Años atrás existieron dos sectores que, en su conjunto, podría afirmarse que equilibraban la balanza. Por un lado estaban las operadoras de telecomunicaciones, castigadas por la commoditización de la voz, con regulaciones adversas e ingentes inversiones que por lo general no eran relutivas en lo que a retornos de la inversión se refiere. En el lado contrario, las tecnológicas, compañías que se benefician de altas economías de escala, falta de regulación en sus respectivos sectores, vacíos legales en algunos casos y saneadas situaciones financieras en términos generales.
En nuestra opinión, y tras años de pérdida del favor de los inversores, la balanza podría reequilibrarse en favor de las telecomunicaciones tradicionales. A nuestro modo de ver, ello forma parte de un movimiento de mercado mucho más amplio: el paso de un mercado growth -donde se prima el crecimiento del top-line por encima de todo y no tanto la generación ajustada de caja- a otro donde lo más relevante sea la diferenciación y sostenibilidad del negocio en el medio/largo plazo, los amplios márgenes recurrentes junto con un nivel prudente de apalancamiento derivado de unos tipos de interés en tendencia ligeramente positiva tanto en EE.UU. como en Europa.
Las recientes caídas del precio de las acciones de algunas tecnológicas de EE.UU. como fue el caso de Facebook tras la vulneración de la privacidad de datos de Cambridge Analytica podrían suponer la antesala de un derating tecnológico (por supuesto con excepciones en función de la calidad de determinadas empresas) y rerating de operadores de telecomunicaciones tradicionales.
En paralelo, la puesta en marcha del nuevo mercado único digital en la UE que regula los sectores digitales y en algunos casos equipara sus actividades a las de sus homólogos de negocios tradicionales. Además del cambio de visión del gabinete de Trump y el regulador de las telecomunicaciones estadounidense –FCC, al frente fue nombrado Ajit Pai, un ex directivo de Verizon- de cara a la anulación del principio de neutralidad de la red por el cual las operadoras tenían por obligación ofrecer un servicio no discriminatorio a cualquier usuario o empresa que emplearan sus redes sin importar el ancho de banda que requirieran dándose colapsos por el uso masivo de servicios digitales como el vídeo on- streaming HD/4K -Youtube, OTTs,…-.
Hasta nuestros días, las operadoras de telecomunicaciones han destinado elevados capex al desarrollo de redes tanto en banda ancha fija -redes de nueva generación como la fibra- como móvil -3G/4G- LTE/5G-, compra de espectro de frecuencias –es para el sector de las telecomunicaciones lo que para una petrolera un yacimiento- y ahora producción in-house de contenidos, compra de derechos deportivos, conectividad y asistencia en casa, cloud, seguridad, IoT y líneas M2M,…
¿Dónde residen las claves a nuestro modo de ver para que las telecomunicaciones recuperen el esplendor de antaño? En la adaptación y posicionamiento en sectores nicho. Por un lado, el viraje hacia la monetización de esos últimos servicios convergentes citados con anterioridad con una menor dependencia de la voz tradicional regulada en la mayoría de los casos y; por otro, en la puesta en valor de sus infraestructuras -torres de telecomunicaciones, redes fijas, centros de datos, call-centers, cables submarinos,…- ofreciendo una mayor visibilidad a los inversores acerca de éstas. Para ello, los operadores podrían optar -y, de hecho, ya lo están haciendo- por realizar spin-offs y compartición de las mismas. Se están viendo operaciones de compra de ciertos activos como torres de telecomunicaciones en las cuales se pagan elevadísimos múltiplos EV/EBITDA -por sus altamente recurrentes ingresos y bajos costes de financiación- que permiten poner en valor este tipo de activos dormidos en balance-. De hecho, pensamos que empresas tecnológicas podrían interesarse por la compra de redes con el objetivo de cerrar la cadena de valor de sus actividades.
La UE cada vez debería ser más consciente de lo estratégicas que son las telecomunicaciones para sus intereses y los de los consumidores si es que no quiere verse rezagada de cara al desarrollo masivo de la nueva tecnología 5G. Ésta previsiblemente estará completamente operativa antes en EE.UU., China y Japón y permitirá el desarrollo de aplicaciones tan relevantes como la robotización, telemedicina, conducción autónoma, inteligencia cognitiva, realidad aumentada…
Algunas medidas que solventarían esta situación serían: entorno regulatorio estable y que incentive el retorno de la inversión en el sector; equiparación de regulación entre tecnológicas y negocios tradicionales junto con la reducción de la competencia -Europa tiene más de 50 grandes operadores frente a los tres grandes operadores estadounidenses- que acelere la racionalidad del mercado.
Tribuna de Eduardo García Argüelles, analista de GVC Gaesco.