Las elecciones europeas se celebraron del 23 al 26 de mayo en los distintos Estados miembros de la UE, con un aumento sustancial de la participación. Los resultados casi definitivos sugieren que la tradicional mayoría bipartidista del Parlamento Europeo se ha roto, pero los partidos pro-europeos mantienen una cuota dominante gracias a las grandes ganancias de los liberales y los verdes. Los partidos euroescépticos contrarios al establishment también lograron avances, pero éstos fueron limitados en tamaño y se concentraron en países específicos.
En línea con la tendencia ya observada en la mayoría de las elecciones nacionales, los dos principales partidos de centro-derecha y centro-izquierda del Parlamento Europeo (PPE y S&D) que tradicionalmente han dominado el proceso legislativo a través de una mayoría conjunta han perdido terreno, y ahora sólo controlan 329 de los 751 escaños (ver Gráfico 1). Por el contrario, los bloques de los Liberales y Verdes -ambos fuertemente a favor de la UE- han logrado avances significativos, lo que ha dado lugar a una mayoría proeuropea que controla más de dos tercios de los escaños en el nuevo Parlamento. De este modo, el poder estará menos concentrado, ya que el PPE y el S&D necesitarán ahora el apoyo de los liberales o de los Verdes para alcanzar la mayoría.
El miedo a una ola de partidos «populistas» que emergieran, de una manera que alteraría el rumbo de la política europea, no se ha materializado. Los bloques euroescépticos obtuvieron algunas ganancias, pero éstas fueron algo menores de lo esperado y se concentraron en ciertos países (especialmente Italia -y hasta cierto punto el Reino Unido-, aunque es poco probable que estos eurodiputados cumplan un mandato completo). Su cuota global de escaños será de aproximadamente un cuarto (y se dividirá en tres bloques diferentes), y provocará, más que proporcionarles una plataforma más amplia para su agenda, iniciar un cambio en las estructuras de poder de la UE.
Nombramientos en la UE
Quizás la implicación directa más significativa de las elecciones es cómo influirán en la ocupación de puestos clave en las instituciones europeas en los próximos meses. Es importante destacar que la carrera por la presidencia de la Comisión Europea parece estar muy abierta, ya que la relativa pérdida de poder del PPE reduce las posibilidades de que su líder Manfred Weber sea nombrado. El presidente francés Macron ha expresado su oposición al proceso de Spitzenkandidat que conduciría a una elección «automática» del líder del partido más grande. Es probable que el ascenso de los liberales los convierta en un actor más importante en el proceso, al tiempo que abre la lista de candidatos potenciales más allá de las figuras clave de los dos partidos principales.
Es importante señalar que, dada la forma en que los intereses nacionales tienden a influir en el proceso, si Weber perdiera el puesto en la Comisión (posiblemente a manos del negociador jefe de Brexit, Michel Barnier), aumentarían las posibilidades de que un ciudadano alemán sustituyera a Mario Draghi como presidente del BCE. Jens Weidmann sería un gran candidato para ese puesto. Tras haber criticado algunas decisiones importantes del BCE a lo largo de los años de crisis, como el programa OMT y la relajación cuantitativa, las implicaciones políticas de este cambio en el liderazgo del BCE serían cruciales para la trayectoria de la economía de la zona del euro, con implicaciones fundamentales para los mercados financieros.
Dada la complejidad de las negociaciones necesarias para llegar a una decisión en los distintos frentes, el proceso de nombramiento puede resultar más largo de lo habitual. La cena informal entre los jefes de Estado europeos del 28 de mayo podría dar una primera indicación, pero es poco probable que surjan signos más concretos antes de la reunión del Consejo prevista para los días 20 y 21 de junio.
Implicaciones del Brexit
Una de las consecuencias más graves de las elecciones europeas puede ocurrir, irónicamente, en el Reino Unido, un Estado miembro en proceso de abandonar la UE. La Primera Ministra Theresa May había aceptado participar en las elecciones como condición para obtener una prórroga de la fecha de Brexit del 29 de marzo al 31 de octubre, y las elecciones resultaron desastrosas para su partido conservador.
El partido del Brexit fue el primero, con un 31,6% de los votos. Este resultado ha atraído titulares, como era de esperar, dada la postura del partido a favor de dejar a la UE sin un acuerdo. Sin embargo, el éxito del Partido Brexit en la movilización del voto a favor del abandono no debe interpretarse como un fuerte cambio entre el electorado hacia un «no deal» Brexit. El “equipo del remain” también logró importantes avances, pero generó menos titulares ya que su voto se dividió entre numerosos partidos. La proporción de votos combinada de LibDems, Verdes, SNP, Plaid Cymru y Change UK (todos ellos abogando explícitamente por permanecer y/o un nuevo referéndum) fue del 40,4%.
Lo que es innegablemente importante es en qué dirección van los dos partidos principales, que sufrieron pérdidas significativas (la cuota de voto de los conservadores cayó al 9,1% y la de los laboristas al 14,1%), que abordarán ahora la cuestión del Brexit. Una consecuencia probable de los resultados es un cambio conservador hacia un Brexit duro, dada la presión a su derecha del partido del Brexit. Boris Johnson, líder de la dirección tras la dimisión de Theresa May, ya se ha comprometido a abandonar la UE el 31 de octubre. Por otro lado, el Partido Laborista parece dispuesto a adoptar una postura más clara a favor de permanecer, con voces prominentes dentro del partido que ya están presionando a la dirección para que adopte una plataforma clara para un segundo referéndum.
El gráfico 2 ilustra la dinámica tal y como han surgido de las elecciones europeas, añadiendo la cuota de voto de los conservadores a la columna «Dejar» y la de los laboristas a «Permanecer». Hay muchas advertencias sobre la manera en que estos números deben ser interpretados. Para empezar, el electorado no vota exactamente de la misma manera en las elecciones generales que en las europeas. Además, el sistema de mayoría simple tiende a beneficiar a los dos partidos principales, y los partidos más pequeños están menos representados (o no lo están en absoluto) en la Cámara de los Comunes. Por último, como se ha mencionado anteriormente, las posiciones exactas de los partidos Conservador y Laborista a lo largo del espectro Remain-Leave siguen sin resolverse.
La polarización ha hecho que el camino de Brexit sea más difícil de predecir, ya que las elecciones generales o un nuevo referéndum se han vuelto más probables, pero también lo ha hecho el escenario de «no hay acuerdo». Por el contrario, la ratificación del acuerdo de Theresa May en su formato actual o ligeramente modificado parece cada vez menos probable. El concurso de liderazgo del Partido Conservador, así como las conferencias del partido que se celebrarán a finales de septiembre (aproximadamente un mes antes de la ampliación del plazo del artículo 50) serán eventos clave a seguir en este frente.
Evolución, no revolución
El resultado de las elecciones europeas se acercó bastante a las encuestas preelectorales y confirmó nuestras expectativas de que no era probable que fueran un acontecimiento importante para el mercado. Aunque la relativa pérdida de poder de los principales partidos de centro-derecha y centro-izquierda provocará una importante evolución en los funcionamientos del proceso democrático de la UE, esperamos que el cambio sea bastante gradual. El auge de los partidos verdes y liberales pro-europeos, y las limitadas ganancias obtenidas por los partidos euroescépticos, abogan por la continuidad, lo que hace improbable un cambio a corto plazo en contra del establishment.
Tribuna de Bill Papadakis, estratega macro de Lombard Odier.