Los inversores están de los nervios. Apenas nos hemos alejado de año nuevo y los mercados ya se han visto sacudidos por la mayor fluctuación del franco en toda su historia, la victoria electoral de un partido populista en Grecia que exige renegociar las relaciones del país con la Unión Europea, más evidencias de la desaceleración en China y la preocupación de que el petróleo barato sea el reflejo la debilidad de la demanda mundial en lugar de una guerra abierta entre los productores. En este contexto incierto los inversores esperan una acción coordinada de los bancos centrales; sin embargo, parece que esta vez los políticos van a moverse en direcciones opuestas.
Los stock pickers que esperan que este año sea una transición indolora hacia un mundo en el que los bancos centrales y la liquidez jueguen papeles secundarios en las rentabilidades de determinados activos se verán probablemente decepcionados. Toda esta incertidumbre está haciendo más difícil a la Fed decidir cuándo es mejor subir los tipos de interés en lo que será el primer paso de llamada «normalización» de la política monetaria, mientras Europa y Japón siguen comprometidos con programas de estímulo.
Recientemente los mercados emergentes han sufrido de nuevo. En los últimos seis meses lo que ha sido una narrativa de lenta recuperación se ha vuelto una vez más en un ejercicio de averiguar cuál es la parte débil. Como depredadores aislando la parte más débil de la manada, los vendedores en corto ya han decidido qué divisas, bonos y acciones de los mercados emergentes son los seleccionados.
Muchos de los argumentos que sostienen los críticos han rondado la idea de que una subida del dólar hace que los activos en las partes «de mayor riesgo» a nivel mundial sean menos atractivas para los inversores internacionales. Los países que dependen del capital extranjero para suplir las lagunas de sus déficits por cuenta corriente están bajo presión y el incremento de los tipos de interés en Estados Unidos obliga a las economías emergentes a hacer lo mismo pese a que su crecimiento sea lento.
Todo esto es verdadero, hasta cierto punto. Pero las economías emergentes siguen creciendo más rápido que la mayoría de los países desarrollados y lo van a hacer durante muchos años más. Las economías emergentes están en mejor forma hoy porque comenzaron a reducir sus déficits por cuenta corriente tras el inicio del tappering en 2013, cuando la sugerencia de poner fin a las políticas de estímulo de la Fed causó pánico. Entonces, los mercados emergentes subieron los tipos de interés, por lo que tras el desplome de los precios del petróleo que han desatado las presiones deflacionistas, en realidad, tienen espacio para recortarlos. La mayoría de los países emergentes están bien posicionados para manejar la última tempestad.
Sin embargo, entre los emergentes ha surgido ahora una nueva preocupación: el nivel de deuda corporativa en moneda extranjera. El argumento es el siguiente: desde la crisis financiera mundial, las empresas de mercados emergentes se han atiborrado de deuda barata, especialmente de deuda en dólares. Así que con el dólar (y ahora el franco suizo) al alza, estas empresas se enfrentan a pagos de deuda cada vez más caros, mientras los ingresos siguen siendo lentos y no muestran signos de recuperación inminente.
Los números, sin duda asustan. Desde 2009 hasta el año pasado, el endeudamiento denominado en dólares del sector privado en los mercados emergentes aumentó más de un 100%. Dicho de otra manera, en más de 1 billón de dólares. Con el recuerdo de la crisis financiera mundial aún fresco para muchos, lo cierto es que los riesgos del exceso de deuda no deben ser tomados a la ligera.
Sin embargo, estas cifras deben ser reevaluadas en el contexto adecuado. Mientras que algunas economías aún pueden considerarse «emergentes» en términos de gobernanza y liberalización del mercado, por su tamaño rivalizan ahora con los más grandes. El ejemplo obvio es China, que, según esa medida, superó a Estados Unidos el año pasado como la mayor economía del mundo.
Todos los mercados emergentes crecieron rápidamente en las últimas dos décadas y si tenemos en cuenta el tamaño de estas economías, surge una imagen muy diferente. De hecho, la deuda externa de los mercados emergentes, como porcentaje del producto interno bruto ha sido notablemente estable -alrededor del 40%- desde 1995. Mientras tanto, este dato en el sector privado se ha mantenido casi plano en el mismo período y sigue estando muy por debajo del 10%.
Eso no quiere decir que no sea un problema. Los niveles de deuda -el nivel total de todos los préstamos – necesitan ser monitorizados cuidadosamente. No olvidemos que la mayor parte de la deuda de los mercados emergentes todavía está denominada en monedas locales. Pero no creemos que los actuales niveles de deuda externa representan específicamente un riesgo sistémico.
Otra razón para nuestro punto de vista se debe a que, gran parte de esta deuda en moneda extranjera está vinculada al endeudamiento de las empresas de materias primas, en especial las del sector de petróleo y gas. Las fuertes caídas en los precios de las materias primas son un problema, pero también es una industria en la que un endeudamiento en dólares se corresponde con ingresos en dólares, por lo que el peligro de un desajuste monetario del tipo que vimos en la crisis asiática de 1997-1998 se reduce en gran medida.
Por supuesto, la deuda inmobiliaria china de alto rendimiento es ahora el centro de atención tras el impago de Kaisa Group Holdings, con sede en Shenzhen. Las empresas chinas se han convertido en algunas de las mayores emisoras de deuda en moneda extranjera. Pero los inversores todavía reconocen que, en esta ocasión, han sido los problemas específicos de la empresa los que han llevado a esta situación y el pánico no se ha diseminado. Todavía confiamos en la capacidad de las autoridades de controlar los niveles de deuda.
El próximo año planteará muchos retos en muchos mercados, no sólo en el mundo en desarrollo. Sin embargo, creemos que la mayoría de los mercados emergentes van a poder disfrutar de unos bajos precios del petróleo y las empresas continuarán progresando en sus recortes para operar de manera más eficiente. Claro, la confianza de los inversores sigue siendo pobre y esto no va a ayudar con la salida de capitales, pero con el valor en libros muy por debajo de las medias de 5 y 10 años, creemos que hay un montón de valor.
Devan Kaloo es director de mercados emergentes globales en Aberdeen Asset Management