Seis años después del estallido de la gran crisis financiera, que ha sido tratada con remedios monetarios radicales, el mundo se enfrenta a un periodo de transición decisivo. Este año, hemos destacado en numerosas ocasiones las causas de este avance inexorable hacia un periodo de mayor inestabilidad.
El reciente repunte de la volatilidad en el precio de los activos financieros considerados como «sin riesgo» ha inaugurado este periodo de transición mundial. La falta de visibilidad sobre los efectos colaterales de los últimos sobresaltos de la crisis griega constituye claramente otra vicisitud. Si bien varios bancos centrales, como el BCE, siguen mostrándose muy activos, su capacidad para seguir desempeñando el papel de supresores de los riesgos en los mercados se ve ahora amenazada por la perspectiva de un repunte gradual de la inflación y su impacto en los mercados de renta fija.
Las gestoras de activos deben plantearse su preparación para gestionar, sin perjuicios para sus clientes, este nuevo periodo de incertidumbre y su capacidad para seguir aprovechando en paralelo las oportunidades a largo plazo que surjan (desde importantes innovaciones tecnológicas en ciertos sectores hasta las renovadas aspiraciones internacionales de China).
La gestión de los riesgos de mercado a todos los niveles en un periodo de transición es tan necesaria como compleja.
Es necesaria porque afecta a los elementos que determinarán quiénes son los ganadores y perdedores a largo plazo. El error sería conferir tanta importancia a reducir al máximo la volatilidad a corto plazo que nos olvidemos de los factores a largo plazo.
En lo que nos concierne, nos parece esencial, por ejemplo, seguir posicionándonos geográficamente en empresas que sepan aprovechar la amplitud de las reformas aplicadas por la economía china. Otro ejemplo, en el plano sectorial y con la lógica de que sólo hay un ganador (the winner takes it all), tan habitual en el ámbito de Internet, es aprovechar las oportunidades históricas que ofrecen algunos de los grandes ganadores del sector. Seguimos aumentando nuestros esfuerzos para identificar y captar mejor que nunca las grandes tendencias clave del futuro.
No obstante, la gestión de los riesgos también es una labor muy delicada. Requiere discernir de forma clara entre los riesgos efectivos —la posibilidad de sufrir pérdidas «permanentes»— y la volatilidad —la sucesión de fluctuaciones que ponen a prueba la sangre fría de un gestor pero que, al final, no son más que humo—. La presión que ejerce la necesidad de desendeudamiento de los Estados, el margen de actuación limitado de los bancos centrales —ya muy dilatado— y las restricciones que imponen las normativas al sector bancario han debilitado a los amortiguadores tradicionales de la volatilidad. Mientras, la coincidencia de las grandes transiciones anteriormente mencionadas refuerza la inestabilidad intrínseca de los mercados.
Por lo tanto, la nueva era a la que nos enfrentamos exigirá que soportemos un mayor nivel de volatilidad, siendo más disciplinados que nunca en la gestión de riesgos con el fin de poder aprovechar con serenidad las verdaderas fuentes potenciales de beneficios a largo plazo. La aplicación de procesos simples en teoría pero técnicos en la práctica será un factor decisivo para lograrlo: dominar la estrategia Long-Short —que permite generar alfa con poco riesgo de mercado—, los posicionamientos denominados Barbell —que abarcan, por una parte, convicciones sólidas aunque volátiles y, por otra, activos con escasa rentabilidad pero muy estables—, la selección de activos poco correlacionados, las estrategias relativas en diferentes partes de la curva de tipos de interés, el uso de estrategias de diversificación en divisas, etc.
La antropología y la historia de las crisis económicas nos muestran que los grandes periodos de transición siempre han acarreado maldiciones para algunos y grandes oportunidades para otros. La primera condición para formar parte del segundo grupo es utilizar la lucidez para evolucionar, adaptarse, fortalecerse y analizar de forma positiva, sin prejuicios, el universo de posibilidades que se abre ante nosotros.
Este consejo está dirigido tanto a los gobiernos — desde Atenas y Bruselas hasta Moscú y Pekín, pasando por Washington y Tokio —como a los inversores.
Opinión de Didier Saint-Georges, miembro del comité de Inversiones de Carmignac Gestion.