El crecimiento económico mundial probablemente se mantenga en niveles relativamente bajos en 2016, pero el riesgo de recesión sigue siendo reducido en un entorno en el que el crecimiento de los mercados desarrollados está aguantando bien. Aunque el efecto negativo derivado de una demanda internacional débil en líneas generales probablemente lastre el comercio y las manufacturas en 2016, el consumo de los mercados desarrollados probablemente siga impulsando el crecimiento, ya que la conjunción de las mejorías generalizadas en los mercados laborales y las bajas tasas de inflación está impulsando el poder adquisitivo. Estados Unidos y el Reino Unido previsiblemente crecerán a tasas similares a las de 2015 (ligeramente por encima de sus respectivas tendencias), aunque podríamos ver cierta aceleración del crecimiento en Europa y Japón.
Políticas monetarias divergentes
La continuación de la expansión monetaria en Europa y Japón a lo largo de 2016 contrastará con el arranque del ciclo de endurecimiento monetario en EE.UU. y el Reino Unido, lo que generará divergencias en las políticas monetarias. La obsesión de los mercados con el momento de la primera subida de tipos de la Fed en 2015 era un reflejo de las dudas sobre el impacto de estas divergencias y sobre si la economía mundial estaba preparada para unas condiciones financieras más restrictivas. Sin embargo, el punto más importante en el ciclo de política monetaria actual es que el ritmo de las subidas de tipos probablemente será lento y la trayectoria muy plana en 2016. Esto debería permitir a las economías seguir creciendo por ahora al tiempo que contienen la inflación, que preveo que continuará siendo baja durante todo el año.
En emergentes, la diferenciación es clave
Las condiciones en los mercados emergentes seguirán siendo difíciles debido al mismo conjunto de obstáculos que lastraron el crecimiento en 2015. La desaceleración de la demanda china sigue pesando en los exportadores emergentes, especialmente en los que suministran bienes o servicios a los sectores de la «vieja economía» de China. Unos precios estructuralmente más bajos en las materias primas son la causa del deterioro del sector exterior y los saldos presupuestarios en los países exportadores de estos materiales, una situación agravada a menudo por las depreciaciones cambiarias. Por último, la reducción del endeudamiento y unas condiciones financieras, en general, más restrictivas en todo el mundo son especialmente perjudiciales para los mercados emergentes, cuyo acceso a la financiación internacional se ha encarecido en 2015.
En este entorno, es especialmente importante diferenciar entre los países más afectados por estas dificultades y los que presentan unos fundamentales económicos y financieros más sólidos.
Principales riesgos
En 2016 debemos estar atentos a varios riesgos. Una desaceleración acusada en el crecimiento estadounidense rebajaría las expectativas de tipos de interés y socavaría el sentimiento del mercado, mientras que un aterrizaje forzoso en China sería difícil de digerir, no solo para los mercados emergentes, sino para el conjunto de la economía mundial. Por otro lado, una subida de la inflación más rápida de lo previsto en todo el mundo, pero especialmente en Estados Unidos, obligaría a reevaluar la política monetaria actual, lo que se traduciría en un calendario de endurecimiento monetario más acelerado del que se descuenta actualmente. Una crisis en los mercados emergentes, tanto si es el resultado de alguno de los factores anteriores como si no, se traduciría en una nueva reducción del crecimiento mundial con respecto a su trayectoria prevista.
En un plano positivo, una recuperación de los precios de las materias primas o una estabilización más larga de lo previsto (o incluso un rebote) del crecimiento económico en China podría dar lugar a una mejoría de los fundamentales en los mercados emergentes, poniendo así fin a un largo periodo de crecimiento decepcionante en este grupo de economías.
Anna Stupnytska es economista global de Fidelity Internacional.