La presentación del presupuesto 2019 del gobierno de López Obrador generó gran expectativa, porque en dicho documento se plasmaría el programa económico de nuevo gobierno. El presupuesto no causó ninguna sorpresa. Cumple con la oferta que había hecho el actual presidente desde su campaña de que sería muy cuidadoso de las finanzas públicas y a la vez es consistente con las promesas que realizó durante la misma.
Se puede considerar un presupuesto ortodoxo. El gasto en 2019, excluyendo los intereses, va a ser inferior a los ingresos, es decir va a tener un superávit primario del 1% del PIB y cuando se incluyen todo tipo de gastos, se va a tener un déficit del 2,5% del PIB, igual al que se va a registrar en 2018. De hecho, descontada la inflación, los gastos disminuyen 0,2% y los ingresos disminuyen 0,5% respecto a este año. Esto refleja que no se están haciendo cuentas alegres en cuanto a mayor recaudación por el simple hecho de cambio de administración. Los supuestos sobre el dinamismo de la economía de Estados Unidos, el precio del petróleo y tasas de interés internacionales son razonables.
Lo que sí se presenta es un cambio en la asignación de los recursos, para poder otorgarle recursos a programas como Pensión para el Bienestar de las Personas Adultas, Jóvenes Construyendo el futuro y obras a realizar, como el tren Maya y adecuaciones al aeropuerto actual de la Ciudad de México y la creación de universidades, les tiene que restar recursos a otras entidades. Así, el monto que le reducen de presupuesto a la UNAM es lo que le van a dar a las 100 universidades que se van a crear. Habrá que ver que se pretende hacer en cada una de ellas en 2019, porque les va a tocar en promedio 10 millones de pesos a cada una, cifra evidentemente insuficiente para construir instalaciones, equiparlas y contratar personal administrativo y académico.
De acuerdo a las cifras, el principal motor de crecimiento serán las exportaciones, seguido por el consumo, porque si bien el gobierno va a dirigir más recursos a la inversión pública, el gasto total del gobierno disminuye descontada la inflación. Pronostican un crecimiento del PIB de 2,0%, el cual puede ser optimista, porque siempre al inicio de una administración existe un periodo de aprendizaje que impide ejercer el gasto a tiempo, además la incertidumbre generada por el nuevo gobierno en los últimos meses no ha terminado y ello hace que los privados retrasen sus decisiones de inversión, adicionalmente, la incertidumbre sobre la aprobación del T-MEC por parte del congreso de Estados Unidos también alimenta la incertidumbre.
Si el crecimiento resulta inferior a lo pronosticado, los ingresos que reciba el gobierno disminuirán y, por otro lado, si las tasas de interés en el extranjero y aquí se incrementen por encima de lo previsto, el gasto financiero será mayor. Por lo tanto, en caso de que se materialice alguno de esos eventos, será muy importante observar la reacción que tengan. Lo ideal es que ajusten los gastos para que descontados los intereses el gasto sea inferior a los ingresos. Durante todo el sexenio pasado los ingresos resultaron mayor a los pronosticados, pero en lugar de tener un superávit, los gastos se incrementaron y el déficit continuó creciendo.
Columna de Francisco Padilla Catalán