Facebook se ha convertido en una parte imprescindible de nuestra vida social, cultural, económica y política. Ahora quiere ser nuestro sistema de pagos global. Así lo anunció la semana pasada la Asociación Libra (liderada por Facebook) con el libro blanco sobre el proyecto de creación de la nueva criptomoneda llamada libra y su correspondiente monedero digital, Calibra.
A la primera divisa digital bitcoin le han seguido muchas otras: Ethereum, Dodgecoin, Litecoin, Ripple, XEM, Dash, Monero, Petro, etc. Y aparentemente, tan pronto como en la primera mitad del 2020, vamos a tener una más. Pero atención, no va a ser exactamente «una más». Se parece más a una moneda fiduciaria que a una criptodivisa. Es decir, cuando ya teníamos el patrón oro relegado a los libros de historia económica, aparece el todopoderoso Facebook con la creación de una divisa digital respaldada por una cesta de activos financieros.
Facebook no está solo en esta aventura. Compañías como Visa, Mastercard, PayPal, Uber, Spotify, eBay, Vodafone, Booking, Mercado Pago y Thrive Capital, se encuentran entre las 28 fundadoras de la Asociación Libra, que manejará la libra, y que esperan llegar a 100 antes del lanzamiento oficial de la moneda digital. Si a la credibilidad de un consorcio formado por estas empresas le unimos el alcance de los 2 320 millones de usuarios activos mensuales con los que cuenta Facebook (un tercio de la población mundial), no es difícil imaginar el potencial alcance de esta nueva criptomoneda.
El uso de la tecnología blockchain para la libra no la equipara en muchos aspectos a las otras divisas digitales conocidas en la actualidad. Todo lo contrario. El libro blanco de la libra niega el anonimato y el secretismo de las transacciones y ya han confirmado su trabajo conjunto con los reguladores financieros para evitar situaciones de blanqueo de capitales y evasión de impuestos.
Otro punto clave de diferenciación es el respaldo de una cesta de activos financieros de baja volatilidad como depósitos bancarios y deuda soberana a corto plazo denominados en divisas estables, como el dólar, el euro, el franco suizo o el yen. Ahora bien, tendremos que confiar en que la Asociación Libra va a mantener esos activos, que van a registrarse las transacciones, que la libra va a ser fungible, etc. A fin de cuentas, la misma credibilidad que le otorgamos hoy en día a un banco central, aunque con dos diferencias significativas: Facebook es privado, pero mantendrá unos activos subyacentes, y los bancos centrales son organismos públicos, pero no mantienen activos que respalden totalmente su emisión de moneda.
Obviamente ya están surgiendo reticencias y polémica en relación con temas como la privacidad de datos y el uso de la información en un proyecto de este calado. No olvidemos que Facebook posee un archivo gigante de personas de las que sabe prácticamente todo. Siguen en la memoria de muchas personas las multas que ha cosechado en la Unión Europea por este tipo de cuestiones y el escándalo de Cambridge Analytica, la consultora que usó indebidamente información de 87 millones de usuarios de Facebook.
Tras el anuncio de la creación de la libra, es inevitable que reflexiones que ya llevan un tiempo rondando sobre las criptomonedas se acrecienten. Por ejemplo, las implicaciones para los bancos centrales y la política monetaria de la generalización del uso de un sistema de pago como la libra, con tecnología de blockchain, pero objetivo opuesto a otras monedas digitales como el bitcoin. A simple vista, podría parecer un intento de minar el poder de los bancos centrales. Pero curiosamente, como ya ha apuntado algún analista, en una situación de crisis económica podría potenciar los efectos de tipos de interés negativos, ya que se eliminaría la posibilidad de acumular dinero físico y otras maneras de evitar los tipos negativos.
Según el libro blanco de creación de la libra, se trata de «una simple moneda global e infraestructura financiera que empodera a miles de millones de personas». Por el momento, tan solo un proyecto incipiente. Sin duda, interesante.
Tribuna de Meritxell Pons es directora de Asset Management en Beta Capital Wealth Management, Crèdit Andorrà Financial Group Research.