Durante casi un cuarto de siglo he tenido el privilegio de viajar por Latinoamérica con distintas funciones y desde entidades radicadas fuera de la región, lo que me daba cierta perspectiva y objetividad. Ese mismo privilegio no dejaba de desembocar en demasiadas ocasiones en cierta perplejidad e incluso frustración al encontrarme con tanto talento y oportunidades que no podían realmente desarrollarse en igualdad de condiciones a las que había visto escalar en Europa o en Estados Unidos.
El preámbulo es para decir que creo que estamos ante la mejor oportunidad en mucho tiempo que ha tenido América Latina para dar un paso firme en materia económica.
Es muy cierto que a menudo cometemos el error de analizar a la región latinoamericana como sujeto único, asumiendo comportamientos similares. Y obviamente, especialmente en el corto plazo, siempre existen grandes diferencias. Como ejemplo podemos fijarnos en sus divisas durante 2022, que han visto retornos tan dispares, que van de la depreciación del peso argentino de un 40% frente al dólar a una apreciación del 15% del peso uruguayo. Los gigantes regionales Brasil y México se han también apreciado, frente a la depreciación de Chile y Colombia. O, por el contrario, la bolsa ha doblado en Argentina y en cambio ha bajado en México o Colombia.
En cambio, sí creo que podemos afirmar que, en Latinoamérica, regionalmente, nunca ha faltado ese espíritu emprendedor que ha permitido evitar situaciones de pobreza más extremas que las sufridas. Y sabemos que las pequeñas y medianas (y micro) empresas son uno de los mayores pilares de crecimiento económico, desarrollo y empleo. Pero siempre ha costado en la región la expansión de esas iniciativas locales.
Con la contribución de la tecnología, la escalabilidad de dichos actores puede acelerarse como nunca han podido hacer hasta ahora. Las soluciones financieras, las capacidades de distribución, el acceso a formación y asesoramiento… con el apoyo tecnológico, de uso generalizado en gran parte de la región (ver gráfico), estamos ante la mejor oportunidad para traducir el talento, el espíritu empresarial y la creatividad y energía de las nuevas generaciones latinoamericanas en empresas exitosas globales.
Adicionalmente, quizá por primera vez en la historia reciente, podemos tener viento de cola en términos de apetito inversor dedicado a Latinoamérica. Como bien ilustraba Jimena Pardo de ALLVP recientemente, en el artículo “2023 will be a fantastic vintage for VC in Latin America”, los fondos comprometidos en Venture Capital pendientes de invertir está en niveles históricamente altos, y el apetito de los inversores internacionales hacia la región está aumentando a pesar de la corrección del mercado (o quizá gracias a ello, por permitir mejores niveles de entrada). El gráfico de LAVCA lo refleja claramente:
Tenemos los mejores ingredientes, una receta (en buena medida) probada, y unos nuevos instrumentos nada ajenos a la región.
¡El momento es ahora, América Latina!