Los bancos centrales se han encontrado a sí mismos atrapados en una paradoja monetaria durante gran parte de 2022, luchando contra los peores niveles de inflación en décadas y amenazas de recesión al mismo tiempo. Solo en las últimas semanas aumentaron las esperanzas de que los precios se estabilizaran y la Fed diera un giro a su política monetaria. Ahora que nos dirigimos a 2023, en Fidelity International hacemos un resumen en gráficos a través de nuestra sección Chart Room con aquellos que mejor capturaron la ola inflacionaria.
El año comenzó con subidas de tipos exacerbadas por la guerra de Rusia contra Ucrania, que causó severas disrupciones en las materias primas y en los mercados de la energía. Mientras que se puso mucha atención sobre el suministro de petróleo y gas, el analista de renta variable de Fidelity James Richards hizo un gráfico en marzo que mostraba la escasez de aluminio y subrayaba el riesgo de volatilidad extrema en la cotización de las materias primas que estaba por venir.
A medida que aumentaban las terribles bajas de la guerra, se hacían más evidentes sus repercusiones en la economía mundial, con un aumento de los costes y una mayor perturbación de las cadenas de suministro entre los mayores impactos inmediatos, como documentó la encuesta mensual de analistas de Fidelity International en marzo. De los 147 analistas encuestados en todo el mundo, alrededor del 82% considera el aumento de los costes como uno de los principales efectos de segundo orden de la guerra, lo que constituye una advertencia temprana de graves presiones inflacionistas en 2022.
Después examinamos otros factores estructurales que contribuían a una inflación generalizada y persistente a nivel global. Como escribió en abril el gestor de Fidelity Timothy Foste, las disputas comerciales entre China y Estados Unidos y las consecuencias de la pandemia de Covid-19 jugaron conjuntamente en contra de una tendencia globalizadora que había sido clave para rebajar los costes.
Las tensiones geopolíticas debilitaron las importaciones y exportaciones globales en los últimos años, mientras que las cadenas de suministro sufrieron una gran presión durante la pandemia, obligando a empresas y gobiernos a reflexionar sobre sus dependencias regionales. Después llegó la guerra de Rusia, que exacerbó esta tendencia de desglobalización. El gráfico de Foster ilustró la caída del comercio global después de años de expansión.
A medida que subía la inflación en el segundo trimestre, nuestros analistas anticiparon correctamente una espiral alcista en los salarios que invocó el espectro de la estanflación de los 70. Cerca del 80% de los analistas de Fidelity dijo en la encuesta de junio que esperaban ver crecimiento salarial en los próximos 12 meses en las compañías que cubrían. Estos resultados proporcionaron pruebas sobre el terreno de lo que parecía haber asustado a los banqueros centrales.
Otro peaje de la inflación fue la subida de las facturas energéticas en los hogares europeos. En septiembre, el gestor de Fidelity Alexander Laing compartió sus estimaciones de cómo las facturas de consume de energía en las principales economías europeas podrían dispararse en ausencia de intervención gubernamental. “Lo que importa no es tanto los números concretos, sino la enorme escala de estos incrementos”, escribió. “La carga sobre los consumidores y el efecto sobre la inflación – por ejemplo, a través de la demanda de salarios más elevados o que las empresas repercutan los costes más elevados- es tan grande que es razonable esperar algo de intervención por parte del gobierno”. Y, de hecho, eso es lo que ha sucedido desde entonces.
Entre tanto, aunque la inflación obligó a gran parte del mundo occidental a las restricciones, China estaba bailando a un son diferente y tuvo margen para una mayor relajación monetaria. Como escribió en septiembre la gestora de carteras multiactivos Taosha Wang, China había frenado la tendencia al alza de los tipos liderada por EE.UU., y la divergencia en rentabilidad resultante tenía enormes implicaciones para los inversores de renta fija y los mercados de divisas globalmente.
En otras partes de Asia, el yen se vio afectado por la fortaleza del dólar y los costes energéticos elevados, que erosionaron la balanza comercial de Japón al ser importador de energía. El compromiso con el control de la curva y los tipos de interés ultrabajos pusieron al país en una difícil posición en medio de la subida de la inflación. En octubre, la gestora de Fidelity Charlotte Harrington destacó la creciente diferencia entre los tipos de interés estadounidenses y nipones, y abordó la clásica trinidad imposible que afronta Japón.
En el cuarto trimestre, al final la inflación mostró signos de ralentización, avivando las esperanzas de que la Reserva Federal diese un giro alejándose de las subidas de tipos, quizás al moderar el ritmo o escala de las subidas al tiempo incluso si habla con dureza sobre los tipos terminales. En noviembre, nuestro estratega global macro Max Stainton argumentó que podríamos haber visto ya el techo de las subidas de tipos en Estados Unidos.
Hacia donde van las ventas minoristas, los precios al consumo tienden a seguirlas. Utilizando el dato de ventas minoristas como proxy de la demanda económica general, Stainton estimó que la inflación subyacente de Estados Unidos podría caer del 6,3% de octubre a en torno al 2% para finales de 2023.
Las esperanzas de una inflación más suave han alimentado tanto a acciones como a bonos en las últimas semanas, planteando un tono menos agresivo de cara a 2023. En el largo plazo, sin embargo, esperamos que la inflación se mantenga por encima del objetivo del 2% de la Fed, impulsada por factores estructurales como la descarbonización, la desglobalización y la deuda.
Tribuna de Yi Hu, redactor financiero de Fidelity International.