En seis cortos meses, la preocupación de los mercados financieros sobre la posibilidad de que la reapertura de China alimentase la inflación global se han convertido en temores de que la segunda mayor economía del mundo pueda entrar en deflación. Los precios de producción en China están cayendo a su ritmo más rápido desde 2015, mientras que el crecimiento de los precios al consumo se acerca a niveles bajo cero.
Nuestra Encuesta de Analistas mensual, basada en observaciones realizadas por nuestros analistas sobre el terreno, ha estado proyectando la caída de los costes laborales durante seis meses consecutivos. Las expectativas de costes no laborales han estado cotizando a la baja durante tres meses consecutivos. Ambas proyecciones se sitúan ahora por debajo de los niveles de 2020, lo que refleja la escala del desafío que afronta China para restaurar la confianza empresarial y del consumidor. También hace de China un caso atípico en la economía mundial. A escala mundial, se prevé que los costes laborales aumenten ligeramente, mientras que los costes no laborales se mantendrán estables, aunque las expectativas se han moderado en los últimos meses.
En el centro de esta discrepancia está el mercado inmobiliario de China. Hasta finales del año pasado, China llevaba algún tiempo tratando de contener la creciente deuda del sector, lo que había provocado ondas expansivas en toda la cadena de valor inmobiliaria. Alex Dong, analista de Shanghái especializado en empresas constructoras, informó de «recortes salariales significativos y despidos sustanciales» a medida que se paralizaba la construcción de viviendas.
El sector servicios lo está haciendo mejor. Pero al haber tanto patrimonio familiar vinculado a la vivienda, los consumidores están siendo cautos en el gasto de los ahorros acumulados durante la pandemia. Eric Zhu, analista asociado en Shanghái que cubre compañías de consumo discrecional, afirmó que “los equipos directivos están intentando que sus plantillas sean más eficientes, pero con salarios similares”.
También están sintiendo las consecuencias algunas partes del sector financiero. “El mediocre comportamiento de la bolsa está dañando el trading y el flujo de operaciones”, indicó Qijing Tan, analista asociado de crédito que cubre el sector financiero no bancario, también basado en Shanghái. Tan añadió que la caída de la calidad de activos por la ralentización de la economía también podría poner presión sobre las compañías de leasing. Además, los reguladores están impulsando a la baja las comisiones de gestión. Aunque este último punto está más relacionado con la reforma estructural del sector, los tres son vientos en contra que llevan a recortes en plantillas, bonus y, en algunos casos, incluso sobre el salario base.
Lo que pasa en China no se va a quedar en China. “China, el mayor exportador del mundo, está exportando desinflación”, declaró Peiqian Liu, nuestro economista para Asia. “Mucha de esta desinflación está en el sector de bienes, como los costes en materias primas y bienes intermedios, muchos de los cuales vende China al resto del mundo”. Las materias primas podrían ser un canal por el que exportar deflación. “China influye sobre los precios de una serie de materias primas, tanto como compradora como exportadora”, informó James Richards, analista sénior de industria basado en Londres.
Pero no todo es pesimismo. Las autoridades, que mostraron signos dovish con sus prioridades políticas, todavía tienen tiempo para darle la vuelta a la situación, siendo todavía una opción las medidas para estabilizar el mercado de la propiedad. E incluso si continúa la deflación de costes, es probable que algunas industrias en China se beneficien al volverse más competitivas. Entre ellas están los fabricantes de maquinaria. “Puede incluso que veamos que las empresas chinas ganen más cuota de mercado de sus competidores globales”, afirmó Dong, que también cubre este sector.
Tribuna de Monica Li, directora de análisis de Fidelity International, y Noah Sin, redactor de finanzas de Fidelity International.