Creo que todos compartimos que el sector financiero ha sido durante los últimos ejercicios el más denostado, tanto por parte del mercado como de la sociedad. Tras la crisis financiera, las medidas del BCE y los juicios, tanto legales como de opinión, la reputación del sector ha quedado hecha trizas.
En términos de valoración, si consideramos la evolución de los diferentes múltiplos que los analistas utilizan habitualmente (Precio sobre Valor Tangible, PER, etcétera) durante los últimos años, así como los beneficios obtenidos, comprobamos que todas las métricas han ido a la baja, lo que se refleja en ROTEs (retorno sobre el activo tangible), que han llegado a caer desde niveles del 20% en 2007 hasta niveles de alrededor del 5% en 2015. Si consideramos que el coste de capital sigue rondando el 10%, podemos inferir que la situación ha sido y es aún complicada para las entidades financieras y, sobre todo, para sus accionistas. En el caso europeo: además de sufrir diversos cambios regulatorios, el entorno de tipos de interés negativos implementado por el Banco Central Europeo no ha favorecido la recuperación, mermando la capacidad de generar beneficio operativo desde el margen de intereses, es decir, el negocio “tradicional” de los bancos.
Sin embargo, dentro de las distintas geografías existen notables diferencias. Bancos de diferentes tamaños, que operan en diferentes regiones y con diversos modelos de negocio, han conseguido, en algunos casos, mantener su viabilidad y ofrecer retornos positivos. Por tanto, y si tenemos en cuenta las consideraciones del párrafo anterior, de las que claramente podríamos inferir que existe valor en el sector, a medio plazo el sector financiero podría ofrecer un recorrido interesante para el inversor. La clave, por tanto, es ser capaz de diferenciar unas entidades de otras, invirtiendo en las de mayor potencial, y evitando las que, previsiblemente, puedan acarrear mayor castigo a los inversores.
Quedémonos entonces con dos conceptos: uno, que las cifras reportadas consisten en medias aritméticas, lo que indica que tenemos entidades financieras en mejor y peor situación; y dos, que podríamos asistir a una revalorización del sector en su conjunto a medio plazo, a partir de la revalorización de las entidades que lo integran.
Si, como inversores en el sector financiero, vemos la luz al final del túnel, se nos presentan distintas opciones para elegir el modo de aprovechar dicha recuperación. La primera, invertir en el sector en su conjunto. Es decir, “comprar” el índice, algo que podemos hacer de dos maneras. O bien invertimos en el propio índice directamente, en caso de que fuésemos un inversor con capacidad suficiente, o bien lo hacemos a través de un ETF que replique el índice financiero elegido, que en el caso europeo podría ser el Stoxx 600 Banks. Como resultado de ello, conseguiríamos un rendimiento igual a la evolución de dicho índice, tanto al alza como a la baja, del que forman parte las entidades financieras más grandes del sector, independientemente de cuál sea su balance, situación de negocio, carteras de riesgos… Lo que, en el caso de producirse alguna quiebra, afectaría a nuestra inversión.
La segunda opción sería invertir a través de la compra de una opción financiera. De este modo, participaríamos de la subida del sector, reflejada a través del índice, pero limitando las pérdidas posibles al importe de la prima de dicha opción. Y, si hubiese alguna quiebra… Igualmente afectaría a nuestra inversión.
La tercera y última opción sería invertir a través de un fondo enfocado en el sector financiero, gestionado por un especialista que se dedique al escrutinio, el análisis y la selección de las compañías en las que invertir, y que, además, gestionase activamente la inversión de nuestros activos. Si bien es cierto que no conseguiríamos limitar la pérdida al coste de ninguna prima, sí podríamos esperar que el gestor, gracias a su expertise, limitase de forma relevante las posibles pérdidas. Además, un fondo nos permitiría participar notablemente de la subida del sector y, lo que es más importante, invertir en aquellas entidades financieras más sólidas, estables y atractivas seleccionadas por el gestor, aquellas que puedan encarar un nuevo escenario a medio plazo de forma más positiva.
Hasta aquí la teoría, sencilla de asumir. El problema se encuentra en su implementación. Las alternativas disponibles para invertir en activos de renta variable del sector financiero no son muchas (actualmente existen algo menos de 40 fondos de inversión especializados en valores europeos, siendo la mayoría globales con gran exposición al mercado americano). Además, suelen presentar una correlación elevada con los principales índices, bien por una encorsetada política de inversión (tracking error bajo) o bien por un análisis demasiado superficial de las compañías, lo que acaba provocando que el gestor se ciña a los principales nombres (active share bajo).
El Fidentiis European Financial Opportunities ofrece las ventajas de una gestión activa, basada en una selección de compañías a partir del análisis de sus balances como premisa fundamental. Análisis que comprende el estudio de posibles operaciones corporativas y se implementa en la gestión del capital de nuestros coinversores. El resultado de dicha gestión activa es una rentabilidad del 0,6% en positivo desde su lanzamiento, en marzo de 2017, frente al -20,7% del índice Stoxx 600 Banks en el mismo periodo. Todo ello convierte a este vehículo en una alternativa óptima para la inversión de todos aquellos inversores que ven potencial en el sector financiero a medio y largo plazo.
Tribuna de Enrique Parra, responsable de Desarrollo de Negocio en Fidentiis Gestión