Tuvimos un verano de grandes movimientos gracias a la guerra comercial, que está afectando en mayor o menor medida a las transacciones comerciales a nivel global. Las últimas semanas se lanzaron amenazas y tweets de ida y vuelta entre Estados Unidos, China y Europa. Las medidas concretas continúan siendo limitadas por el momento, pero podrían comenzar a ser efectivas a principios de julio. El impacto para los socios comerciales podría ser más significativo que para el propio Estados Unidos.
La economía europea es muy abierta y, al igual que la economía China, se dirige hacia una tasa de crecimiento menor. Si los aranceles a la importación que están actualmente sobre la mesa (activos y anunciados), que alcanzan 450.000 millones de dólares, estuvieran implementados de verdad, afectarían a la mayor parte de las exportaciones chinas a Estados Unidos Para mitigar el impacto en la economía, el banco central de China ya ha reducido el ratio de reserva que los bancos comerciales deben mantener, facilitándoles que puedan dar préstamos.
En Alemania, el sector del automóvil ha sido criticado y Daimler fue la primera gran compañía en emitir un profit warning como resultado de la expectativa de menores ventas y costes más elevados como consecuencias de los aranceles comerciales. El precio de las acciones de otro fabricante de coches alemán también sufrió una caída. En este entorno de mercado, la renta variable de Estados Unidos tuvo un mejor comportamiento que la europea y fue la única región que mostró una rentabilidad positiva durante el mes pasado (MSCI US + 0,6% en euros).
De hecho, el Nasdaq Composite Index incluso fue capaz de alcanzar un nuevo máximo histórico. Una vez más, los mercados emergentes se comportaron peor. Los resultados corporativos del segundo trimestre se publicarán en las próximas semanas y las expectativas para las compañías del S&P 500 son elevadas, con un crecimiento de los beneficios del 20% (consenso de los analistas) en comparación con el segundo trimestre del año anterior.
De otro lado, y dando un viro hacia la renta fija, tras formarse un gobierno en Italia con la coalición de la Liga y el Movimiento Cinco Estrellas, se produjo una relajación en el mercado de bonos europeos. El gobierno reiteró su intención de implementar una rebaja de impuestos y una renta mínima, con consecuencias para los presupuestos, pero también confirmó que no está en duda la pertenencia de Italia al euro. La rentabilidad del bono alemán a 10 años subió como consecuencia al 0,50%, al mismo tiempo que el rendimiento del bono italiano descendió. No obstante, se mantiene un punto porcentual más alto (alrededor del 2,75%) que antes de la crisis.
Para el resto de países periféricos, los tipos se han normalizado en gran medida. Después de la reunión del BCE, que indica un enfoque prudente, y la reanudación de las fricciones comerciales, el rendimiento del bono alemán volvió a caer para cerrar el mes alrededor del 0,3%. La rentabilidad del bono americano a 10 años fluctuó en un margen bastante estrecho, entre el 2,8% y el 3%, en el cual se encuentra desde hace varios meses. El diferencial entre la rentabilidad a 10 años y a 2 años cayó 30 puntos básicos más, el menor nivel desde 2007.
La rentabilidad de los bonos a corto plazo estuvo impulsada por la política de mayores tipos de interés de la Reserva Federal, al mismo tiempo que la de los bonos a largo plazo se redujo debido a que los inversores están buscando seguridad en sus inversiones. Los diferenciales de los bonos corporativos de nuevo se incrementaron en un movimiento general hacia las inversiones más seguras.
Tribuna de Johan Gallopyn, Investment Desk Analyst en Bank Degroof Petercam.