La recesión de 2020 es el resultado directo de unas políticas públicas globales cuyo objetivo es proteger a la población frente al brote de coronavirus. Esto ha reducido drásticamente el crecimiento, aunque de forma muy diferente a recesiones anteriores. En este blog, analizamos sus continuas consecuencias, con la mirada puesta en 2021.
Esta vez es diferente:
Esta es una recesión provocada principalmente por los servicios: si nos fijamos en el desplome de los servicios frente a la actividad industrial, su singularidad resulta evidente (véase el gráfico abajo). No es de extrañar. El consumo de servicios requiere interacción humana, algo que actualmente se desalienta. De acuerdo con los manuales económicos, esta sería una recesión provocada por barreras comerciales: la actividad del sector servicios se ha prohibido o desalentado, una barrera que ha dado lugar a una recesión.
La magnitud y la naturaleza extraordinaria de esta desaceleración resultan evidentes en el dato del PIB estadounidense total: vemos un desplome récord y ahora el inicio de una recuperación récord (véase el gráfico abajo).
Estas barreras comerciales de los servicios son sumamente eficaces para reducir el PIB. Afortunadamente, la respuesta de los gobiernos de todo el mundo a esta recesión ha sido magnífica. Ha provocado una enorme transferencia patrimonial del sector público al sector privado. Ambos factores hacen que esta recesión sea muy diferente a otras recesiones anteriores. Si nos fijamos en los gráficos siguientes, ¿podrían decir que estábamos en recesión?
Todos estos gráficos muestran la eficacia del sector público para mitigar el impacto económico de las políticas relacionadas con el virus. La Fed también se ha mantenido optimista con respecto a la económica, comparado con recesiones anteriores, según su comentario de su «Libro beige» bitrimestral (cuya denominación más forma es «Comentario resumen sobre las condiciones económicas actuales»). En el gráfico de abajo se muestra la frecuencia relativa con que aparecen los términos negativos (p. ej., «lento», «débil») en los informes de la Fed, muy inferior a la de anteriores crisis.
¿Recesión o depresión?
El desplome del PIB este año ha sido enorme. Por su gran magnitud, quizá deberíamos hablar de una depresión en lugar de una recesión. Por lo general, se acepta que una depresión es un desplome del PIB de al menos el 10% durante dos años. En lo que va de año, ya hemos registrado un hundimiento del PIB de más del 10% interanual. De cara a más largo plazo, ¿estamos en una depresión?
Las probabilidades de una depresión deberían depender de un diagnóstico simple: de la retirada gradual de las medidas públicas en el sector servicios. Esto probablemente dependerá del desarrollo de una vacuna, la atención hospitalaria, los efectos estacionales y la potencia del virus. En los dos primeros ya hay avances, mientras que, al igual que en hechos similares en el pasado, es razonable suponer que el virus llegará a su fin de forma natural gracias a la intervención humana para mitigarlo y controlarlo. ¿Qué tipo de economía tendremos después del virus?
La economía tras la covid-19
Creo que es razonable pensar que la economía vivirá un auge cuando las actividades restringidas vuelvan a permitirse. A diferencia de anteriores recesiones, el balance general de los consumidores no se ha visto tan perjudicado como cabría esperar. De hecho, en algunos casos ha mejorado gracias a las ayudas económicas de los gobiernos (véase el gráfico abajo). Al inicio de 2021, no solo el PIB dejará atrás las cifras del hundimiento del año anterior, sino que además cabe esperar que los gobiernos eliminen las barreras impuestas el año pasado. Además, con la enorme deuda y pocas ganas de austeridad, parece poco probable que los gobiernos y los bancos centrales traten de endurecer las condiciones financieras o preocuparse por controlar el déficit fiscal y la inflación como han hecho en el pasado. Esto, junto con un sector privado sorprendentemente sólido con mucho ahorro y deseo de consumir, podría dar lugar a un fuerte auge económico a corto plazo. Por tanto, la depresión es poco probable.
Una pregunta interesante es si el PIB real volverá al nivel de antes de la recesión. Creo así será en los primeros seis meses posteriores a los eventuales cambios en las políticas públicas. El exceso de ahorro, los consumidores liberados y las pocas prisas de los gobiernos para imponer la austeridad apuntan a un alto crecimiento y un consumo récord.
En los últimos años, ha existido el deseo de erradicar el auge y la crisis económicas. Esperemos que esta vez el ciclo vaya de crisis a auge: una recesión en forma de «t».
Columna de Richard Woolnough, gestor de fondos en el equipo de Renta Fija de M&G Investments