La inversión del diferencial entre los bonos a 3 meses y 10 años del Tesoro de EE.UU., que tradicionalmente se ha considerado como el preludio de la recesión, nunca había llegado al extremo en que se mueve en la actualidad. Ello es debido al ascenso del extremo corto de la curva al descontar los inversores en bonos nuevas subidas de tipos este año, después de que hace apenas dos meses pronosticaran tres recortes. El extremo largo está descendiendo, ya que los inversores están aparcando el capital en áreas más seguras y buscando exposición a duración si finalmente hay recesión.
Aunque el mercado de bonos se ajusta de forma acusada a los cambios en las expectativas macroeconómicas, las bolsas siguen subiendo. En junio, el S&P 500 registró nuevos máximos de 52 semanas y técnicamente se encuentra inmerso en un mercado alcista. Esta divergencia entre las acciones y los bonos es claramente apreciable en sus respectivos indicadores de volatilidad. Los índices VIX y MOVE se han desincronizado, ya que el primero sigue tendiendo a la baja, mientras que el segundo se ha disparado este año.
La bolsa parece estar indicando que las perspectivas son halagüeñas, pero surgen señales de alarma si se observa con más detenimiento. A finales de junio, el S&P 500 subía un 16% en el año, pero el equivalente equiponderado solo ha avanzado un 6%. Esta diferencia de 1.000 puntos básicos es prácticamente inédita más allá de los escasos periodos de volatilidad elevada. En el primer semestre, la diferencia fue la más estrecha de la historia, con tan solo el 25% de los valores por encima del S&P 500.
En el sector financiero, el índice S&P 500 Banks se deja un 18% frente a su máximo de febrero. Aunque el mercado no necesita que las entidades financieras tengan una buena marcha bursátil para subir, cualquier sobresalto tendrá repercusiones. La crisis bancaria, que se originó en un desequilibrio entre los activos y los pasivos, se ha contenido pero no ha desaparecido y la exagerada inversión de la curva no hace sino elevar la presión. En Europa, las valoraciones de los sectores cíclicos se han desvinculado del deterioro de los indicadores económicos adelantados, lo que sugiere que el mercado está haciendo caso omiso de los datos negativos.
Más allá de los valores relacionados con la IA, la evolución ha sido mediocre. Existen dos formas de interpretarlo: que el riesgo está aumentando ante la concentración de las rentabilidades o que, dado que la mayoría de los valores no han participado de las ganancias, las empresas podrían recuperar la diferencia. Nuestra visión es más matizada.
Pensamos que el riesgo está aumentando debido a la falta de amplitud en el mercado y a las dificultades económicas, pero también surgen oportunidades de selección derivadas del hecho de que la dispersión de las valoraciones está cerca de máximos históricos, sobre todo en valores de calidad y defensivos que pueden capear una posible desaceleración. La temporada de resultados del segundo trimestre, que comienza a mediados de julio, dará importantes pistas sobre si las empresas tendrán el aguante necesario.
Tribuna de opinión de Ilga Haubelt, responsable de renta variable para Europa de Fidelity International.
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