Los últimos años en Europa se han caracterizado en gran medida por unas tasas de crecimiento y unos tipos de interés bajos. Dado que el panorama del comercio mundial se ha debilitado especialmente durante el año 2015, la postura de consenso ha pasado directamente a considerar el año 2016 como un «corta y pega» del año anterior. 2015 también ha sido un año en el que la complejidad que caracteriza a la Unión Europea, tanto en lo que respecta a su marco de gobierno como a sus políticas, ha vuelto a concentrar la atención de los inversores, que han dado más peso a los argumentos que insisten en negar el potencial cíclico a consecuencia de factores estructurales.
Sin embargo, se puede argumentar que el crecimiento económico sorprenderá positivamente en la zona euro gracias a la mejoría del consumo, ya que no solo el empleo, sino también, y muy importante, el crecimiento de los salarios, están aumentando. Obviamente, en una región tan heterogénea este efecto no será uniforme, pero se sentirá con la suficiente amplitud como para repercutir en los indicadores de crecimiento e inflación, hasta el punto de que la situación comenzará a parecerse a una recuperación normal, más que a una depresión permanente.
No obstante, esta visión positiva sobre el crecimiento económico no se traduce matemáticamente en una visión optimista sobre los niveles generales de los índices bursátiles, aunque ciertamente invita a tener una visión ligeramente más favorable. Suscribir la idea de que la visión del mercado cambie de «estancamiento persistente» a «normalidad sorprendente» conlleva más bien la posibilidad de que se dé un entorno en el que el liderazgo actual del mercado se vea amenazado. Dentro del proceso de normalización que está produciéndose, la volatilidad de las acciones está aumentando frente a la volatilidad del conjunto del mercado, lo que crea oportunidades para los inversores especializados en selección de valores.
¿De dónde pueden venir noticias más positivas?
La dificultad de una visión más positiva sobre el crecimiento económico de Europa estriba en articular los grandes catalizadores. Históricamente, Europa se ha beneficiado principalmente del comercio mundial y los malos datos, especialmente durante los últimos seis meses, sugieren que se debería descartar casi completamente este catalizador.
Creo que el crecimiento de los próximos años provendrá principalmente de un proceso de normalización en el que el empleo (que se vio afectado sustancialmente durante la crisis de deuda pública de 2011/2012) mejore hasta el punto de que los salarios aumenten en términos reales, y la confianza general en la solvencia de los estados, las instituciones y los hogares crezca hasta el punto de que el efecto multiplicador (que brilla por su ausencia) por fin regrese.
También podríamos ver un buen comportamiento continuado de las economías de la región que han impulsado reformas políticas tras la crisis de deuda pública, especialmente para poder aprovechar el potencial positivo de la debilidad de la moneda única y el coste relativamente bajo del suelo y la mano de obra. España e Irlanda parecen haber emergido no sólo con un crecimiento fuerte, sino también con un crecimiento de mejor calidad que en los años anteriores a la crisis financiera. A las reformas de muchas economías importantes de Europa todavía les queda mucho camino por delante y los efectos generalmente se sienten después de un tiempo. Sin embargo, a pesar de la complejidad del panorama político, creo que la dinámica en esta dirección es lo suficientemente fuerte para continuar.
Alemania es clave para el cuadro general por varios motivos. En primer lugar, el desarrollo continuado y positivo de su economía en 2015, a pesar de la falta de recuperación del comercio mundial y también del fuerte deterioro de muchos mercados en vías de desarrollo, debería empezar a poner en tela de juicio la idea de que Alemania es una economía que depende íntegramente de la producción industrial y las exportaciones de productos terminados.
Ahora que las perspectivas de crecimiento salarial en toda la economía están aumentando y que las rentabilidades positivas de la bolsa y los inmuebles en los últimos años están fomentando un mayor deseo de «propiedad», el consumo podría ser un factor positivo, tanto internamente como para el conjunto de la región. En segundo lugar, aunque política y socialmente plantea problemas, el flujo de inmigrantes a la región, en especial a Alemania, alejará necesariamente la postura del gobierno de la austeridad, lo que elevará el crecimiento a corto plazo. A su debido tiempo, esto obligará a los inversores a replantearse el potencial de crecimiento a largo plazo de una economía en la que la vieja idea de las tendencias demográficas negativas puso de nuevo en tela de juicio los argumentos a favor de un crecimiento económico autosuficiente.
¿El fin de la relajación cuantitativa?
Una posible consecuencia de lo anterior podría ser que el panorama de la inflación a finales de 2016 sea muy diferente del que tenemos actualmente. Si aceptamos que existe un impacto desinflacionista subyacente derivado de la tecnología y los nuevos modelos de negocio que aprovechan sus capacidades, un cambio positivo en los salarios reales y la anualización de la fuerte caída de los precios de la energía podrían hacer que el crecimiento de los precios se acerque mucho más a la media a largo plazo. De ser así, aumentaría bastante la presión sobre el BCE para que comience a reducir progresivamente su programa de relajación cuantitativa, dado que el efecto de la relajación cuantitativa sobre la economía real todavía suscita gran diversidad de opiniones. A diferencia de Japón, donde existe un mayor consenso entre las autoridades en el sentido de que la relajación cuantitativa es la estrategia adecuada para devolver a la economía a la senda del crecimiento, dentro de las autoridades europeas conviven suficientes voces discordantes como para dar pie a un cambio hacia una estrategia más normal en la política monetaria.
Paras Anand se incorporó a Fidelity como responsable de renta variable europea en enero de 2012.