La teoría académica sugiere que para conseguir una diversidad óptima en una cartera especializada en un solo mercado son necesarias entre 25 y 30 inversiones, pero encontrar el equilibrio perfecto puede llegar a ser más un arte que una ciencia. Para la mayoría de los inversores, la pregunta de cuánta diversificación es demasiada constituye una cuestión esencial. Si el número de inversiones es demasiado pequeño se corre el riesgo de que la cartera sufra un desequilibrio en favor de un solo puñado de favoritos, pero si el número es demasiado grande, la cartera perderá su objetivo.
A este respecto, quien mejor ha ilustrado el problema ha sido el economista John Maynard Keynes al escribir lo siguiente: “Llevar nuestros huevos en un gran número de cestas sin el tiempo ni la oportunidad de averiguar cuántas tienen agujeros en el fondo, es la manera más segura de incrementar el riesgo y las pérdidas». Es en la cuestión de cuándo y cuánto concentrar las inversiones de la cartera donde justamente radica el secreto del éxito de una gestión activa de inversiones ya que se trata de una decisión que puede generar o interrumpir rendimientos a largo plazo.
Hasta cierto punto, el incremento de la diversificación ofrece rentabilidades más ajustadas al riesgo, pero si vas demasiado lejos y tienes demasiadas inversiones, te empiezas a parecer cada vez más al mercado, disminuyen los beneficios de la diversificación y, en ese momento, no deberías estar cobrando comisiones activas. Se trata de un acto de equilibro que exige de una atención constante.
La teoría académica ofrece distintas opiniones sobre la cuestión de la concentración de carteras. En 1952, la teoría moderna de selección de cartera de Harry Markowitz describía el concepto de una “frontera eficiente” –una cartera óptima que alcanza el perfecto equilibrio entre riesgo y rentabilidad-. Desde entonces, los economistas y los inversores se han dividido entre los concentradores y los diversificadores.
Para algunos, como el gurú de las inversiones William J. Bernstein, un inversor que cuente incluso con 100 tipos distintos de inversiones será incapaz de eliminar el riesgo no sistemático. Asimismo, Edwin J. Elton y Martin J. Gruber, en Portfolio Theory And Investment Analysis (Teoría de Carteras y Análisis de Inversiones, 1981), afirman que una cartera con 20 tipos de valores debería ofrecer el mejor equilibro entre riesgo y recompensa. Para Warren Buffet, «solo es necesaria una amplia diversificación cuando los inversores no saben lo que están haciendo».
No obstante, y dejando aparte la teoría académica, la diversificación continúa siendo la ortodoxia dominante en los mercados actuales: un estudio estadounidense de 2008 mostraba que el fondo de inversión promedio tenía 90 tipos distintos de inversiones en su cartera, mientras que el 20% de los gestores de fondos con las carteras más diversificadas poseían una media de 228 títulos distintos.
La teoría que se encuentra detrás de todo esto es clara: habida cuenta que los distintos tipos de activos cambian de valor de maneras contrarias o diferentes, puede tener sentido dividir las inversiones en un amplio abanico de clases y carteras de activos. Este enfoque sintetiza el viejo dicho de no poner todos los huevos en una sola cesta.
Diversificación: una espada de doble filo
Sin embargo, con todo ello se ignora una verdad esencial: más allá de cierto punto, la diversificación comenzará a ir en tu contra. Una opinión muy extendida es que incrementar la diversificación reduce el riesgo, pero en realidad sucede lo contrario. Cuanto mayor es el número de títulos con el que cuentas, más difícil resulta conocer todo el tiempo y con absoluta certeza todos los riesgos asociados con cada uno de estos títulos; y esto sucede incluso en una cartera relativamente concentrada. Si posees, por ejemplo, 100 tipos diferentes de valores, lo más probable es que conozcas mucho menos ese centésimo tipo de valor que el primero de la cartera. Cuanto más diversificada esté la cartera, mayores serán los riesgos desconocidos o incognoscibles.
Por otra parte, una cartera escasamente repartida significa también un menor nivel de convicción en cualquier inversión individual. Con una cartera altamente diversificada se reducirá el tamaño medio de tu posición en cada una de las inversiones, por lo que incluso tus mejores ideas quedarán diluidas. Incluso si una sola inversión tiene excelentes resultados, el beneficio de ello para tu cartera y tus clientes se verá reducido.
Cuando la concentración duele
¿Pero qué hay de los riesgos de una cartera excesivamente concentrada? Existe también el peligro de ir demasiado lejos hacia el extremo contrario y uno de los problemas es la liquidez. En una cartera altamente concentrada, la participación que se posea en cada empresa será mayor y será más difícil entrar o salir de esa inversión sin tener un impacto en el precio y sin afectar a la rentabilidad general del fondo.
Otro problema es el elevado riesgo. Cuanto mayor sea la participación que tengas en una sociedad, mayor será el riesgo asociado a esa inversión. Aunque tuvieses la mayor voluntad del mundo te sería imposible identificar todos y cada uno de los riesgos asociados a cada una de las sociedades. La historia de la inversión está sembrada de cadáveres de compañías de primera categoría antiguamente muy respetadas – como Enron o Volkswagen, por poner dos ejemplos – donde los inversores se vieron sorprendidos por la dentellada de riesgos ocultos e imprevistos. Cuando concentras tu cartera en cada vez menos inversiones, todo se acaba reduciendo a cómo rinda ese puñado de participaciones. Si la cosa va bien, perfecto; pero si va mal, podría ir muy mal, y tu rentabilidad sufrirá las consecuencias de ello.
Aunque las teorías de la construcción de una cartera óptima son importantes, en el mundo real esto puede resultar muy difícil de determinar. Por ahora, y aunque creo que una cartera de entre 30 y 50 inversiones en una cartera invertida globalmente puede ofrecer un equilibrio óptimo entre concentración y diversificación, los principios básicos de la gestión de fondos son igualmente importantes. En último término, independientemente de si tienes una cartera altamente concentrada o altamente diversificada, no hay nada que pueda reemplazar la importancia fundamental de un estudio exhaustivo, conocer verdaderamente una compañía, y creer verdaderamente en la dirección de una compañía.
En este punto, mi opinión coincide con la de Keynes. En una carta escrita a Francis Scott, el presidente de la Provincial Insurance Company, el economista inglés escribió: «Con el paso del tiempo estoy cada vez más convencido de que el método correcto en la inversión es invertir grandes sumas en una empresa de la que se crea saber algo y en cuya administración se crea totalmente».
Raj Shant es gestor de Newton, parte de BNY Mellon