Las medidas para evitar traspasos mal habidos venían a contracorriente: se orientaban a impedir maniobras conocidas y las que fueran similares. A malas prácticas novedosas, más disposiciones limitativas. El requerimiento de dejar constancia de conocimiento de las implicaciones del cambio redujo la eficacia de las artimañas y atajó el paso a promotores, a costa de taponar, y tornar desesperantes, los intentos de los clientes: menos traspasos indebidos; más obstáculos para para quienes sí desean el cambio.
¿Quiere la contraseña? Vaya primero a registrar este número
Si para obtener la extrañamente llamada “constancia de implicaciones” se requiere ir a las oficinas de la gestora a manifestar las recertificaciones y confirmaciones, se evidencian trabas para desalentar y desistir del cambio. Se sufre esperas de horas, lentitudes intencionales, actitudes exasperantes. No hay reglas que eviten dilaciones o tretas presenciales.
La alternativa de canalizar el trámite por la página www.e-sar.com.mx (“e-sar”. Véase nota al píe) evitaría que el procedimiento resultase fastidioso. Pero no contábamos con los embrollos: envío del documento en mensaje tipo spam, constancia bloqueada con clave no remitida, indicaciones farragosas (entre infantiles y cantinflescas), como esta:
“Por tu seguridad, el documento está protegido por una contraseña, misma que en caso de que no cuentes con ella, la podrás obtener en nuestra línea de atención a clientes…”
Y la advertencia de que solo se otorgaban tres intentos. En caso de falla, volver a empezar. No era por seguridad sino para dar largas. Y al intentar llamar, más adversidades: número ocupado. Empleados no disponibles. Espera. Reproducción espesa de grabaciones vacuas. Al marcar desde otro número la llamada entraba a la primera y el empleado atajaba, cerraba posibilidades, no dejaba resquicios; preguntaba, verificaba datos y señas, cuestionaba el cambio, instaba a permanecer para seguir “disfrutando” del servicio, pretendía hablar de rendimientos, economía, mercados, inversiones. Luego de un buen rato parecía resignarse, pero no:
“El número del que llama no está registrado, por lo tanto, no le puedo liberar la contraseña. Si quiere registrarlo, acuda a una sucursal a darlo de alta, y luego vuelva a llamar del nuevo número para solicitar la contraseña”.
Más reclamos y enfados. El resignado es el afiliado pese a que disfruta el servicio.
Pasado el período límite, después de manifestar la falta de recepción del documento y solicitarlo dos veces más, “e-sar” respondía textual:
“Es necesario que realices una nueva solicitud de Constancia ya que tu AFORE indicó que no pudo corroborar tu identidad cuando te contactó para atender el aviso de no recepción que levantaste”.
¿La Afore contactó? ¿No pudo? ¿Un número de teléfono es identidad?
Se cambiaron reglas; traspasarse sigue siendo difícil
La prohibición de la contraseña fue buena para los afiliados. Las Afores susceptibles de perder cuentas la esquivan restringiendo el trámite al modo presencial: por “e-sar” ya no es posible conseguirla, solo concertar cita. Hay que ir a una sucursal distante del domicilio registrado, en horas hábiles. O sea, perder medio día en ida y vuelta, aguantar dilaciones, exasperaciones, lentitudes… o desistir.
¿Qué se puede hacer? Para no ir a contracorriente, y ya que es el interesado el que debe hacer constar: ¿se podría considerar que el cliente descargue el formato, para su lectura, firma y envío, y sea la administradora cedente quien turne las validaciones necesarias, dentro del período establecido y, mediante algún procedimiento lo reenvié a la Afore receptora, con copia y para verificación del trabajador? ¿O alguna modalidad que permita el trámite sin cortapisas?
Charla entre persona de SARTEL (PS) y trabajador (T):
PS: − Para hacer el trámite abra la página de “i guion sar”, −
T: −¿i, guion, sar? ¿Con “i griega” o “i” latina?”−
PS: −Mmmm. Se escribe con “e” de Ernesto−
T: −¿Se escribe con “e” y se pronuncia “i”? Vaya…−
Columna de Arturo Rueda