se mantienen estables.
Sin embargo, los precios de la deuda pública estadounidense se debilitaron en junio, por lo que siguen
ofreciendo rentabilidades futuras potencialmente atractivas. Las letras del Tesoro de EE.UU. a tres meses y los bonos investment grade de EE.UU. ofrecen un rendimiento superior a la rentabilidad por beneficios del S&P 500.
Tribuna de opinión de Steve Ellis, director de inversiones global del área de renta fija de Fidelity International.
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