La deuda emergente suele ser sinónimo de mayor riesgo. No cabe duda de que los mercados emergentes son más sensibles a los flujos de capitales a escala mundial y su contexto económico y político —que habitualmente presenta una mayor volatilidad— hace que los inversores en el universo emergente exijan una prima de riesgo más elevada.
No obstante ello implica que las empresas emergentes suelen esforzarse más para atraer inversores. En el nivel más básico para un emisor de bonos corporativos, esto pasa por ofrecer una rentabilidad superior a la de sus contrapartes de los mercados desarrollados, pero también por hacer entender a los inversores que hay muy poca diferencia entre invertir en bonos corporativos emergentes y hacerlo en bonos de una empresa similar de un mercado desarrollado. Por tanto, con el paso del tiempo, los estándares de gobierno corporativo han mejorado y están convergiendo con los del universo desarrollado.
En términos globales, las compañías emergentes tienden a ser más conservadoras en el plano financiero que las desarrolladas. La tabla que figura a continuación muestra que la ratio de apalancamiento (deuda/fondos propios) de las empresas emergentes es inferior a la de sus homólogas estadounidenses. Igualmente, las firmas del universo emergente tienden a mantener más efectivo en sus balances que las compañías estadounidenses.
En nuestra opinión esto crea una gran oportunidad, dado que los inversores pueden aprovechar las rentabilidades relativamente elevadas que ofrecen los bonos corporativos emergentes al tiempo que invierten en empresas con unos balances y unos fundamentales de beneficios más sólidos que algunas de sus homólogas desarrolladas.
Columna de opinión de Steve Drew, director de Renta Fija Corporativa Emergente de Henderson Global Investors.