2021 trajo la recuperación en la que muchos habían depositado sus esperanzas. Las empresas reabrieron, los trabajadores volvieron a sus oficinas y los más valientes de nosotros incluso nos fuimos de vacaciones, pero nadie podría describirlo como un “retorno a la normalidad”, rodeados como estamos por unos precios energéticos desbocados, unos niveles de deuda elevados y un crecimiento que ya ha dejado atrás sus máximos.
Estas condiciones incrementan el riesgo de que se produzca un error de política monetaria durante los próximos doce meses, cuando los bancos centrales y los gobiernos tendrán que enfrentarse a varias encrucijadas que traen a la memoria los dilemas a los que se enfrentaban los personajes de Trampa 22, la novela de 1961 de Joseph Heller, sin perder la confianza de los mercados. Uno de estos dilemas es cómo endurecer la política monetaria y poner coto a la inflación sin asfixiar la recuperación. Otro es cómo lidiar con el encarecimiento de la energía ahora que el mundo está haciendo la transición hacia una economía con bajas emisiones de carbono. Afinar la política monetaria para desenmarañar estas dinámicas en conflicto no resultará fácil.
Inflación persistente
A pesar de los mensajes de los bancos centrales sobre la transitoriedad de las presiones inflacionistas, algunas subidas de los precios parece que persistirán debido a los bloqueos de las cadenas de suministro y la desglobalización y, a más largo plazo, debido al coste derivado de los esfuerzos por alcanzar la neutralidad en emisiones de carbono. Dejar que la espiral inflacionista se descontrole solo contribuirá a agravar el problema más adelante, pero ponerle freno de forma contundente podría dañar un crecimiento que ya está frenándose. En conjunto, esperamos que los tipos de interés se mantengan en niveles bajos durante más tiempo, a pesar de los incrementos de los precios y el deseo de los bancos centrales de reducir las compras de activos con relativa rapidez. Se necesitan tipos de interés ultrabajos para mantener el sistema a flote, toda vez que los niveles de deuda son más altos en la actualidad que durante la Segunda Guerra Mundial.
El énfasis de China en la economía real
China, entretanto, parece decidida a adoptar un modelo económico orientado a la economía real en el que se reduzca la deuda y se aborden las desigualdades, en lugar de reaccionar ante los descensos de los activos financieros. Eso debería ser positivo para los mercados a largo plazo, ya que aumentaría el riesgo moral y permitiría a los inversores valorar los activos de forma más precisa.
Sin embargo, la política monetaria del país podría lastrar el crecimiento mundial en 2022 y las expectativas de consenso podrían revisarse a la baja.
El impacto del clima en las asignaciones de activos
La necesidad de reflexionar sobre el impacto de los factores relacionados con el clima en las asignaciones de activos aumentó en 2021 y se agudizará en 2022. Los importadores de combustibles fósiles desean mejorar la seguridad energética, mientras que los inversores se han lanzado a la búsqueda de soluciones contra el cambio climático y nuevas tecnologías en previsión de un reposicionamiento más radical de la economía. La concienciación de los gobiernos nacionales con el cambio climático es fuerte y están multiplicándose las políticas para luchar contra este fenómeno, pese a que no puede garantizarse la cooperación internacional. Sin embargo, eso no facilitará en modo alguno los retos que plantea el cambio de los hábitos de consumo y esperamos muchas piedras en el camino hacia la neutralidad, algunas de las cuales todavía no están descontadas. A la vista del posible aumento de las correlaciones entre los valores cotizados en 2022, en Fidelity pensamos que los mercados no cotizados siguen ofreciendo perfiles de crecimiento alternativos a los inversores a largo plazo, sobre todo en el área de la ecologización de los activos contaminantes.
Una selección de bonos y acciones de Asia debería actuar como elemento diversificador, mientras que algunas áreas (más infravaloradas) de las bolsas y mercados inmobiliarios de los países desarrollados podrían ofrecer protección frente a una inflación moderada. La dinámica del dólar estadounidense El entorno que rodea al dólar estadounidense está cambiando, ya que el país depende más de extraños amistosos que compren su deuda. El billete verde podría beneficiarse de una postura más defensiva en 2022 si la volatilidad aumenta.
Sin embargo, si China y Japón aceleran la reducción de sus exposiciones y/o ascienden por la curva de rendimientos, preocupados por los debates sobre el techo de la deuda, el déficit presupuestario de EE. UU. y los elevados niveles de oferta monetaria, entonces en algún momento la Fed podría verse obligada a ofrecer tipos más altos para atraer a los compradores internos. Al mismo tiempo, los estímulos presupuestarios se reducirán en 2022, lo que podría tensionar la renta de los hogares y tirar al alza del desempleo, sobre todo si los precios de la energía se mantienen en niveles elevados. Los bancos centrales podrían encontrarse de repente con que no les queda otro remedio que desdecirse de sus mensajes de reducción de la liquidez. Si no dan marcha atrás, entonces se podría activar “la trampa”: los mercados podrían empezar a creer que la inflación alta podría prolongarse mucho más, lo que desembocaría en una nueva valoración del riesgo conforme vaya avanzando el año.
Tribuna de Andrew McCaffery, CIO de gestión de activos en Fidelity International.
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