Las palabras «tecnología» y “disruption” se han convertido en sinónimos en los últimos años. Parecería ser que ninguna innovación vale la pena si no se derriban las viejas instituciones y en su lugar se levantan unas nuevas, mejores y más eficientes. transporte público, venta minorista, hotelería – son algunas de las industrias de una larga lista, que a regañadientes son arrastradas al siglo XXI.
Luego tenemos el venerable mundo de la banca. Posiblemente no haya otra industria que sea tan prometedora o tenga tanto potencial de desarrollo. Con su creciente poder adquisitivo y economía, tal vez no haya un mercado tan propicio para la disrupción como América Latina. La banca en todo el mundo de habla hispana, ha sido durante décadas, incluso siglos, patriarcal y de una práctica provincial. Las instituciones locales prestan a las personas que conocen, las familias con las que tienen una relación. Estos vínculos financieros se construyen a menudo de generación en generación y se transmiten de padres a hijos.
Por desgracia para la vieja guardia, en el entorno actual de vertiginosa innovación, la tradición no es una buena excusa para mantener a un banco en el negocio.
Innovar o Morir
Administración de dinero, inversiones, finanzas personales y del hogar, préstamos hipotecarios, pagos y toda las líneas de productos de la banca se prestan para la revolución móvil impulsada en América Latina a través de los smartphones. Algunas instituciones financieras han encontrado nuevas maneras de liderar el cambio. Citi lanzó una Competencia de Innovación Móvil para América Latina a través de la cual salió a la búsqueda de nuevas ideas sobre aplicaciones. Una de ellas, utiliza el envío en tiempo real de mensajes al cliente a través del cual le llegan ofertas de productos a medida, basados en sus preferencias de compra y directamente a sus teléfonos móviles.
Otros bancos han creado programas de fidelización con aplicaciones que pueden capturar información de los gastos y a su vez les permite a los clientes monitorear su progreso en tiempo real dentro del programa. Tarjetas de débito y de crédito, son el elemento básico de la “Banca 1.0” que están en peligro de extinción en la medida en que los desarrolladores generan nuevas formas más seguras para reemplazarlos con funciones del teléfono.
En el último escalón de la economía, los no bancarizados o consumidores poco bancarizados (alrededor de 2.500 millones de personas en todo el mundo) están usando los teléfonos “poco inteligentes”, que son los de bajo costo, para poder empezar a tener acceso al sistema financiero. Muchos de los 2.500 millones viven en América Latina.
La competencia en la banca digital es feroz, y va en aumento. Pero hay competidores que están mejor posicionados que aquellos que siguen haciendo caso omiso a la revolución tecnológica que se desarrolla ante sus propios ojos.
Impulsando la Adopción
Hasta este momento, gran parte de la conversación se ha centrado en la adopción. Es decir, ¿serán los consumidores de América Latina capaces de seguir los pasos de sus pares de América del Norte, Europa y Asia en la revolución de la banca digital? ¿Será suficiente que una pequeña porción de usuarios de smartphones sirvan como punto de apoyo para financiar aplicaciones locales? iOS, el sistema operativo de los productos móviles de Apple, incluyendo el iPhone y el iPad, ha demostrado ser una plataforma popular para el desarrollo. Datos demográficos sugieren que los usuarios de iOS tienden a ser posibles consumidores ubicados en un estrato con alto nivel de ingresos. Ahora bien, ningún analista serio cree que estos productos premium proliferarán en toda América Latina en el corto plazo.
Sin embargo, hay más de un smartphone en la ciudad. Cada vez más, la plataforma Android se está convirtiendo en un referente en América Latina. Hay que tener en cuenta que en el año 2012, el sistema operativo a código abierto representaba alrededor del 47% de los usuarios móviles en el mercado. En los últimos dos años esa cifra ha tenido un gran crecimiento, llegando a un 61,3% dejando muy relegados a iOS y BlackBerry en segunda y tercera posición y otros software regionales completando el cuadro.
¿Por qué estos números son de interés? La respuesta reside en el hardware y la optimización. Samsung, Sony, LG, Motorola y otros fabricantes utilizan Android. Este aumento de la competencia entre los fabricantes de teléfonos hace bajar el precio de los mismos, haciendo que estos modelos sean accesibles para el consumidor promedio de América Latina a un precio más bajo.
Esta es una gran noticia para las instituciones financieras que buscan estar a la vanguardia de la revolución tecnológica de la banca ya que les permite dedicar recursos para desarrollar una gama de productos móviles para la plataforma Android. El dominio de Android, por otra parte, proporciona una gran oportunidad para la actualización, que posibilita lanzar nuevos productos sin desdoblar recursos.
¿Usuarios? No hay duda
El contar con una masa crítica de usuarios de teléfonos celulares listos para comenzar a utilizar dispositivos móviles, representó en algún momento un obstáculo para la innovación. Las tabletas han gestado el cambio. Hoy, en México, Brasil y Argentina, el uso de 3G se ha disparado un 100%, 400% y 800% si tomamos como referencia los últimos seis años. La cuestión ahora no es si existen o no los usuarios, pero si los bancos van a responder y actuar.
El fracaso de los bancos en la región, irónicamente, se debe a su éxito. Los bancos en América Latina, a partir de la reciente recesión económica, han ido en contra de la tendencia mundial y pese a eso han seguido creciendo. Este éxito ha dado lugar a un cierto grado de autosuficiencia, una aversión a la innovación.
Esto tiene que cambiar. El desafío de la industria hoy es ampliar su mercado, identificar y servir a una mayor cantidad de consumidores y empresarios. Y esos clientes que están ahí fuera, en gran parte en los mercados emergentes de América Latina, como Colombia, Brasil y México quieren ser bancarizados. La pregunta es ¿quién va a captar esta demanda?
Aquellos que administran dinero deben ser sabios en recordar que mientras las actividades bancarias son necesarias, los bancos no lo son.
Artículo de opinión de Ray Ruga con motivo de la celebración en Miami de FintechLatAm.