Aunque muchos indicadores económicos de la economía global siguen mostrando dinamismo, un análisis más profundo de los mismos muestran una realidad diferente y que nos llevaría a otras conclusiones distintas a los que hasta ahora se podrían estar tomando. El empleo en Estado Unidos es uno de ellos: aunque mensualmente los datos lucen bien, el trasfondo es diferente. Del último reporte de empleo conocido en marzo (el próximo reporte será el del 5 de abril), hay datos que me llamaron poderosamente la atención. El principal de ellos es la diferencia entre las nóminas (que es realmente el reporte del BLS que se publica mes tras mes) y el de empleos, que es una encuesta enfocada en los hogares.
La gráfica a continuación muestra dicha realidad: por nóminas, se estiman casi 170 millones de ellas, pero por empleo se estima un número de 161 millones; es decir, una diferencia de 9 millones entre nóminas y empleos. ¿A qué podría darse esta diferencia? Bueno, quizá a que muchas personas en EE.UU. tienen dos ó tres trabajos en paralelo, así que mientras las nóminas suben, el número de empleados son los mismos.
Lo anterior se refuerza al observar que, desde febrero de 2023, el número de nóminas temporales se han incrementado en 921.000, a la vez que las nóminas permanentes (esa que sí mide la verdadera salud del empleo) han disminuido en 284.000. Esto se da, por demás, en un ambiente económico en el cual los intereses que pagan los estadounidenses por sus deudas no hipotecarias ya sobrepasan los que pagan por sus hipotecas. Esto refleja que es una sociedad que ya “desapareció” el ahorro que hizo en pandemia, que se vienen endeudando por todo y que pagan unos intereses exorbitantes.
Cuando se unen las dos variables, es decir, un empleo que se mantiene por trabajos parciales, con unas deudas crecientes (y una presión financiera producto de las mismas), se llega a la conclusión de que cualquier tipo de desequilibrio que se llegara a presentar sería una “bomba atómica” para la economía.
He dicho que la economía estadounidense vive de un respirador artificial, que es el creciente endeudamiento del gobierno federal, que ya roza los 35 trillones de dólares, y que ha crecido de manera desbordada desde que se liberó el techo de la deuda (junio de 2023).
Este respirador puede tener una fecha clave y es que el techo de la deuda se vuelve a discutir a mitad de 2025. Creo que dicha negociación va a ser mucho (muchísimo) más ardua que la vivida en 2023. Y que sí, podemos llegar a una parálisis del gobierno federal, situación que sin duda tendría un impacto significativo en los mercados financieros (y creo que, con un gobierno de Trump y un Congreso de mayoría demócrata, esto del techo de la deuda será un tire y afloja muy complejo).
Creo firmemente que no nos escaparemos de una recesión. Creo firmemente que no será nada “soft”. Me preocupa, dicho lo anterior, observar tanta relajación entre analistas e inversionistas… La historia ha mostrado que cuando todo el mundo se relaja, las cosas no salen bien. Y aunque el protagonista de este caso es Estados Unidos, ya sabemos las consecuencias plenas de este escenario: “Cuando allá estornudan, por acá nos da una neumonía”. Y este caso no será diferente: flujos de inversión saliendo, buscando refugio en bonos del Tesoro norteamericano, compra de dólar, caída de los activos emergentes (ahí la deuda y acciones de nuestros países Latam sufriendo demasiado) e inversionistas de manera desordenada buscando respuestas (cuando no pusieron atención a las preguntas). Sí, mucho migrará hacía Estados Unidos, destino por naturaleza de los capitales en esos momentos de desajuste.
Sí, me parece que es momento de ir tomando ganancias y de ir poniéndose mucho más ligero, más enfocado en inversiones líquidas y renta fija de mediano plazo (la cual, cuando empiece la bajada de tasa de interés de parte de la FED, será la más beneficiada). Puede que “perdamos” un par aún de retornos en acciones, pero no se debe ver como una pérdida, sino como un “dejar de ganar”. Sin embargo, en la medida que los acontecimientos se vayan materializando, va a ser la mejor estrategia posible. ¡Y claro, quien de nuestros países lea esto y aún no se haya convencido de que tener una mayor parte de su patrimonio dolarizado, sea esta la ocasión de hacerlo!
Manuel Felipe García Ospina se desempeña actualmente como vicepresidente de Inversiones Internacionales de Skandia. Las opiniones aquí expresadas son a título personal y no representan necesariamente la visión de Skandia sobre los temas tratados.