Hay una vieja frase que define a la Argentina: “Es el país que no pierde una oportunidad de perderse una oportunidad”. El resultado de las elecciones primarias parece confirmar esta situación. Cuando parecía que el fin de la incertidumbre estaba a la vuelta de la esquina y el mercado ya tenía en los precios de los activos una victoria de la opositora Juntos por el Cambio, fundada por el expresidente Mauricio Macri (2015-2019), de al menos cinco puntos, la victoria de Javier Milei, líder del partido La Libertad Avanza, volvió a generar mucha incertidumbre en el mercado.
Fue una victoria, en un contexto de mucha paridad. Milei sacó 30 puntos, Juntos por el Cambio obtuvo 28 puntos y el oficialismo 27%. El auge de Milei es, un poco, una tendencia mundial y un poco un error no forzado de la política tradicional. En el gobierno por su pobrísima gestión. En la oposición tradicional por sus internas que lo sacaron de foco. Ahora todos tienen que salir a remar para mantenerse en partido.
Al igual que en la elección de 2015 en el mercado se había puesto de moda el “trade electoral”. El riesgo país pasó de 2.500 puntos básicos a menos de 2.000 lo que implicó un rally muy importante en el mercado de bonos. Aún mayor fue el rally de las acciones, especialmente aquellas que operan como ADRs. De a poco algunos fondos de Wall Street empezaron a mirar a la Argentina. Volvieron, aunque a cuentagotas, los “investor trips” de la mano de los principales bancos de inversión.
Ahora todo esto queda un poco relativizado. El partido que simbolizaba el trade electoral es solo uno de los 3 contendientes (Juntos por el Cambio). Se podría argumentar que la elección en la que Milei salió primero es en realidad una elección de tercios en donde todo está abierto. Es casi imposible que la elección se defina en primera vuelta, un candidato debe obtener 45% o 40% del total y una diferencia de 10 puntos porcentuales con el segundo. Entonces, luego de la elección de octubre dos de los tres partidos irán a segunda vuelta el 19 de noviembre.
Un candidato antisistema y “market friendly” que no tiene herramientas para gobernar
Existe entonces la posibilidad de que el partido que propone abiertamente un plan de estabilización no esté en esa segunda vuelta. Es cierto que Javier Milei es “market friendly”, pero el candidato antisistema no tiene todas las herramientas para gobernar. Contará con cero de 24 gobernadores y con suerte entre 10 y 15% de cada una de las cámaras del Congreso. Más allá de la dificultad de poner en práctica algunas de sus ideas como cerrar el Banco Central o bajar muchos impuestos, sin una coalición en el Congreso puede ser prácticamente imposible empujar esa agenda más allá de la retórica y la televisión.
Si por el contrario ganara el peronismo, con el actual ministro de Economía, Sergio Massa, ni se habla de un plan de estabilización. Es posible que finalmente Massa implemente uno, pero no será de forma inmediata lo cual hace pensar que los primeros meses serán de statu quo, algo que la Argentina claramente no necesita. En mayo del 2023 la Argentina tiene el mismo PBI que en mayo de 2011, es decir estancado luego de 12 años lo que implica ser un 14% más pobre en términos per cápita. Hacer lo mismo no es negocio.
En algunos medios se dice que Massa puede ser un “neo menemista”, en referencia al expresidente Carlos Menem (1989-1999). Quizás sea verdad, pero eso no está de ninguna manera garantizado. Y en cualquier caso, primero se tendría que deshacer del Kirchnerismo, en referencia a los grupos surgidos bajo el liderazgo del expresidente Néstor Kirchner (2003-2007) y posteriormente su esposa y expresidenta Cristina Fernández (2007-2015), algo que no le será fácil. Más aún cuando buena parte de los nuevos legisladores serán de una línea dura más que de línea pragmática como Massa.
A todo esto, la buena noticia es que Massa devaluó el peso y pagará el precio con una inflación mucho más alta, lo que probablemente le complicará su acceso a la segunda ronda, pero de ninguna forma se lo puede descartar. La devaluación fue una buena noticia porque es uno de los requisitos que pedía el Fondo Monetario Internacional para desembolsar los 7.500 millones de dólares que evitarán que la Argentina entre en un colapso financiero en medio del proceso electoral.
Ahora, si la Argentina pudiera implementar un plan de estabilización y no morir en el intento, las oportunidades que enfrentaría son gigantes. Sin cepos cambiarios, con menor inflación y un plan de juego parecido al de otros países de la región desataría mucho de su potencia. Por ejemplo, en los planos energético, agropecuario, minero, servicios basados en el conocimiento, industrial o turístico hay muchísimo para dar.
El Estado le tiene que sacar el pie de la cabeza al sector privado. En primer lugar, ofreciendo estabilidad y luego generando un set de reformas que aumenten la productividad. Estabilidad tributaria, una ley laboral para el siglo XXI, una economía más abierta, un estado que requiera menos trámites y provea más y mejores bienes públicos deberían ser parte de la agenda. Y luego, quizás también hay lugar para políticas sectoriales que no necesariamente implican subsidios. Un ejemplo que impactaría en el sector privado es una revolución de la educación.
Toda esa agenda es posible todavía. Pero, los resultados de las primarias pusieron todo eso en un cajón ya que la épica de la transformación es tan necesaria como poco sexy para conseguir votos en un país con más de 40% de pobreza en donde cada grupo que recibe algo del estado tiene, comprensiblemente, el miedo a perderlo.