Con la caída del déficit público por debajo del límite del 3% es tentador pensar si la economía francesa está entrando en un ciclo virtuoso. Con un déficit del 2,6% para el año 2017 y del 2,1% para el último trimestre del año, sí, es realmente tentador pensarlo.
De todos modos, si analizamos las cifras y la consistencia de las cuentas públicas con la aceleración del crecimiento en 2017, nuestra burbuja se revienta ya que el perfil del déficit público sigue perfectamente la tendencia del crecimiento, que prácticamente se duplicó entre 2016 y 2017, aumentando de 1,1% a 2%, por lo que las finanzas públicas naturalmente mejoran.
El dilema para el 2018 recae en la meta de reducción del déficit público en momentos en que el crecimiento no se acelera. Si consideramos las expectativas del instituto de estadística francés, INSEE de 0,4% en los dos primeros trimestres del año, el crecimiento en Francia se mantendrá cercano al 2%. Es aquí donde observaremos los efectos reales de la política económica y de la decisión del gobierno de reducir los desequilibrios, por lo que 2018 se perfila como un año interesante en este respecto. La reducción en el déficit público ya no será meramente un efecto directo y sencillo del aumento en el crecimiento.
Analizando el panorama en Estados Unidos, la postura de la Casa Blanca de imponer aranceles a los productos chinos y la reacción de China ante esto influyen en una situación inestable. Por el momento, China ha sido bastante flexible para evitar generar una tensión excesiva, al sugerir cambios en las reglas para los grupos financieros internacionales con participación en empresas chinas de servicios financieros, con la posibilidad de una participación mayoritaria. Sin embargo, las autoridades chinas continúan siguiendo muy de cerca las amenazas de Estados Unidos, y se preparan para tomar represalias si es necesario.
En Italia, la victoria electoral de la Lega y el movimiento Cinco Estrellas se oficializó recientemente al asignar a los voceros tanto para el Senado como para el Parlamento. Entre el 30 de marzo y el 6 de abril, el presidente italiano deberá elegir a un primer ministro que pueda formar gobierno. En virtud del empate entre la Lega y el Movimiento, parece probable que un candidato pueda representar a ambos partidos y conformar un gobierno mayormente anti-Europa, impugnando reformas en el mercado laboral y las pensiones como su plataforma política. Si este es el caso, la situación de Europa estaría a punto de tornarse mucho más inestable y esto resulta un desafío.
Tribuna de Philippe Waechter, economista en Jefe de Ostrum Asset Management, filial de Natixis IM.