Hace unos meses, un gran gestor y amigo, fiel seguidor de la filosofía de inversión en valor, me comentaba que había introducido en su análisis criterios ESG, y que los consideraba una fuente de ventaja competitiva para ciertas compañías. Incluso puso algún ejemplo. Se trata del típico comentario que uno interpreta como justificación de adhesión a una nueva moda, pero, al venir de esta persona, me hizo reflexionar. No solo para las compañías cotizadas donde invertir, sino para el propio negocio de la gestión de activos.
No hay conferencia sobre inversiones que se precie que no trate el tema ESG, ni inversor institucional que no muestre su interés por la adopción de estos criterios en inversiones nuevas, ni diapositiva en presentaciones estratégicas de compañías que no lo mencione. Se están empezando a crear certificaciones en ESG investing y, cómo no, seguro que el regulador entra dentro de poco queriendo definir y asignar ratings universales…
Evidentemente se trataría de una ventaja competitiva nada sostenible al no crear una barrera de entrada duradera, pero la rapidez de implementación puede condicionar la viabilidad del negocio a corto plazo.
Desde el lado de la gestión de activos, debería pasar de ser un tipo de activo específico a formar parte de la filosofía de inversión corporativa. Será un nuevo factor de riesgo a controlar. Sin embargo, y aun siendo una tendencia imparable, a corto plazo se enfrenta a ciertas dificultades:
- Entra actualmente en conflicto directo con la gestión pasiva, donde no existe ningún tipo de filtro ESG en la mayoría de los índices, y por tanto de los fondos que los replican.
- La mayoría de las decisiones de asignación de capital se realizan dentro de las propias compañías, lo que hace especialmente difícil el análisis de las decisiones y el impacto sobre diferentes aspectos como cadenas de suministro o políticas comerciales.
Definitivamente supone un gran riesgo para el gestor de activos no poder tener acceso a un universo creciente de clientes que lo buscan o, en última instancia, perderlos (un gran gestor institucional francés mencionaba recientemente en una conferencia que el 50% de su nuevo negocio está llegando con criterios ESG…). Y también es un gran riesgo para las compañías cotizadas ver un acceso disminuido a los mercados de capitales, lo que al final (aún no ocurre) puede incrementar su coste del capital. En determinados casos, si salta un caso de corrupción por parte de un alto directivo de una compañía, podría desencadenar una oleada de ventas indiscriminadas por parte de estos fondos. Y si el gobierno corporativo no funciona bien, puede comprometer su coste de financiación de una manera mucho más agresiva de lo que estamos viendo recientemente. Y el cliente terminará por exigir un informe donde se analice la actuación de su gestor y el impacto conseguido en determinados casos.
Tribuna de Luis Buceta, CFA, y CIO Banco Alcalá. Responsable de Renta Variable Crèdit Andorrà Financial Group.