Al hablar sobre la energía como parte del componente medioambiental de los factores ESG, las personas a menudo se centran en los tipos de energía que consumen. Sin embargo, éste es solo un aspecto de la historia y debemos analizar la cuestión en conjunto. El otro aspecto —el modo en que se usa esa energía— es igualmente importante.
Eficiencia para reducir a la mitad el consumo
El equilibrio de las emisiones de gases de efecto invernadero de los últimos años ha respondido más a las mejoras en la eficiencia energética que a un cambio en los tipos de energía que se consumen. Los avances en eficiencia energética están modificando los patrones tradicionales de inversión en inmovilizado y consumo, con implicaciones significativas para todos los sectores de la economía.
La Agencia Internacional de la Energía (AIE) pronostica que para 2040 el consumo global de energía crecerá un 30%. De no producirse mejoras en la eficiencia energética, ese aumento sería del 60%. La mayor parte de este crecimiento provendrá de los mercados emergentes, especialmente, la India, donde el rápido crecimiento de la población y un mayor acceso a la tecnología impulsarán la demanda de energía. En los mercados desarrollados, las mejoras en eficiencia energética generarán reducciones en el consumo energético, incluso según avance el crecimiento económico.
Incentivos y sanciones
El avance de la eficiencia energética responde a un sistema de incentivos y sanciones. A excepción de en Estados Unidos, la mayoría de los de los países han adoptado reglamentos para cumplir los compromisos del Acuerdo Climático de París. Por lo tanto, lo que se necesita en relación con el aspecto de las sanciones es una mejor ejecución normativa.
En este sentido, Europa ha establecido un régimen de comercio de derechos de emisión de carbono. China, actualmente el mayor emisor de gases de carbono procedentes de combustibles fósiles, también está planificando un régimen similar, potencialmente el más grande del mundo. Otras de las iniciativas ejecutivas que se están desplegando en China son la adopción de sanciones más severas para quienes contaminen, la consolidación de la formulación de políticas energéticas en el Ministerio de Ambiente Ecológico (de reciente creación), el cierre de centrales ineficientes de carbón y acero y la prohibición de la importación de residuos.
Datos recientes de la AIE indican que el crecimiento de la demanda de energía en China ya se ha ralentizado considerablemente, “de una media del 8% anual entre 2000 y 2012, a menos del 2% anual desde 2012”, y se prevé que la media será un 1% anual hasta 2040. A escala mundial, en la última década, se ha producido un aumento de los reglamentos sobre eficiencia energética, lo cual, sin duda, ha contribuido a la ralentización, también de China. Sin embargo, la AIE pronostica que “el consumo nal en 2040 aumentará un 40%” si no se continúan implementando nuevos reglamentos.
Así pues, el componente sancionador resulta más bien obvio en todo el mundo, mientras que el incentivo es el impulso a la productividad resultante de la eficiencia.
Por cada unidad de energía, las compañías de los diferentes sectores económicos de cualquier parte del mundo pueden aumentar su rentabilidad y su competitividad mejorando la eficiencia energética.
De hecho, casi todos los sectores del mundo emiten CO2: industria, transporte, construcción, agricultura y silvicultura, electricidad y calefacción. Todas estas compañías tienen un incentivo para reducir las emisiones, pero quedan muchas que no pueden realizar cambios importantes en sus fuentes de energía.
Lo que sí harán será reducir su huella de carbono y mejorarán la rentabilidad, principalmente, a través de inversiones en inmovilizado destinadas a aumentar la eficiencia con la que utilizan la energía.
Analizamos tres áreas clave de la economía en que la eficiencia energética está impulsando la inversión en inmovilizado y la reducción de emisiones de CO2.
1. Producción de acero
El sector siderúrgico, que representa el 6,7% del total de las emisiones mundiales de CO2, es un buen ejemplo de las implicaciones que la eficiencia energética puede tener para la inversión en inmovilizado de las compañías. Para cumplir con los objetivos del Acuerdo Climático de París para 2050, el sector necesita reducir las emisiones más del 70% por tonelada de acero producido.
Un enfoque directo sería pasar de los hornos básicos de oxígeno tradicionales a los hornos de arco eléctrico, que generan la mitad de emisiones de CO2 por tonelada de acero. Los hornos de arco eléctrico también implican costes de capital más bajos y mayor flexibilidad en los volúmenes de producción. Suelen trabajar principalmente usando chatarra de acero, mientras que los hornos básicos de oxígeno suelen trabajar con mineral de hierro.
Por lo tanto, es natural que un país que no está sino desarrollando su infraestructura —y aún no dispone de volúmenes considerables de chatarra de acero— use hornos básicos de oxígeno. No obstante, una vez que un país comienza a acumular automóviles o electrodomésticos desguazados e infraestructuras obsoletas, es lógico que los productores de acero hagan la transición a los hornos de arco eléctrico.
En China, casi el 95% de la producción de acero se realiza a través de hornos de oxígeno. Si el país transitara un porcentaje significativo de su producción de acero a hornos de arco eléctrico, los beneficios que se obtendrían por el consiguiente descenso de las emisiones y las nuevas y cuantiosas inversiones en inmovilizado por parte de las compañías serían sorprendentes. Esta transición requiere que exista chatarra disponible y respaldo reglamentario, y en ambos aspectos los indicios son alentadores.
La Asociación Mundial del Acero estima que la disponibilidad de chatarra de acero de China se situará en 220 millones de toneladas en 2020 (frente a 145 millones de toneladas de 2015) a medida que los productos y la infraestructura del país entren en la fase de reemplazo.
Desde el punto de vista reglamentario, el gobierno aspira a reducir la capacidad de acero, lo cual exige la clausura de 1,25 toneladas de capacidad antigua por cada tonelada de capacidad nueva que se incorpore en regiones medioambientalmente sensibles. Sin embargo, si una siderúrgica reemplaza su capacidad antigua por hornos de arco eléctrico, podrá hacerlo en una proporción de 1:1, creando un incentivo estructural para cambiar a este tipo de hornos.
2. Comercial: alimentación minorista
Las implicaciones de la eficiencia energética no se limitan a la industria pesada. En el sector minorista de la alimentación, encontramos ejemplos en un grupo líder de supermercados del Reino Unido, que ha reducido el consumo de electricidad un 11,6% desde 2005 a pesar de aumentar su superficie un 54,2%, y en un supermercado que trabaja exclusivamente por Internet y que distribuye sus productos directamente a sus clientes utilizando vehículos eléctricos, lo cual suprime la necesidad de disponer de vitrinas refrigeradas en una tienda equipada con calefacción central.
Dado que el consumo de energía representa del 7% al 10% de los costes totales de una tienda tradicional, es probable que el menor consumo de electricidad impulse la rentabilidad del negocio a largo plazo. La eficiencia energética no es solo una ventaja competitiva directa: también produce beneficios intangibles —mejor imagen de marca y mayor demanda—, ya que los consumidores buscan opciones “más ecológicas” y alternativas de bajo coste.
3. Residencial: reformas para mejorar la eficiencia energética
Las mejoras en la eficiencia energética residencial están cambiando los presupuestos de los hogares. En Europa, donde el 97% del parque inmobiliario no es energéticamente eficiente, el gasto en energía representa, de media, el 10% de la renta de los hogares. La calefacción representa el 65% del consumo medio de energía en el hogar.
Las reformas para mejorar la eficiencia energética incluyen la instalación de mejores sistemas de calefacción, refrigeración e iluminación, así como de aislamiento y eficiencia en el consumo de agua. Las regiones con viviendas anticuadas en climas más fríos están liderando la transformación hacia una mayor eficiencia energética.
Una mejor eficiencia energética residencial podría generar unos niveles de renta disponible superiores, valores inmobiliarios más elevados y beneficios relacionados con el empleo, el crecimiento, la innovación y el consumo. Por desgracia, el periodo que transcurre hasta que se materializan los resultados puede ser bastante largo, especialmente, en el caso de las reformas más sólidas para la mejora de la eficiencia energética. Además, considerando que los reglamentos se centran principalmente en el ámbito corporativo, las personas se enfrentan a menos sanciones que las incentiven para actuar.
Aun así, las mejoras en la eficiencia energética de los hogares han reducido los costes energéticos residenciales. La obligación introducida recientemente en California de que todas las viviendas nuevas incluyan paneles solares demuestra el uso que puede dársele a la reglamentación para mejorar la sostenibilidad residencial. Ámsterdam ha dado un paso incluso más importante con su Agenda sostenible: para 2020, la ciudad neerlandesa quiere generar un 20% más de energía renovable, consumir un 20% menos de energía por habitante, mejorar la calidad del aire cambiando a vehículos con cero emisiones y garantizar que el 65% de los residuos de los hogares se recojan de manera eficiente para su reciclaje.
Esta recolección de residuos forma parte de la importancia que le atribuye a la “economía circular”, cuyo objetivo es reutilizar todos sus productos y que cuenta con la participación de Amsterdam Waste to Energy Company (AEB). AEB recupera residuos de los hogares y otras materias primas, como desechos de frutas y verduras, y genera electricidad a partir del calor que produce su incineración. La biomasa liberaría la misma cantidad de carbono si se dejara pudrir, por lo que esta fuente de energía es neutral en cuanto a emisiones de carbono. AEB ya genera suficiente energía como para abastecer 300.000 hogares.
Ámsterdam espera eliminar paulatinamente el gas natural para 2050. Para conseguirlo, ofrece incentivos y financiación tanto a personas físicas como a empresas, con préstamos a bajo interés para inversiones en sostenibilidad y subvenciones para propietarios de viviendas que desean acelerar el proceso para prescindir del gas. Es un modelo de cómo las ciudades pueden usar incentivos y sanciones para mejorar su eficiencia energética general a escala municipal en lugar de esperar soluciones globales o multinacionales.
Invertir con una visión prospectiva
Ahora ya vemos los dos aspectos de la tendencia energética respetuosa con el medioambiente: la elección de la energía, así como la eficiencia con la que se utiliza. El cambio hacia la eficiencia energética puede crear un efecto disruptivo sobre prácticamente todos los sectores económicos y tiene el potencial de reducir el crecimiento del uso de energía previsto a la mitad, mejorar los beneficios corporativos y estimular la inversión en los sectores industrial, minorista y residencial.
En el proceso de construcción de nuestra cartera, analizamos las calificaciones medioambientales, sociales y de gobierno de cada compañía utilizando datos de Sustainalytics. También reconocemos una cuarta categoría, de “cambio climático”, que duplica el escrutinio que concedemos al medioambiente en el marco de los factores ESG.
En el seno de dichos factores, la eficiencia energética es un asunto que se enmarca en la categoría medioambiental. Nuestro objetivo es garantizar que la calificación media de las compañías incluidas en cada una de nuestras cestas de países y sectores se encuentre en el cuartil superior de estas cuatro categorías. Creemos que los factores ESG, en términos generales, están transformando la economía global. Al considerar estos factores en nuestro proceso de inversión, pretendemos situarnos a la vanguardia de la eficiencia energética y otras tendencias disruptivas.
Opinión de Andrew Harmstone, gestor jefe de carteras de la estrategia Global Balanced Risk Control de Morgan Stanley IM.
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