A medida que las economías de todo el mundo empiezan a recuperarse y empiezan a regirse por las normas previas a la crisis, sigue faltando una pieza en el rompecabezas: la inflación.
La curva de Phillips es un modelo utilizado por los bancos centrales que describe la relación inversa entre la tasa de desempleo y la inflación de los precios al consumo. La teoría es la siguiente: a menor tasa de paro, mayor inflación (al aumentar los salarios). No obstante, esta teoría económica ha quedado en entredicho por la prolongada baja inflación, junto a unos niveles muy bajos de desempleo: lo más insólito que los mercados y los bancos centrales han observado en los últimos tiempos.
La Reserva Federal (Fed), el Banco de Inglaterra (BoE) y el Banco Central Europeo (BCE) han creado comisiones de expertos para estudiar las causas de esta relación inesperada y no deseada entre el crecimiento y la inflación, y para investigar las implicaciones que esto tendrá en la regulación; hasta ahora, han identificado una combinación de factores a corto y a largo plazo. Los precios de las materias primas y los tipos de cambio causan estragos en la inflación a corto plazo, pero con el tiempo suelen compensarse.
La preocupación principal es entender qué podría estar causando la depresión a largo plazo de la inflación, y así, resolver el rompecabezas de la ruptura de la curva de Phillips. El motivo más ampliamente aceptado de esta divergencia es la globalización, aunque nada sucede de manera aislada en el mundo real, hay que tener en consideración otros muchos factores.
La globalización no es la única fuerza
La globalización es una dinámica estructural clave que mantiene la inflación reducida en las economías desarrolladas. Los estudios han demostrado que «a medida que las cadenas de valor mundiales se amplían, la competencia directa e indirecta entre las economías aumenta, haciendo que la inflación doméstica sea más susceptible a la brecha de producción global. Esto puede afectar a los pros y contras a los que se enfrentan los bancos centrales al gestionar la inflación.
La curva de Phillips se creó cuando las economías estaban más orientadas a sus mercados internos y el reducido nivel de desempleo llevaba, lógicamente, a aumentos salariales e inflación de precios. Sin embargo, con el progresivo crecimiento de la globalización, los salarios se mantienen bajos debido a la competencia del mercado laboral mundial.
Este hecho ha sido destacado por la Fed y el BoE en discursos recientes e indica que las economías han pasado a una curva de Phillips mundial tras haberse extrapolado de las nacionales. Entonces, ¿por qué nos empeñamos en volver a los niveles de tipos de interés e inflación previos a la crisis, cuando los mercados eran distintos?
El carácter transformador de la tecnología
La economía colaborativa es otro de los cambios que han tenido un efecto deflacionista y que no están recogidos en los indicadores tradicionales de la inflación. Los consumidores de hoy buscan las mejores ofertas y las empresas como Uber y Airbnb son ejemplos perfectos de las nuevas formas de consumo de bienes y servicios. Sencillamente, ¿por qué comprar un producto cuando puede alquilarse o incluso compartirse con otra persona por una fracción del precio?
Este cambio ha mantenido los precios bajos mientras se ha producido un cambio en la demanda. La rapidez en la aparición y el crecimiento de las empresas de economía colaborativa aumenta a diario debido a que los avances tecnológicos permiten que nuevos participantes se introduzcan en el mercado y trastornen las «empresas tradicionales», haciendo posibles una serie de cosas que creíamos imposibles.
Los bancos centrales tendrán que encontrar la manera de seguir el ritmo de estos cambios si quieren entender realmente el creciente de información imperfecta que está afectando a la inflación. De hecho, el desarrollo de nuevas tecnologías se suma a las presiones deflacionistas existentes en numerosos sectores.
Cambios en el empleo y los sindicatos
El cambio en la manera en que la gente entiende el trabajo se ha denominado ‘ocasionalidad’ (casualisation en inglés): el paso a trabajos menos estructurados y más orientados a las funciones. Cada vez hay más gente que trabaja a tiempo parcial o que tiene un trabajo compartido, lo cual forma parte de la evolución de la ‘economía colaborativa’. Se ha apuntado que ‘este cambio repercute en la calidad del trabajo existente en la economía, incluso cuando la cantidad llega a unos niveles que no se habían registrado desde hacía muchas décadas’.
En este sentido, todo ello explica en gran medida por qué los niveles de desempleo no reflejan la situación real del empleo y, por lo tanto, retrasan el aumento de los salarios. En el Reino Unido, por ejemplo, en torno a un 43% de la mano de obra trabaja por cuenta ajena, a tiempo parcial o con contratos temporales o con contratos de cero horas; estos trabajadores son los que ejercen presión sobre los salarios de la mano de obra en general, junto con los sindicatos.
Como cada vez menos gente se afilia a sindicatos en los EE. UU., el Reino Unido y Europa, los salarios han ido menguando hasta unos niveles mínimos, lo que ha contribuido a la falta de inflación salarial. Esta dificultad de los trabajadores para incrementar los salarios se ve agravada por la globalización, que reduce la capacidad de fijación de precios de la mano de obra a escala nacional, debido a la competencia y a la amenaza de relocalización de las empresas a un lugar más barato.
La política desempeña su papel
La inflación en EE. UU. se ha visto afectada por la apreciación del dólar tras la elección del presidente Trump y la decepción de que sus políticas no estén materializándose con la facilidad prometida. Además, se ha visto acentuada por la bajada de los precios de las materias primas, consecuencia de la política económica china, que han añadido presión a la inflación.
Para que se observe un repunte de la inflación, Trump tendría que cumplir sus promesas políticas en la forma de un estímulo fiscal considerable, lo que parece cada vez menos probable dado que la derogación de Obamacare está retrasando la reforma fiscal.
Mientras esperamos con impaciencia que los políticos lleguen a un acuerdo, la inflación seguirá cayendo y alejándose del objetivo del 2%, aunque tenemos esperanza en que la escurridiza inflación salarial aparezca. Cada vez que la inflación no llega al 2%, se debilita la credibilidad del Comité de Mercado Abierto de la Fed, algo que, según Janet Yellen, podría ‘provocar que las expectativas inflacionistas cambien e inflación real y actividad económica sean más volátiles’.
Conclusión
En conjunto, poco importa realmente si el largo periodo de baja inflación se debe a la globalización, a la tecnología, al declive de los sindicatos o a la necesidad de cambiar la medición del desempleo. La cuestión crucial es que unos niveles de inflación reducidos continuados por debajo de los objetivos podrían implicar que cualquier conmoción negativa requiera que los bancos centrales adopten más medidas de estímulo, cuando los tipos están ya cerca del límite inferior de cero.
En un mundo de incertidumbres, la gestión activa es, posiblemente, la mejor manera de desenvolverse en estos mercados cuando podemos ver claramente que los modelos tradicionales no logran interpretar qué está sucediendo en la economía. Nuestra ventaja de disponer de una perspectiva mundial nos permite identificar y captar las ineficiencias económicas y del mercado, y gestionarlas adecuadamente para nuestros clientes.
Mark Burgess es vice-director Global de Inversiones de Columbia Threadneedle.