El año pasado supuso un desafío para la construcción de cartera y la rentabilidad. Si lo ponemos en perspectiva, entre 2009 y 2017, el análisis de Amundi muestra que, de media, cada año el 76 % de las principales clases de activos (incluyendo los ligados a la inflación, distintos bonos gubernamentales regionales, renta variable, divisas y materias primas) registraron desempeños positivos. En 2018, la historia cambió y ahora afrontamos un año sin precedentes en el que menos del 20 % de los activos han transitado un terreno beneficioso.
Los mercados han comenzado a tener en cuenta la ralentización del crecimiento global y las condiciones de liquidez más rígidas, en un contexto político más complejo de lo esperado, marcado por las disputas arancelarias y el populismo. Las consecuencias principales de esta nueva narrativa han sido las vulnerabilidades en las áreas más presionadas del mercado -como son los valores de crecimiento de las acciones y los mercados de crédito- y las circunstancias idiosincráticas de Argentina, Turquía o Italia.
De cara a 2019, las políticas de los bancos centrales serán, de nuevo, cruciales para determinar el sentimiento del mercado. Dada la ralentización del crecimiento económico y las débiles condiciones financieras, que la Reserva Federal estadounidense se alejase de un mayor endurecimiento monetario daría algo de oxígeno a los mercados. Además, lo más probable es que el Banco Central Europeo se encuentre cada vez más incómodo con una subida de tipos en ese escenario. Mientras, el riesgo de cometer errores en las políticas se mantendrá alto: ¿Cómo de lejos puede llegar Donald Trump con su política comercial? ¿Qué consecuencias podría tener en los precios y los márgenes empresariales? ¿Puede mantenerse el crecimiento de China? Todos ellos son elementos que pueden potenciar la volatilidad, pero también pueden llevar a mayores oportunidades en el mercado.
Creemos que, al menos en la primera parte de 2019, habrá espacio para asumir más riesgos en algunas áreas del mercado, dadas las atractivas valoraciones y el hecho de que ya ha quedado atrás la mayor parte del repricing de las rentabilidades de bonos. Que haya signos de una actitud más dócil por parte de la Fed podría representar un desencadenante positivo adicional. Creemos que una perspectiva constructiva en relación a los ingresos respaldará una recuperación en las acciones basada en la rotación temática.
Por ello, continuamos recomendando una visión selectiva, con el foco puesto en la calidad y las valoraciones (y, más avanzado el año, en los dividendos) de forma generalizada, con el mercado de renta variable estadounidense como opción central. Más adelante, buscaremos puntos de entrada para beneficiarnos de las dislocaciones de precios. Algunas zonas de interés son Europa, una vez haya desaparecido el riesgo relacionado con las elecciones al Parlamento Europeo del próximo mayo, y los mercados emergentes, cuando se disipe la amenaza derivada de la subida de los tipos de interés y de un dólar fuerte y haya signos de una ralentización en Estados Unidos.
Ante un contexto de incertidumbre económica y política, continuaremos centrándonos en el manejo de los drawdowns, ya que la conservación de capital será la máxima prioridad de los inversores. Esto supone seleccionar valores y bonos con bases sólidas que podrían ser más resistentes ante las crisis del mercado y evitar la concentración en las áreas más arriesgadas del mercado, donde la sostenibilidad de los rendimientos podría estar amenazada.
Tribuna de Pascal Blanqué, Chief Investment Officer del grupo Amundi, y Vincent Mortier, director adjunto de Inversiones