Los ETFs y los fondos comunes de inversión (FCI) son parientes cercanos, pero no son lo mismo. Su estructura es diferente y satisfacen necesidades distintas. Los fondos de inversión tienen 90 años de historia mientras que el lanzamiento formal de los ETFs data de 1990, en Canadá.
Cuando vemos volumen a nivel mundial, los FCI tienen uno que representa 80 veces el PBI Argentino mientras que el volumen de los ETF es de “sólo” 20 veces el del PBI de la Argentina, los que equivale a un volumen de 10 billones de dólares (o “trillions” en inglés). Sin embargo, la industria de ETF más que duplicó su volumen en los últimos tres años. Firmas que tradicionalmente se dedicaron a gerenciar fondos comunes de inversión hoy son, al mismo tiempo, administradoras de ETFs.
Tal como mencionamos al principio, ambos instrumentos son en esencia similares en el sentido de que diversifican un portafolio a bajo costo para el inversor, pero tienen importantes diferencias operativas. A su vez, los dos tipos de activos permiten al inversor tercerizar en una gerencia profesional el trabajo de diversificar un portafolio sujeto a las restricciones impuestas por el reglamento del FCI o el objeto del ETF.
La mayor diferencia entre ETFs y FCI es que los precios a los que los inversores venden y compran participación en estos últimos se determina al final del día. Por su parte, los ETFs tienen formato de acciones y sus precios se determinan en cada operación en función de la oferta y demanda, de manera que se puede comprar y vender en el día generando un resultado para el inversor.
Por otra parte, los ETFs no tienen costos explícitos, sino que se trabajan como “expense ratio”, es decir que se deduce el proporcional diario y está ya implícito en el precio del activo. Típicamente, los ETFs que siguen estrategias pasivas tienen expense ratio bajo, mientras que los manejados de manera activa suelen cobrar relativamente más.
La Argentina no cuenta con ETFs locales. No hay posibilidad de comprar en el mercado un vehículo que siga al índice Merval u otro índice de la bolsa de comercio local. Tampoco se puede comprar un título que siga bonos soberanos en pesos o dólares ni otra clase de bonos, ya sea corporativos o provinciales, por medio de un ETF. Ese trabajo en la Argentina lo hacen los fondos comunes de inversión.
Sin embargo, a principios del año 2022, el regulador autorizó a cotizar CEDEARs –Certificados de Depósito Argentino, que son certificados de depósito de acciones listadas en el extranjero– de ETFs. Es decir, a través de un certificado de depósito se puede acceder en el mercado argentino a comprar ya no una sola acción americana (o su equivalente) sino el ETF que siga el S&P 500, el Nasdaq 100 o muchos otros.
Esta medida generó algunas controversias: (i) le da un poder a los ETFs que los fondos comunes de inversión no tienen (levantar dinero local para invertir en el exterior); (ii) la legislación argentina – Ley 24.083 y resolución de la CNV N°286/96– impide a un fondo del exterior hacer oferta pública en la Argentina; (iii) pérdida de “know how” local, al darle prioridad de inversión en el exterior a un jugador no registrado.
Más allá de estas distorsiones en la regulación, uno de los principales problemas radica en que los ETFs ofrecen un producto muy similar a los fondos comunes de inversión, pero los fondos locales no tienen la posibilidad de diversificar sus carteras internacionalmente. Si bien creemos que la nueva regulación tiene poco tiempo de vida, se activó la necesidad de analizar en mayor profundidad esta nueva industria y sus implicancias para el mercado argentino