Habida cuenta de las concesiones realizadas por la Unión Europea a David Cameron en febrero, si Reino Unido decidiese abandonar la Unión Europea el fracaso sería aún mayor. Este hecho también sentaría un precedente simbólico aunque un tanto ambiguo.
En cualquier caso, el Brexit crearía una confusión importante y generaría incertidumbre aunque todo dependerá de las decisiones posteriores. Las consecuencias para la Unión Europea son gestionables. Reino Unido es la segunda economía más grande de la región y representa un 16% del PIB, en comparación con el 21% de Alemania o el 15% de Francia. El dato más significativo radica en que el 44% de la actividad comercial de Reino Unido se realiza con la Unión Europea mientras que tan solo un 8% de las exportaciones comunitarias tienen a Reino Unido como destino. Algunos productos intermedios británicos, como los químicos, representan el 15% de las exportaciones totales de la Unión Europea.
Por tanto, parece evidente que la Unión Europea tiene menos que perder que Reino Unido y Bruselas debería, por sus propios intereses, mantener una posición firme (el sentimiento antibritánico a Reino Unido podría aumentar). En cualquier negociación posterior al Brexit, la Unión Europea haría que Reino Unido pagase un alto precio por su decisión.
Al mismo tiempo, el Brexit podría avivar en un primer momento el euroescepticismo que se ha visto alimentado por el ascenso de los partidos populistas. Sin embargo, las verdaderas consecuencias de que Reino Unido abandone la Unión Europea deberían disuadir a los euroescépticos.
Si no hay Brexit…
Si Reino Unido elige permanecer, las consecuencias del juego político de David Cameron tendrían seguramente un fuerte impacto en el funcionamiento de la Unión Europea. Las concesiones que hábilmente obtuvo en su reunión con Bruselas han perjudicado a la Unión Europea al abrir la puerta a una Europa ‘a la carta’. Los partidos euroescépticos están ganando terreno en casi todo el continente y podrían convertir el referéndum sobre la pertenencia a la Unión Europea en uno de sus emblemas.
De hecho, la Unión Europea tiene dos puntos débiles. En primer lugar, cuenta con una estructura institucional bastante compleja y difícil de entender por los ciudadanos. Y a pesar de que la Unión Europea ha supuesto crecimiento y estabilidad, no ha conseguido acabar con la desigualdad entre países o entre sus poblaciones. En los países escandinavos, Alemania, Austria y Reino Unido, que disfrutan de un mayor crecimiento, el sentimiento nacionalista y el populismo están creciendo entre quienes se sienten excluidos y consideran que las buenas condiciones económicas son un imán para la inmigración. Y en los países más golpeados por la crisis financiera, las políticas fiscales y presupuestarias más recientes han afectado muy seriamente a la percepción de Europa como una fuerza positiva.
Conclusión
Como en otros países comunitarios, la opinión pública sobre Europa se ha polarizado más allá de las divisiones tradicionales. El resultado es que las cuestiones sobre política doméstica no deberían ser tan decisivas en la votación. Sin embargo el electorado se enfrenta a la posibilidad de un gran salto al vacío y a una decisión que será imposible de rectificar durante un tiempo considerable.
Según el portal web Number Cruncher in Politics, dedicado al análisis de encuestas, la probabilidad del Brexit ha caído hasta situarse por debajo del 20%. La campaña se está dirigiendo generalmente en contra del Brexit y esto ayuda a explicar por qué la libra se ha recuperado. La falta de claridad en torno a las consecuencias fundamentales que supondría abandonar la Unión Europea podría movilizar al electorado que busca entender lo que está en juego. De hecho, a día de hoy los votantes no están satisfechos con las confusas indicaciones que se han dado sobre las negociaciones con la Unión Europea que seguirían al Brexit. Para el electorado indeciso, el camino más fácil no pasa por el Brexit y su falta de convicción les llevará a decantarse por el statu quo. Los acontecimientos inesperados a corto plazo podrían, por supuesto, influir en el voto en el último minuto. Los ciudadanos nunca se han movido exclusivamente por decisiones racionales, pero los factores emocionales a día de hoy no parecen lo suficientemente fuertes como para asegurar el voto mayoritario por la ruptura y la incertidumbre.
En el momento más agudo de la crisis de deuda soberana, estábamos convencidos de que el euro sobreviviría porque representaba a un proyecto político. El riesgo de que un partido anti europeo llegue al poder en algún país miembro seguirá siendo una fuente de volatilidad durante los próximos años. El voto a favor de permanecer en la Unión Europea sería una señal de que las fuerzas centrífugas no siempre son tan poderosas como podríamos temer. Y esto también supondría un buen impulso para la Unión Europea.
Columna de Philippe Uzan, director de Inversiones en Edmond de Rothschild AM (France)