El día de San Valentín se remonta al siglo XIV y, aunque su verdadero origen sigue siendo un misterio, esta celebración del amor ha llegado hasta nuestros días. Sin embargo, los más pragmáticos y disciplinados advierten del peligro de verse arrollados por tanto romanticismo.
La idealización romántica es un riesgo muy real. Para evitar «enamorarnos» de las acciones en las que invertimos, aplicamos un enfoque disciplinado por el que solo invertimos en empresas que rindan un 25% más que el índice FTSE World; en cuanto el rendimiento cae por debajo de ese umbral, las vendemos. Imponerse una disciplina objetiva resulta esencial, ya que nos protege frente a un mal demasiado común: la manipulación de la tesis de inversión.
Cuando una inversión funciona y la valoración aumenta, es fácil encontrar nuevas razones que justifiquen el aumento de la valoración y así poder seguir invertidos en esa acción «ganadora» que nos tiene enamorados. En realidad, lo que ocurre es que la asimetría del perfil de rentabilidad-riesgo de la inversión original se está moviendo en la dirección contraria.
Estadísticamente, que la asimetría entre la rentabilidad y el riesgo muestre un sesgo a nuestro favor nos proporciona cierto margen de seguridad frente a las incertidumbres del futuro. Sin embargo, si esa asimetría cambia, aumentan las posibilidades de que la inversión acabe decepcionando.
Dicen que el amor es ciego, por lo que puede ser muy difícil darse cuenta de que estamos actuando así. Por eso es necesaria una disciplina objetiva que nos ayude en cierto modo a protegernos, para que no nos rompan el corazón.
Este San Valentín, creemos que los inversores deberían centrarse en empresas de calidad capaces de generar robustas rentabilidades totales y dividendos sostenibles gracias a una adecuada asimetría entre la rentabilidad y el riesgo. Tradicionalmente, las empresas de calidad ofrecen un perfil de rentabilidad-riesgo marginal pero, en un entorno de mercado cíclico, las correcciones generalizadas lastrarán indiscriminadamente a muchos valores, creando oportunidades para invertir en modelos de negocio de calidad a precios atractivos.
Seguimos defendiendo y seleccionando cuidadosamente esas atractivas fuentes de rentas, para lo que aplicamos nuestra estrategia al pie de la letra. Así, si el perfil de rentabilidad-riesgo de nuestras inversiones se deteriora, nuestra disciplina nos obliga a vender, lo que impide que acabemos idealizando a las empresas.