Nos encaminamos a una crisis hasta ahora desconocida, y no porque no hayamos tenido otras con anterioridad, o porque seamos incapaces de predecir qué va a ocurrir, sino porque es una crisis totalmente diferente a las anteriormente ocurridas en el mundo moderno.
La anterior crisis sanitaria de envergadura parecida se produjo en mitad de la primera guerra mundial y fue la provocada por la nunca tan mal llamada “gripe española”. En aquel momento una enfermedad ayudó a diezmar aún más una población que se desangraba a causa de la gran guerra mundial, por lo cual los datos económicos obtenidos de aquello no tienen ningún valor a efectos de estudio.
Por lo tanto, si intentamos buscar símiles previos que nos permitan predecir acontecimientos, eso que tanto decimos los economistas que hacemos, pero que en realidad tanto miedo nos da hacer, la actual crisis sanitaria está actuando más como una catástrofe natural que como una crisis económica como las que hemos estudiado o vivido hasta ahora.
En las catástrofes naturales siempre se actúa de la misma manera, en dos fases. La primera, en la que el mundo entero se vuelca. Será porque nuestras conciencias no nos permiten digerir adecuadamente la cena mientras que vemos en las noticias cómo un terremoto o un tsunami ha devastado una zona. En esta, ayudamos a rescatar a los supervivientes.
La segunda, que como no sale en las noticias todos nos olvidamos y por lo tanto nadie ayuda, consiste en reconstruir las zonas devastadas. Es decir, para esta segunda fase, podríamos utilizar la frase de “sálvese quien pueda”. Como no pueden salvarse, estos países pasan directamente a la fase de recesión, donde a día de hoy viven muchos países.
En esta crisis sanitaria, la primera fase del escenario de catástrofe, que es en el que nos encontramos, estamos intentando que la población coma, y en algunos países, no en España, o al menos no de la manera lógica y adecuada, que las empresas sobrevivan.
¿Qué diferencia esta fase de las típicas de una catástrofe natural? Pues que estamos solos, porque les ha pasado lo mismo a todos los países. No esperemos bomberos americanos, ni médicos australianos. Ellos ya tienen lo suyo. Y ¿a qué está conduciendo esto? Pues a que estemos consumiendo los recursos necesarios para la segunda fase, esa en la que, si en una catástrofe natural estás solo, en esta estaremos abandonados, entre otras cosas, porque los otros estarán como nosotros.
En el gráfico adjunto verán que The New York Times descuenta un 100% de posibilidades que EE.UU. entre en recesión (y lo escribo con mayúsculas a propósito) en los próximos 12 meses. Desgraciadamente la economía son matemáticas y raramente los modelos matemáticos se equivocan, y tengo la sensación que esta no va a ser la primera vez.
El domingo 5 de abril The New York Times estimaba que de acuerdo a sus modelos matemáticos el desempleo en los EE.UU., ya era del 13%. El presidente de la Reserva Federal de Dallas se pasó todo el siguiente lunes desmintiéndolo. Llego a decir que no creía que en ningún escenario se llegara a cifras entre el 10% y el 20%.
Pues bien, dos días después los datos oficiales le dejaban literalmente en ridículo, el periódico no se equivocaba y sus modelos matemáticos funcionaban, aunque para desgracia de todos se quedan cortos y las peticiones de empleo superaban ese 13%.
Bastantes días antes el presidente de la Reserva Federal de Saint Louis predijo que esta crisis sería más profunda que la vivida en la gran recesión y que mientras ahí el paro llegó al 23%, estimaba que aquí llegaría al 30%.
Por suerte para todos, vivimos la crisis del 2008 y vimos, no lo hemos tenido que leer en los libros lo devastadora que fue y las consecuencias que dejó. Esto ha llevado a que todos los políticos hayan sacado la chequera para evitar no esa recesión, ya descontada, sino la depresión que puede provocar.
El problema es que no saben qué hacer, al igual que nuestro gobierno en una demostración de una clamorosa ineficacia en la gestión sanitaria, los políticos y las autoridades financieras del mundo entero han sacado toda la artillería a modo de dinero, que honestamente no tengo nada claro que sepan cómo utilizar.
Bueno sí, está valiendo para una cosa: para volver a inflar la burbuja de los mercados de crédito y valores.
¡Ah! Se me olvidaba, la chequera que están utilizando no es la suya, es decir la de los políticos, sino la suya, lector. Así que no se le olvide de que esta ronda la paga usted.
Tribuna de Miguel Ángel Temprano, CEO y director de Inversiones de Orfeo Capital SGIIC