Durante los últimos años, la inversión temática no solo se ha hecho un hueco en las carteras de los inversores, sino que también ha logrado situarse en el foco mediático. La apuesta de las gestoras de fondos por este tipo de inversión ha hecho que gran parte de su impulso comercial y en gran medida sus comunicaciones hayan estado enfocadas a estos productos, con la consiguiente evolución que se ha producido durante estos últimos años.
Por definición, la inversión temática invierte en megatendencias, que son grandes tendencias estructurales a largo plazo que, de alguna forma, contribuirán a cambiar nuestras vidas. Con esta base, las gestoras han insistido en que estas temáticas no son modas pasajeras, sino que son tendencias que han llegado para quedarse y transformar el futuro.
Desde luego, en las carteras se han asentado y han ganado un protagonismo que no deja de crecer. No en vano, el volumen invertido en fondos temáticos alcanzó 596.000 millones de dólares a nivel global a finales de 2021, según Morningstar[i], de los que el 51% están invertidos en Europa. Este nivel supone triplicar las cifras de hace tres años.
Para el inversor particular, que fue el primero en adoptar este tipo de inversión, las temáticas son relativamente fáciles de entender, ya que sus catalizadores son tendencias reales que son capaces de percibir y comprender, como el envejecimiento de la población, la digitalización o la robótica -que están transformando el mundo- o la necesidad de conservar el planeta.
Conscientes del atractivo de la inversión temática, las gestoras han intensificado en los últimos años la comunicación de las megatendencias, pero al contrario que su esencia, la información no ha ido de la mano de la aseveración de que no es una moda en stricto sensu, sino que las tendencias impulsadas han variado en función de la coyuntura.
Así, por ejemplo, en 2020 con la llegada de la pandemia de la COVID-19, la información relacionada con la inversión temática estuvo fuertemente vinculada con las tendencias que se aceleraron con los confinamientos, como la disrupción, la digitalización, la economía digital… donde las compañías de e-commerce, las plataformas de entretenimiento audiovisual o de videoconferencias fueron las grandes vencedoras.
Asimismo, las temáticas relacionadas con la salud, como la biomedicina o la telemedicina también salieron reforzadas y muchas gestoras hicieron énfasis en el potencial de estas tendencias y en la revolución que se avecinaba.
Sin embargo, apenas dos años después de los confinamientos y pasada la peor parte de la pandemia, algunas firmas de inversión han optado por cambiar el foco de sus comunicaciones hacia otras megatendencias, y la disrupción, la automatización o la salud han quedado relegadas a un segundo plano en determinados casos.
El clima, el nuevo must have
Por el contrario, mientras se producía el ocaso mediático de estas temáticas, se ha experimentado un renovado interés por todas las cuestiones vinculadas por el cambio climático y la conservación del medio ambiente, al calor del auge que están experimentando las inversiones con criterios ESG debido, entre otros aspectos, al nuevo Reglamento de Divulgación de Finanzas Sostenibles (SFDR), que clasifica los fondos como artículo 8 y 9.
En este campo, encontramos tendencias como la blue economy o economía relacionada con los océanos o la economía circular y todo lo vinculado con el cambio climático. La sostenibilidad del planeta, que se enfrenta a una población creciente con mayores necesidades de agua potable y alimentación, y la imperante necesidad de reducir las emisiones de carbono han provocado que las gestoras se vuelquen en este frente. Especialmente, en los aspectos relacionados con la transición energética, que el conflicto entre Ucrania y Rusia ha puesto de manifiesto que es necesaria llevarla a cabo cuanto antes no solo por motivos climáticos.
Para impulsar la transición energética, las gestoras apuestan por temáticas como el low carbon clean economy o por el hidrógeno. De hecho, dentro de los productos ESG, los lanzamientos de fondos climáticos[ii] han sido los más numerosos en el arranque de 2022, con temas como las bajas emisiones de carbono, energías limpias, transición climática o bonos verdes, entre otros.
En paralelo a estos dos grandes bloques que podríamos agrupar bajo el paraguas de disrupción y cambio climático, respectivamente, conviven otras megatendencias a las que, aunque en menor medida, las gestoras también dan visibilidad como la movilidad, la urbanización o las Smart cities, por ejemplo, que permiten capturar el potencial de la gran migración hacia las ciudades, el auge de la clase media en los países emergentes o la electrificación y la conectividad en los medios de transporte.
Tampoco hay que olvidar la que es una de la grandes megatendencias y probablemente una de las primeras que surgió: el envejecimiento de la población, para la que las gestoras disponen de diversas soluciones de inversión a las que suelen dar protagonismo con cierta recurrencia.
Así, aunque la inversión temática no es una moda y está concebida como una inversión a largo plazo, la comunicación sobre las megatendencias sí se adapta en muchos casos por parte de las gestoras a las circunstancias o a las tendencias del momento y en función de los intereses comerciales que puedan tener. Sin embargo, esta estrategia de comunicación no es coherente con la propia idiosincrasia de las megatendencias y puede llegar a confundir a los inversores al hacerles pensar que deberían ir modificando en sus carteras las temáticas en las que invierten, igual que sucede con otros activos más tradicionales, en vez de ‘apostar’ por ellas a largo plazo, como reza su mantra.
Tribuna de Isabel Mauricio, directora de cuentas de la división de comunicación financiera de Evercom
[i] Morningstar. Global Thematic Funds Landscape 2021
[ii] Morningstar Direct.