Algunos se han fijado en la gripe española de 1918, mientras que otros han comparado este periodo con el hundimiento repentino de 1987, la quiebra del fondo de inversión libre Long-Term Capital Management en la década de 1990 o el arranque de la Gran Depresión en 1929, pero como Howard Marks, de Oaktree Capital, declaró la semana pasada, retomando su famoso análisis de 2008: “Nadie lo sabe”. Simplemente, son demasiadas las relaciones y demasiados los árboles de decisión que deben calcularse entre los desenlaces negativos y los menos negativos. Las máquinas carecen de datos y los humanos carecen de potencia de procesamiento, lo que crea volatilidad en los mercados.
Reedición del Plan Marshall
Sin embargo, una de las cuestiones esenciales que conviene ponderar desde una perspectiva histórica es el calibre de los estímulos fiscales y los programas de inyecciones monetarias directas. Para ello, tal vez el precedente histórico más similar sea el Plan Marshall, con el que EE.UU. resucitó la economía europea tras la Segunda Guerra Mundial.
Imaginen invertir en 1945. Japón y Europa estaban arrasadas, Rusia había perdido más del 15% de su población y las perspectivas no podían ser más sombrías. Sin embargo, de las profundidades de esta destrucción surgieron los milagros económicos de Alemania y Japón y el inicio de la excepcionalidad estadounidense.
Los 15 billones de dólares que se prometieron para reconstruir Europa en el marco del plan representaban alrededor del 5% del PIB de EE.UU. A tenor de los últimos anuncios, no me sorprendería que alcanzáramos niveles similares, entre el 2% y el 5% del PIB en forma de estímulos fiscales, antes de que queden atrás los efectos de la pandemia de coronavirus.
Poder creciente de los gobiernos
Igualmente importantes fueron los cambios sociales y culturales que se desarrollaron desde la guerra y contrarrestaron los efectos negativos de la destrucción, la desunión y la muerte. La prioridad única de los gobiernos era mantener el empleo en niveles elevados. A consecuencia de ello, el poder de los gobiernos aumentó, al igual que la dependencia de las personas de ellos.
Un elemento clave de la recuperación de Europa occidental fue la fusión entre capitalismo y socialismo para crear un “capitalismo compasivo”. Y podríamos asistir a cambios similares que provoquen un desplazamiento del equilibrio de poder entre el capital y el trabajo en favor del segundo.
Los niveles tendrán incentivos para mantener los elevados niveles de empleo y en una sociedad interconectada se puede conseguir mucho rápidamente. Sin embargo, para que funcione a escala planetaria se requiere alguna forma de liderazgo coordinado. EE.UU. desempeñó esta función después de la guerra, pero ahora la pregunta es si este país es capaz o está dispuesto a hacerlo en esta ocasión, o si el liderazgo procederá de otra región del mundo, como China.
Otro factor a considerar es la forma en que los gobiernos abordan las ayudas a la economía y si después se quedan al margen o se vuelven omnipresentes. Tomando prestada una idea de mi historiador económico favorito, Russell Napier, aunque para las empresas en dificultades podría ser atractivo aceptar deuda de los gobiernos, es mejor aceptar capital, ya que entonces todos los intereses están en mayor consonancia y no agravamos los problemas del pasado.
Rentabilidades en un mundo menos malo
Desde el punto de vista de los inversores, plantear estas preguntas puede ayudar a aclarar ideas sobre la dirección futura de los mercados. Los inversores puramente fundamentales probablemente sientan vértigo ante la volatilidad a corto plazo en los mercados. Parafraseando a Ben Graham, actualmente el mercado parece estar votando mucho y no pesando lo suficiente.
Sin embargo, a medio y largo plazo, cuando la situación se estabilice, podríamos encontrarnos en un entorno similar al de 2009. En esa recuperación, la mejor alternativa fue vender todo lo que hubiera sido defensivo en 2008 (empresas de calidad con poca deuda) y comprar todo lo cíclico que hubiera sobrevivido. Aunque el corto plazo podría ser incierto, un inversor que piense a tres o cinco años vista podría plantearse comprar negocios cíclicos de alta calidad con cotizaciones hundidas, suponiendo que los Planes Marshall monetarios y fiscales acudan al rescate.
Trayendo a colación lo que podría describirse como uno de los principios básicos de la filosofía de inversión de mi compañero Anthony Bolton, “cuando más dinero se gana en la bolsa es cuando las cosas pasan de mal a menos mal”.