Si bien el espectacular crecimiento de los fondos indexados había comenzado a sacudir los cimientos de la industria de gestión de activos desde la década de 1990, fue la crisis de 2008 la que puso en marcha un proceso de transformación aún más profundo y que se observa especialmente bien en el ámbito de las inversiones alternativas. Concretamente, y más allá del refuerzo de las normas que rigen actualmente los fondos de inversión libre o hedge funds, posiblemente el cambio más extraordinario de este sector haya sido la aparición y el formidable crecimiento de los fondos alternativos con formato UCITS en Europa.
Esta evolución se origina por varias razones. Las incertidumbres macroeconómicas actuales y la consiguiente volatilidad de los activos son ciertamente la causa de una mayor demanda de fondos diferentes y percibidos como de menor riesgo desde todos los puntos de vista. En menor medida, también podemos apreciar aquí el efecto de un cambio de paradigma en la configuración de las carteras: los inversores están pasando progresivamente de una asignación de activos basada en clases a una asignación de activos basada en factores que combinan fondos indexados con un conjunto diversificado de alfas y/o soluciones orientadas a un perfil de rentabilidad concreto.
Ante esta demanda, la oferta se ha adaptado y, por un lado, los gestores de fondos de inversión libre se han puesto rápidamente a revisar su modelo para satisfacer a los inversores europeos, que demandan vehículos alternativos mejor regulados, más transparentes y más líquidos; por otro, los gestores considerados tradicionales, empujados en parte por la competencia de los fondos indexados, han querido aprovechar la oportunidad que ofrece esta nueva demanda para liberarse de ciertas ataduras con el fin de ofrecer soluciones menos vinculadas a los índices de referencia.
Aunque se ha gastado mucha tinta debatiendo sobre las ventajas de este nuevo formato, no se ha hablado tanto sobre las consecuencias que ha comenzado a tener para la industria de la gestión de fondos el acercamiento de dos mundos que vivían de espaldas. En efecto, hasta hace muy poco, la gestión de fondos se caracterizaba por estar dividida en dos bandos: los fondos tradicionales, por un lado, y los fondos de inversión libre o hedge funds, por otro. Cada universo se inscribía en una comunidad de gestores, distribuidores y selectores bien diferenciada y con culturas propias. En primer lugar, más allá del análisis de la estrategia, los criterios de selección y seguimiento de los fondos eran sustancialmente diferentes. Para analizar los fondos de inversión libre, los elementos más importantes eran el uso de la red para identificar nuevos candidatos, la reputación del gestor dentro de la comunidad, el análisis de las estructuras operativas y las visitas físicas periódicas para identificar los riesgos potenciales. Para el analista de fondos tradicionales, por el contrario, estos elementos eran el uso de filtros sofisticados sobre grandes bases de datos, la estructura legal y los aspectos normativos relacionados con la distribución del fondo, así como un análisis muy regular y detallado de la cartera y de sus resultados. Además, aunque la visión macroeconómica del inversor es menos importante en el caso de los fondos de inversión libre, sí desempeña un papel crucial a la hora de decidir una inversión en un fondo tradicional, dada la gran influencia del mercado en las rentabilidades conseguidas. Por último, también se observarán diferencias notables en cuando al tamaño de los respectivos universos, la estructura típica de comisiones y el horizonte de inversión medio del cliente.
Sin embargo, como hemos señalado, desde hace ya algunos años los dos universos se solapan y, de golpe, los gestores se tienen que enfrentar a expectativas y comportamientos muy diversos por parte de los inversores. Además, los analistas se reúnen e intentan encontrar un lenguaje común. Es evidente que vamos a asistir a un maridaje de las dos culturas que terminará desembocando en la formación de un espacio que cubrirá toda la gestión de fondos. Esta evolución es beneficiosa para el inversor, en la medida en que amplía los productos a su disposición y aumenta la competencia entre los gestores. En cuanto al análisis, si las respectivas experiencias se combinan, se enriquecerán mutuamente y la calidad de la selección saldrá reforzada. Ese es precisamente el objetivo que perseguimos en SYZ, y para conseguirlo contamos con un equipo único consagrado a la búsqueda de gestores de inversiones brillantes, allí donde estén.
Columna de Michaël Malquarti, responsable del área de Manager Research and Alternative Investments de SYZ Asset Management